Flores, Mora, Gálvez, Previsión y San Bernardo son algunas de las empresas fúnebres más reconocidas y que gozan de mayor prestigio en Tucumán. Las horas de los empleados que trabajan ahí, en sus salas, pasan muchas veces en silencio, entre el dolor del otro, quien despide a un ser querido.
Rondas de café, música funcional, coronas de flores, abrazos, fuerzas y la despedida física a esa persona tan importante forman parte del curso natural de la vida. Incluso en algunos lugares se pueden adquirir libros para aceptar y convivir con el duelo por el ser querido. A medida que crecemos, es inevitable recibir el llamado que nunca quisiéramos recibir, y pasar por el pasaje Padilla, por Las Piedras, por Laprida llegando a Sarmiento, o por donde las luces de neón anuncian: “Sepelios”.
Muchas veces el ojo está puesto en el funebrero, en ese empleado del cementerio que tiene la difícil misión de cavar una tumba para el adiós final. Pero poco se sabe de lo que viven los empleados que trabajan en una empresa fúnebre. Y Miguel es uno de ellos, encargado de compartir su escalofriante relato con la página Tucumán Paranormal, con los cuidados del caso al tratarse de un escenario tan delicado, pero en línea directa con Augusto Bellido, el creador del boom del año en las redes sociales, quien reveló: “Es tremenda: me llegó la historia recién. Chequeamos todo lo que publicamos”.
Tal como indica el sitio, para la mayoría de la gente sólo la idea de permanecer cerca de un cadáver ya les pone los pelos de punta, pero para los trabajadores de las salas funeraria no lo es tanto. “Uno se acostumbra”, dice Miguel. “Uno pasa muchas horas en esos lugares (salas velatorias). Pasé la mayor parte de mi tiempo en la ’sala de estar’ o, en este caso, ’la sala de no estar’, y he visto cosas sobrenaturales, historia que comparto con Tucumán Paranormal y que no deja de sorprender”.
Lo que cuenta Miguel marca un antes y un después en su vida y es un secreto a voces entre empleados de distintas empresas: “Caía la noche y estaba lloviznando. Recuerdo que no estaba solo: me acompañaban otro muchacho, el personal de limpieza y un mozo. Mi compañero era el encargado de acondicionar los cuerpos antes de ser ubicados en las salas”.
Ciertas noches como las de los fines de semana, los servicios de las salas velatorias son múltiples. A veces las inmediaciones están desbordadas. Pero de esa noche no se olvida nadie. “Estaban preparando una de las salas para el próximo velorio, cuando de pronto vimos entrar a una chica joven que, a paso sostenido, miró atentamente la sala, se quedó parada allí unos segundos, pegó la vuelta y se retiró. Nos llamó la atención la extraña actitud a todos nosotros pero ella siguió su curso, y salió del lugar”, relata Miguel, y a todos quienes leemos esta historia antes de ser publicada se nos eriza la piel en este jueves oscuro y helado de Tucumán.
Lo que pasó, explica Miguel, fue escalofriante: “Una hora después de ver a la chica que nos visitó, cuando recibimos el cuerpo para el esperado servicio, quedamos sin habla. Varios se persignaron varias veces: el cuerpo que debían colocar en el cajón, era nada menos que el de la chica que habíamos visto entrar apenas un rato antes”.
Todavía temblando, Miguel le relata a Bellido, de Tucumán Paranormal, la página que goza de prestigio y tiene su punto en las transmisiones en vivo en cementerios y lugares abandonados de Tucumán: “Creer o no, así pasó. Era como que había ido a ver el lugar de su velorio, pero en este caso todos la habíamos visto. No lo podíamos creer: esa situación a mi en lo personal me marcó para siempre”.
Y a ustedes, ¿les pasó algo paranormal en una sala velatoria de nuestra provincia?