El 7 de agosto de 1974, el ingeniero José María Paz, titular del ingenio Concepción, aterrizó en el aeropuerto de Tucumán y en taxi se dirigía a su casa. El coche fue bloqueado en un falso retén policial por los montoneros, que exigieron que Paz los acompañase. Lo tomaron del traje, pero Paz se resistió luchando y salió corriendo.
Los terroristas lo persiguieron y le dispararon 24 tiros a quemarropa.
Paz fue auxiliado y trasladado a una clínica en el centro de Tucumán.
Allí fue operado de urgencia por médicos aterrorizados mientras los montoneros llamaban a los teléfonos de la clínica amenazando invadir el quirófano para liquidar al paciente.
Paz fue trasladado a un sanatorio de Buenos Aires.
Luchó 20 días, pero no pudo sobrevivir a las heridas.
Murió el 27 de agosto, a los 45 años, dejando 5 hijos.
Los terroristas lo querían secuestrar, para usarlo como prenda para cobrar un rescate millonario destinado a seguir sembrando muertes.
No sabían que el ingeniero Paz previamente había acordado con su familia y con los directivos de la empresa “no pagar nunca rescates, ni negociar con el enemigo”.
Su entierro convocó a miles de personas.
Los asesinos nunca fueron juzgados, hoy están libres.
El relato de Juan Bautista “Tata” Yofre
En agosto de 1974, José María Paz era la cabeza de una hermosa familia, integrada por su esposa María Victoria Vallejo y cinco hijos. Dado el clima de la época, era víctima de innumerables amenazas de muerte, con la “Compañía Ramón Rosa Jiménez” del Ejército Revolucionario del Pueblo en plena operación en los cerros y las ciudades de la provincia, más la “guerra popular prolongada” que llevaban adelante Montoneros y otras organizaciones. Tucumán era una caldera a punto de reventar. En ese ambiente, Paz durante una reunión familiar se atrevió a dar un consejo: “Tengo ofrecimientos para irnos a vivir a los Estados Unidos o Brasil. No quiero abandonar mi país, la empresa, porque me siento responsable socialmente. Ahora, si me secuestran no quiero que paguen ningún rescate. Hablo en serio, no lo acepto.” Después de pasar varios días en las oficinas del ingenio en Buenos Aires, el miércoles 7 de agosto de 1974 volvió a la provincia sin avisar a nadie. Siempre viajaba los jueves y lo esperaba un empleado del ingenio, pero adelantó el viaje. ¿Sospechaba algo? ¿Era portador de un misterio? Al poco tiempo de bajar del avión alcanzó a tomar un taxi. En instantes observó que un grupo de muchachos intentaban abrir el vehículo, mientras le ordenaban que se entregara. Según los testigos eran entre 10 y 15 personas, algunas disfrazadas de policías, que se desplazaban en varios vehículos. Uno llamó la atención, era una camioneta con un cajón en donde pensaban esconderlo.
A pesar de los intentos por doblegarlo, Paz se despegó de sus atacantes y corrió. A los pocos metros un montonero le disparó hiriéndolo de gravedad. Una vez caído unas personas lo llevaron a un hospital, y solicitó la presencia de un sacerdote. Alcanzó a decir que no guardaba ningún rencor y pidió un contacto con los delincuentes para tratar de buscar una salida a tanta demencia que solo conducía a un baño de sangre. El jueves 8 de agosto fue trasladado a Buenos Aires e internado en una clínica de cuidados intensivos. Le quedaban 20 días de vida. Mientras se debatía entre la vida y la muerte, Montoneros dio a conocer un Parte de Guerra no arrepintiéndose de nada.
Con el paso de las horas, más el reconocimiento de la organización terrorista que había participado, se supo que el jefe del comando montonero era Fernando Saavedra Lamas, (a) “Damián” o “Culipanza”, casado con Albertina Paz, prima del empresario asesinado. “Damián” provenía de la organización “entrista” Descamisados (la “D”) que luego se unió a Montoneros. Tenía un frondoso historial al frente de la Columna Oeste de la “D” y después de Montoneros y es el que planifica el asesinato del secretario general de la CGT José Ignacio Rucci. La luxación de un tobillo, o su escaso interés en la maniobra asesina, hizo que no participara en la “Operación Traviata” y fuera reemplazado por Juan Julio Roqué (a) “Lino”, “Iván”, que provenía de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y había participado en el asesinato del general Juan Carlos Sánchez, jefe del Cuerpo II y estaba en pareja con la cordobesa Gabriela Yofre Newton (a) “la ratita”, hermana de Alejandro Yofre Newton (a) “Caracha” (interviene en la toma de La Calera en 1970, se casa con Susana Lesgart, luego pareja de su primo Fernando Vaca Narvaja Yofre (a) “Vasco” y fusilada en la Base Almirante Zar de Trelew). El diario “Pueblo” de José Ignacio García Hamilton titulará en esos días: “El atentado contra Paz marcaría el comienzo de un plan guerrillero”.
