Dos personalidades tan predispuestas a un fuerte liderazgo de la administración, sea cual fuere el elegido, deberán aprender o renovar la aptitud para la permanente negociación política. Todo indica, además, que perdurarán los dos grandes liderazgos políticos de los últimos 15 años: los de Cristina Kirchner y Mauricio Macri. En efecto, en 2007 la señora de Kirchner asumió su primer mandato presidencial y Macri accedió a su primer período como jefe de gobierno de la Capital. Desde entonces, la ideología y la política nacionales se refugiaron bajo esas dos jefaturas partidarias. Fueron, y son, los líderes de las dos grandes corrientes ideológicas argentinas: el nacionalismo teñido de progresismo (Kirchner) y el liberalismo aferrado a la ortodoxia económica e institucional (Macri). Los dos fueron presidentes, y a los dos les tocaron rachas de buena y de mala suerte. Los dos, también, son políticos audaces que detestan las actitudes tibias o la neutralidad. Juegan a todo o nada, a suerte y verdad. Así como Cristina Kirchner sorprendió en 2019 con la elección de Alberto Fernández, su viejo adversario, como candidato a presidente, ahora Macri provocó otro estupor en la política cuando 48 horas después de la primera vuelta electoral salió a predicar el apoyo a Milei para el balotaje. Una diferencia sustancial, no obstante, es fácilmente comprobable entre ellos: Cristina Kirchner está asediada por investigaciones judiciales sobre hechos de corrupción durante sus dos mandatos, mientras que Macri sobrelleva solo el expediente del caso Correo Argentino, que viene desde la época en que su padre, Franco Macri, era el titular de las empresas de la familia. Este expediente está en la Corte Suprema de Justicia, que debe resolver bajo qué jurisdicción se seguirá ventilando esa disputa: si en el fuero federal o en la Justicia de la Capital.
Muchos quisieron ver a un Macri condenado a la jubilación política, pero lo cierto es que el expresidente ya impuso a su candidato como próximo jefe de gobierno porteño, su primo Jorge; lanzó su propia candidatura a la conducción de Boca, como candidato a vicepresidente de Andrés Ibarra, y espera hoy el triunfo de Milei. Si consiguiera las dos cosas que aún le faltan (la victoria del libertario y la conducción de Boca) o una de ellas, el nombre de Mauricio Macri seguirá siendo importante en la política de los próximos años. Milei asumiría solo con 39 diputados nacionales propios de un total de 257. La mayoría absoluta y el quorum necesitan de 129 diputados; es decir, que Milei requeriría 90 diputados más para poder empezar una sesión de la Cámara de Diputados. Una cima muy alta. Pro podría agregarle sus 41 diputados. Pero la suma continuaría siendo deficitaria. Una administración de Milei agruparía, en ese caso, 80 diputados; faltarían, por lo tanto, 49 para el quorum. No es casual que Guillermo Francos, el principal asesor político de Milei, se haya explayado de esta manera: “La política es diálogo, y lo es más aún cuando el gobierno carece de mayorías parlamentarias”. En el Senado, la relación de fuerzas será peor para Milei porque allí el peronismo merodeará la mayoría propia. Desde ya, la política diaria no se resuelve con esos blancos y negros; la perpetua grisura es el color que la distingue. Es probable, por ejemplo, que muchos legisladores del radicalismo estén predispuestos a un diálogo para ayudar a aprobar las leyes de La Libertad Avanza. Son los diputados que, más allá de la tensión ideológica, responden a las necesidades prácticas de los gobernadores. Tal vez observando esa debilidad probable, Massa deslizó un pronóstico en los últimos días: “Seré presidente ahora… o lo seré dentro de un año”. ¿Insinúa, acaso, que Milei tendrá solo un año de vida política si ganara hoy la presidencia? Es posible. Ansiedad pura y dura. El mismo Massa tendrá sus propias limitaciones si la suerte cayera de su lado durante la jornada de hoy.
