En el marco de la confusión general que atraviesa el Gobierno nacional a causa del fracaso en el manejo de la pandemia y de la crisis económica, admitió que no prorrogará el congelamiento de las tarifas de luz y gas que rige hasta diciembre. Esto significa que a fin de año los importes subirían por primera vez desde abril del año pasado y el oficialismo lo comunica ahora abriendo el paraguas a las posibles reacciones de la sociedad.
Es tal la desorientación en la que está inmerso el Gobierno que pretende actualizar el precio de los servicios en medio de un profundo empobrecimiento de la gente. Entonces, de la noche a la mañana el oficialismo pasará de ser aquellos que estaban del lado del pueblo a tener que sincerar la realidad. Finalmente, el kirchnerismo revela su doble cara y pasará a ajustar los ya de por sí flacos bolsillos de los ciudadanos a causa de la pandemia y de la cuarentena.
De esta manera, no se extenderá la licencia de congelamiento que brindaba la Ley de Solidaridad de diciembre de 2019, por lo que inexorablemente las boletas comenzarán a llegar el año que viene con aumentos de parte de un Gobierno que se dice nacional y popular. Además, cabe aclarar que los incrementos estarán focalizados según la capacidad de pago del usuario y seguirán la tasa de inflación del Indec.
Esto significa que, debido a que gran parte de la inflación de este año está pisada por acuerdos y controles de precios, la inflación del año que viene será mayor ya que se actualizará en relación al 2020. Por lo que desde el oficialismo están advirtiendo que lo que se vendrá el año que viene en materia de tarifas será un ajuste puro y duro. Será el fin de la supuesta protección del pueblo mediante decretos pasa pasar a tener que “caer en la realidad”.
Sin embargo, lo que nadie dice es lo que se esconde detrás de este giro del Gobierno. Y es que quiere hacer buena letra ahora con el FMI, organismo que le ordenó reducir como sea el déficit fiscal. Además, el oficialismo demuestra que, no sólo se trata de una coalición populista que vende humo, sino también, que cambia de discurso de forma permanente como bien lo demuestra el propio presidente Alberto Fernández, que se desdice una y otra vez.
La intención de fondo es que Argentina se convierta en un país totalmente empobrecido y dependiente del kirchnerismo en un 100%. Es decir, un Estado paternalista y omnipresente que abarque a todo y que controle todo tipo de libertad de cada uno para privilegiar lo colectivo sobre lo individual. Dependerá de la sociedad en su conjunto no dejarse llevar por el canto de sirenas de un Gobierno que ha demostrado que siempre va por todo y por todos.
