Hace justo un año, Fabián Gutiérrez preparaba todo para mudarse el 1º de julio a una casa en la que viviría, al fin, solo. “Quiero más privacidad”, les había dicho a sus amigos. El 2 de julio estaba muerto, después de haber sido emboscado por un joven que había estado seduciéndolo durante meses para forzar el encuentro que llegó la noche del crimen. Ese chico hizo entrar a otros dos y, según el juez, entre los tres lo mataron tras torturarlo y darle una paliza brutal.
Se trata del ex secretario de Cristina Kirchner. El joven a quien Gutiérrez había citado guardaba en un cuaderno una imagen del diario Ámbito Financiero que decía que Fabián, su presa, había sido procesado por lavar dinero de la causa de los cuadernos. Está claro que los asesinos buscaban un tesoro escondido. Los jóvenes asesinos fueron identificados y detenidos rápidamente, aunque aún no se sabe si ellos tres son todos los que participaron.
El tesoro nunca apareció, y todo parece indicar que esa noche hubo más interesados en tratar de averiguar los escondites posibles de la víctima emboscada. Una camioneta esperó afuera mientras los jóvenes torturaban a Gutiérrez. Quienes la ocupaban nunca fueron identificados. Los asesinos le quitaron el celular a Fabián y lo utilizaron. ¿Con quiénes habló él, antes de ser emboscado?
¿Con quiénes hablaron sus asesinos, usando su aparato, mientras lo interrogaban para sacarle información? Los teléfonos de los involucrados fueron enviados desde Santa Cruz a las oficinas porteñas de la Gendarmería para ser peritados. Todos los celulares llegaron en sobres cerrados, en custodia judicial. Uno solo llegó con el sobre abierto. Justo el de Gutiérrez. Todos los aparatos pudieron “abrirse” para ver su contenido.
Uno solo no se pudo abrir porque llegó dañado. Justo el de Gutiérrez. El celular de la víctima sigue, un año después, mudo y encriptado. Nunca se lo pudo analizar porque alguien “lo mojó, es como si le hubieran tirado un líquido”, contó una fuente del caso. Es un iPhone de un modelo que resiste mojaduras accidentales. Si “se mojó” y quedó inutilizado, fue mojado con ganas y a propósito.
Ahora hay un pedido de la justicia de Santa Cruz a empresas de Estados Unidos para ver si el contenido del celular del ex secretario de Cristina asesinado podría bajarse de la “nube” digital, un trámite al que los gigantes de la tecnología mundial casi nunca acceden. Gutiérrez había entrado a trabajar con los Kirchner teniendo un coche viejo y salió con 36 inmuebles, 35 autos, la mayoría de lujo, y tres embarcaciones.
Había declarado como arrepentido en la causa de los cuadernos. Allí dijo que José López iba a verlo a Kirchner a la Casa Rosada de noche y llevando bolsos. Y que Ricardo Jaime solía ir también de noche, siempre con una mochila. López es el que llevó bolsos con 9 millones de dólares cash para esconder en un convento de Moreno, seis meses después de que terminara el segundo gobierno de Cristina. Jaime confesó cobrar coimas y sigue preso.
Los presuntos asesinos de Gutiérrez están detenidos, pero algunas pistas sobre las respuestas profundas y completas acerca de las verdaderas causas de su crimen feroz podrían estar, un año después, en la nube digital. Siempre es inquietante volver a comprobar que, en cualquier circunstancia, alguien en la Argentina puede patear a las nubes las pruebas de los casos que rozan al poder. Para que queden allí hasta que las devore la burocracia. O el olvido.
