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Sergio Massa apunta a encabezar una gran reestructuración del golpeado equipo de Alberto Fernández

La aceleración de la crisis enciende la especulación y la ambición del presidente de la Cámara baja del Congreso.

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Sergio Massa - Alberto Fernández
Descacharreo

Lo que ha retomado Sergio Massa con Alberto Fernández en Alemania es la necesidad de oxigenar el gabinete para llegar al puente demasiado lejos del verano próximo. El titular de la Cámara baja ha llegado a la conclusión, y en esa idea lo acompaña la mayoría del peronismo, de que el equipo de gobierno no solo necesita un cambio de aire en el ministerio de Economía y el Banco Central.

Massa cree que se impone una gran reestructuración del gabinete. El cambio debería atender las demandas de achicamiento del gasto que crece en la sociedad, y alumbrar un equipo renovado y fortalecido de no más de doce ministros. Con figuras fuertes en las áreas principales, y dirigentes más ejecutivos en las segundas líneas de las secretarías de Estado. La incógnita es qué lugar ocuparía Massa en semejante esquema.

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Hace ya varios meses que las versiones lo ubican como eventual ministro de Economía, pero él les ha dicho a sus colaboradores que lo que necesita el Gobierno es que todas las áreas de la economía estén unificadas. Y que esa integración de las funciones sólo se puede realizar desde la Jefatura de Gabinete. Allí es donde surgen los problemas. Primero, porque una de las áreas económicas es el ministerio de la Producción, donde ya está afincado Scioli.

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La otra complicación es que el jefe de Gabinete jamás ha mostrado intenciones de dejar su cargo. Es cierto que Juan Manzur entró al equipo de Alberto Fernández con una enjundia notable que lo mostraba en la Casa Rosada a las siete de la mañana, poco antes que los mozos y mucho antes que el Presidente. Pero aquel entusiasmo se disipó con los meses y con la sumatoria de escándalos para el Gobierno durante el COVID-19.

Manzur tiene un ojo siempre alerta en la situación de Tucumán, donde está de licencia como gobernador, y pese al bajón del oficialismo no resigna la chance de competir por la candidatura presidencial en 2023. Ha conversado con la vicegobernadora bonaerense, la matancera Verónica Magario, para sondearla como una posible candidata a vice. Y hay hasta quienes creen que él mismo podría secundar a Cristina si ella decide competir otra vez por la Presidencia.

De todos modos, el mayor inconveniente para un upgrade de Massa en el Gobierno es, como para todos los peronistas, el impiadoso papel de controller que ejerce Cristina Kirchner día por día. La red que el kirchnerismo mantiene en el área de energía se ha mostrado inexpugnable y ni Alberto Fernández ni el ministro Guzmán han podido cambiar a sus funcionarios ni determinar allí ninguna política de Estado.

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Cuesta imaginar un empoderamiento de Massa sin un acuerdo político que extienda la conexión que ya tiene con la Vicepresidenta y con Máximo Kirchner. Entre sus amigos, están los que le recomiendan a Massa quedarse en la Cámara de Diputados a mirar desde el puerto como el barco del Frente de Todos enfrenta las olas de quince de metros. La experiencia dentro de la coalición le dio una cuota innegable de poder real.

Pero su imagen negativa hoy tiene niveles parecidos a los que hunden a Cristina Kirchner y a Alberto Fernández. Y un año parece poco tiempo para recuperarse. Como todo lo que sucede con el Presidente, Massa no sabe aún qué impacto le causaron sus sugerencias de reestructurar a fondo el gabinete y reducirlo a menos ministerios para ponerse más a tiro de las expectativas de una sociedad agobiada por la tremenda ineficacia que los economistas llaman mala praxis.

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