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¿Qué se define en las próximas elecciones?

Se define esta Argentina del patoterismo, la corrupción, la impunidad, el odio, los aprietes o se empieza a recuperar la República

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Descacharreo

En estos días se intenta dilucidar qué sentido tendrá el voto. Qué significado construirán con su sufragio miles de anónimos en la soledad del cuarto oscuro. La política, tiembla de miedo. La realidad pandémica ha vuelto refractarias las previsiones. En medio de la opacidad de los oráculos ellos barruntan todos los escenarios. El candidato en campaña se vuelve voraz. Y en la nebulosa la voracidad se acrecienta con el desconcierto.

En este marco, el defensor que asesora a Alberto Fernández y a Cristina Kirchner criticó a los responsables de la causa penal por la violación de la cuarentena en Olivos. Al fiscal le dijo “coimero” y sobre el juez afirmó: “Me importa un huevo”. No conforme con ello, agregó que “que me venga un fiscal de primera instancia a hacerse como el capo de la mafia… ¡que se atreva!”.

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Gregorio Dalbón

Para colmo, ayer se viralizó en las redes un video filmado con su teléfono por un alumno. Allí puede verse la humillación y el maltrato con que otra militante disfrazada de profesora, agita sus consignas delante de los chicos. En forma desaforada y salvaje, la adoctrinadora a la que le pagamos todos, le dice al alumno de 4to año que si cree que Macri, porque “tiene los ojitos celestes no va a robar. Te robó”.

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Se llama Laura Radetich, es profesora de historia y fue empleada de la Cámara de Diputados. Y en el colmo de su odio reclama “la ley del Talión. Si algún pariente menor de 18 años muere por la variante Delta, que tengan derecho a matar al que la trajo el país”. Adoctrinar es someter a los alumnos. Es abusar del poder que tiene un docente que puede aplazar al chico. Adoctrinar es decirle a un joven que es lo que tiene que pensar y no enseñarle a pensar con autonomía.

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Capturas de video

El kirchnerismo no oculta su intención de modificar bases fundamentales del sistema. Sólo el equilibrio político podría atemperar su ensañamiento contra la justicia. Pero no sólo en ese ámbito existencial de la República es imprescindible que nadie sienta que tiene el poder total. El ejemplo del Presidente penalizando por decreto sin cumplir él mismo lo que ordenaba y creyendo hoy que arregla las cosas donando parte de su sueldo es el epítome de los descaros.


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Resulta imperioso el equilibrio. Porque hay un dedo más peligroso que el dedo levantado de Alberto Fernández. Es el pulgar para abajo de un César. Y necesitamos proveernos de una democracia sin “emperadores”. De esa premisa nacieron las repúblicas con su división de poderes y sus contrapesos. Para protegernos de quienes deben representarnos antes de que utilicen el poder para ellos como un botín personal.

Si el oficialismo logra mayoría en ambas cámaras puede aprobar cualquier cosa o sentirse sin límites para las decisiones de un Poder Ejecutivo al que le fascinan las escribanías en el Congreso. Pero esta discusión digna de constitucionalistas o filósofos, está alejada de los padecimientos de la calle. La calle es resultadista. La calle mide por resultados. Y la esperanza viene demasiado golpeada.

Lo que vale la pena remarcar en medio de esta apatía difícil de decodificar, es que el momento del voto es el momento de mayor poder de los ciudadanos, la contracara de tanta impotencia, ese acto del que no podemos abdicar sin salir disminuidos. El poder de elegir es el altar de la libertad y más que nunca en los momentos difíciles, hay que hacerle honor considerando lo que se define en estas elecciones.


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Argentina se encamina a una de las elecciones más importantes desde el regreso de la democracia. Como en ningunos otros comicios está en juego el sistema de gobierno. Además, estarán marcados por la tragedia planetaria de la pandemia con sus consecuencias devastadoras en lo sanitario y lo económico. En su resultado también delinearán los liderazgos de cara a las próximas presidenciales en un tiempo de descreimiento y desesperanza de la sociedad.

Desde 2005 el kirchnerismo no vence en comicios de medio término siendo gobierno. Si en este caso triunfara, más allá de lo simbólico, lo que puede cambiar la historia y no para bien, sería un triunfo holgado. No son ocultas las ambiciones de hacer reformas profundas al sistema para convertir a la Justicia en un apéndice del Poder Ejecutivo, atenuar los derechos de propiedad y avanzar con la intervención del Estado en todos los ámbitos.

Para eso necesitarían contar con quorum propio. Gane o pierda el cristinismo optará por una vía radicalizada: para hacer reformas si gana o para tomar del todo los resortes del gobierno y utilizar a favor de la jefa lo que quede de tiempo ante un horizonte donde recrudecerá el frente judicial. En definitiva, en las elecciones se define esta Argentina del patoterismo, la corrupción, la impunidad, los aprietes o se empieza a recuperar la República de una vez por todas.

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