Si bien el eventual oficialismo peronista tendrá el control del Senado, en la crucial Cámara de Diputados contará solo con 108 diputados. Le faltarán 21 diputados para alcanzar el quorum y la mayoría absoluta. Es un número significativo en cualquier cuerpo parlamentario; en esos recintos las leyes se aprueban o se rechazan a veces por dos o tres votos. Massa le promete la exterminación política no solo a Milei; también a Cristina Kirchner, aunque en este caso se cuida un poco más. La hipótesis política indica que una inmensa mayoría de los bloques parlamentarios le responderán en cualquier caso a la expresidenta, no a Massa. Pura teoría sin prueba. Cristina Kirchner tendrá siempre un porcentaje no menor de fanáticos en ambas cámaras del Congreso (Leopoldo Moreau, Rodolfo Tailhade, Anabel Fernández Sagasti, Eduardo “Wado” de Pedro –desde el próximo 10 de diciembre–, Oscar Parrilli o José Mayans, para nombrar a los más conocidos), pero otro porcentaje importante de legisladores responderán a las necesidades de sus gobernadores en un país donde el federalismo quedó reducido a la declaración constitucional. Massa tendrá, además, acuerdos más fáciles con el radicalismo de Gerardo Morales y de Martín Lousteau, y también con sectores minoritarios de Pro que reconocen todavía el liderazgo de Horacio Rodríguez Larreta. El saliente jefe de gobierno porteño nunca negó su vieja amistad con Massa, y Gerardo Morales es aliado del candidato peronista en su provincia, Jujuy. Rodríguez Larreta deberá, en efecto, buscar nuevos espacios porque su fracaso interno en Juntos por el Cambio lo condena a carecer de destino político en el partido que lidera Macri. Tanto el expresidente como Patricia Bullrich le atribuyen a Rodríguez Larreta la culpa de la interminable guerra civil que terminó con la derrota electoral de todos ellos. Cierto o no, la conducción de Pro supone que Rodríguez Larreta ha concluido ya su carrera política en ese partido. A su vez, Gerardo Morales completará en los primeros días de diciembre sus mandatos como gobernador de Jujuy y como presidente del radicalismo. La relación del radicalismo con Massa o con Milei dependerá de quién sucederá a Morales en diciembre en la conducción de la UCR. Los candidatos que se destacan hasta ahora son Lousteau, que no tiene mucha antigüedad en el partido de Alem, y el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés. No pocos dirigentes de distritos radicales fuertes, como Mendoza y Córdoba, están reclamando una tercera vía, lejos, sobre todo, de la Capital donde ordenan Lousteau, Emiliano Yacobitti y Enrique Nosiglia.
Massa se propone mandar a Cristina Kirchner a jugar con sus nietos. O urde peores cosas. Hace poco, un peronista que lo frecuenta deslizó no sin malicia: “Cristina podrá elegir su condición de presa. Podrá elegir, por ejemplo, en cuál de sus casas preferirá estar en prisión domiciliaria”, dijo, socarrón. ¿Estaba sugiriendo que su jefe político, Massa, no hará nada para impedirle a la expresidenta el calvario de la prisión, aunque sea domiciliaria? Tranquilos. Los tiempos de la Justicia son más lentos que los de los políticos ansiosos. Massa vio de cerca la relación destructiva de Cristina Kirchner con Alberto Fernández. Nunca se imaginó cumpliendo él un deslucido papel de sometimiento a la expresidenta, como el que practica el actual jefe del Estado. Massa es muy distinto de Alberto Fernández, tal como suele deslizar el actual Presidente, según consignó en LA NACION el periodista Damián Nabot. Cristina Kirchner ya tiene una condena a seis años de prisión que está siendo revisada por la Cámara de Casación; los jueces de esta instancia no podrán ignorar el excelente alegato final del fiscal Diego Luciani que concluyó con la condena de la actual vicepresidenta. Cristina Kirchner juega, como Macri, todas las cartas que le tocan. Indirectamente apoyó a Massa porque no tenía otra alternativa para hacer una buena elección que le dejara a ella muchos legisladores. Nunca imaginó que Massa se acercaría tanto a la presidencia.
Nunca nadie imaginó, tampoco, la reconfiguración partidaria que asoma claramente en el país que hoy elegirá a un nuevo líder. ¿Cómo será? ¿Quiénes serán sus referentes? Hoy veremos solo el amanecer de un tiempo que no se puede descifrar.