En Descamisados también se destacaban Emilio Alberto Girondo Alcorta (participa en los asesinatos de los sindicalistas Augusto Vandor, José Alonso y el secuestro de los hermanos Born); Norberto Habegger, alias “Cabezón” o “Ernesto Gómez” (“Operación Judas”, asesinato de Vandor); Horacio Mendizábal Lafuente, (a) “Hernán”, “Lauchón” o “Mendicrim” (“Operación Judas” y más tarde jefe del Estado Mayor de Montoneros); Rubén Dardo Cabo (participa en los asesinatos de Vandor y Alonso, detenido en 1975 al momento de ir a cobrar una parte del rescate de los hermanos Born); Rodolfo María Ojea Quintana (a) “Tojo” o “Ángel, alto funcionario de la cancillería en el kirchnerismo; Jorge Enrique Taiana Puebla, su ex esposa Graciela Iturraspe (a) “Inés” y su hermana María Cecilia casada con Juan Carlos Alsogaray (a) “Lalo” o “Hippie”, muerto el 23 de febrero de 1976 cuando operaba militarmente en Tucumán.
Como si no faltaran problemas en el “jardín de la República”, el sábado 10 de agosto de 1974, el Ejército Revolucionario del Pueblo atacó de manera simultánea dos objetivos militares. La “Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez” al mando de Hugo Irurzún, “capitán Santiago”, intentó copar el Regimiento de Infantería 17 de Catamarca y la “Compañía Decididos de Córdoba”, bajo el mando de Juan Eliseo Ledesma, “capitán Pedro”, tomó por asalto la Fábrica de Explosivos de Villa María, secuestrando al subdirector, el mayor Argentino del Valle Larrabure (quien debió soportar un largo cautiverio hasta que su cadáver fue encontrado en un baldío) y al capitán Roberto A. García (tirado en una banquina herido), y gran cantidad de armamentos. “Nadie puede ya dudarlo. La guerra civil revolucionaria se ha generalizado en la Argentina. De un lado el ejército opresor, del otro bando las fuerzas guerrilleras (…) con la simpatía y el apoyo cada vez más activo de las masas obreras y populares”, dijo el ERP a través de su órgano “Estrella Roja”. En el ataque de Catamarca murieron 16 guerrilleros. A partir de estos hechos, como acto de “represalia”, el ERP comenzó a asesinar oficiales del Ejército.
Mientras en sus días de internación hospitalaria, en Buenos Aires, José María Paz se peleaba palmo a palmo con la muerte, a sus 46 años, volvió a repetir lo que había dicho en Tucumán tras el atentado. No quería sanciones para sus victimarios. Pidió que los perdonen. Falleció el 27 de agosto de 1974 y su entierro en Tucumán fue acompañado por familiares, dirigentes sindicales del sector y obreros del ingenio Concepción. Durante la ceremonia, uno de esos gremialistas dijo: “La muerte de Paz, no es la muerte de un patrón sino la de un compañero de trabajo…y constituye un compromiso para continuar bregando por el engrandecimiento de nuestra industria y por la dignidad de sus trabajadores, de los cuales era miembro.” Semanas más tarde, Montoneros asesinó a varios dirigentes sindicales por asistir a la ceremonia como “perros falderos” de “un oligarca”. La piadosa “Ena”, Eugenia Nougués de Paz, la madre de José María, puso a sus hijos a rezar por los asesinos, para que Dios pueda perdonarlos.
A los pocos días del hecho, el sábado 6 de setiembre de 1974, durante la gestión de un gobierno constitucional, Montoneros anunció su pase a la clandestinidad. Durante una conferencia de prensa, Mario Eduardo Firmenich legitimó la decisión de la organización armada diciendo que lo hacía para encabezar la resistencia popular, desarrollando una “guerra integral”. En realidad, la decisión estaba contemplada en el plan de acción cuatrimestral que se había trazado a comienzos del año anterior, en vida de Perón. El plan recién se conoció cuando cayó en manos de los servicios de inteligencia un año más tarde.
Albertina Paz, la prima montonera del empresario asesinado, va a ser vista en el velorio y después va a estar un tiempo escondida. El 23 de mayo de 1976 es detenida en una cita “envenenada” y será alojada en el penal de Villa Urquiza. En el libro de la unidad penitenciaria, en el rubro “pertenecer a actividades subversivas”, con el N°26 aparece Paz de Saavedra, y queda a disposición del Poder Ejecutivo con “estado civil, viuda”. El 5 de octubre de 1976 es entregada a “autoridades militares”. Cuatro jefes militares van a escuchar el piadoso ruego del empresario Paz. Esos cuatro se llamaban Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Luciano Benjamín Menéndez y Domingo Bussi. Tengo las constancias.
Albertina Paz, “la cómplice”, va a partir al exterior (Italia) y retornará cuando se hunda el Proceso de Reorganización Nacional. El destino de Fernando Saavedra Lamas fue otro. Después del golpe del 24 de marzo de 1976, sus andanzas delictivas fueron observadas en toda la provincia. El 20 de mayo de 1976, policías y militares ejecutaron a Saavedra Lamas y cuatro militantes de Montoneros (Alejandra Niklison, Eduardo González Paz, Juan Carlos Meneses, y Atilio Brandsen) durante un allanamiento ilegal en una casa del barrio Echeverría. Años más tarde los parientes de Saavedra Lamas serán indemnizados con una suma millonaria por el Estado. Albertina Paz también estará entre los beneficiarios de la Ley 24.043 (para detenidos y exiliados) y, efectivamente, cobró una indemnización, actualizada a Octubre de 2022, de $30.715.747,36.
En marzo de 2011, el TOF volvió condenar al ex Jefe del III Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez y a Albornoz (ex policía) por el hecho. En los fundamentos, el Tribunal consideró que las víctimas murieron ejecutadas y que se trató de una “matanza cruel”.