El ingenio popular es impiadoso, pero suele ser preciso en sus descripciones. Ayer hubo quienes, desde el humor filoso, aseguraron que, para presentar un simulador, nadie más apropiado que Sergio Massa, un auténtico experto en disfrazar convicciones ideológicas y pertenencias políticas. En el arte de parecer, pero no ser, el ministro puede dar clases.
Bromas al margen, la presentación de un simulador de vuelo de Aerolíneas Argentinas fue la excusa para un nuevo acto de campaña del ministro de Economía y de la vicepresidenta, Cristina Kirchner. A priori, aunque valorable para su uso específico, el simulador no parece un logro que modifique estructuralmente la vida de los argentinos, pero cualquier oportunidad es bienvenida para un oficialismo urgido de buenas noticias.
El acto sirvió, en verdad, para decodificar algunas de las señales de la campaña y reiterar, porque así se lo exigen al kirchnerismo las críticas circunstancias, un capítulo medular de su relato: el de la supuesta gesta de la recuperación de Aerolíneas Argentinas. Un repaso inicial de la superficie del acto iluminó la ausencia del presidente Alberto Fernández, incomodidad física y discursiva de la que Massa y Cristina Kirchner pretenden liberarse todo lo que sea posible.
Luego, el encuentro ofreció otro ejemplo de la marcada kirchnerización de Massa. De profundizar esta línea, pronto Máximo Kirchner lucirá moderado al lado del ministro. Música para los oídos de su ahora mentora, Massa abundó en la nomenclatura K, criticó la etapa de Aerolíneas Argentinas como empresa privada y defendió la gestión estatal al asegurar: “Dicen que Aerolíneas pierde plata, pero el Tesoro este año le transfirió cero, estamos pagando los saldos pendientes de 2022”.
Hay otra manera más realista de presentar lo que dijo el ministro: y es que Aerolíneas perdió tanta plata el año pasado, con la misma administración que la actual, que transcurrida la mitad de 2023 el Estado todavía está cubriendo ese rojo. Lo que Massa y Cristina no dijeron es bastante más crudo. En los 15 años desde su reestatización, Aerolíneas acumuló un déficit de más de 7.900 millones de dólares, deuda que fue cubierta por aportes del Estado, es decir pagada por todos los argentinos, incluso aquellos que nunca pasaron ni cerca de sus aviones.
Un dato la constituye en el ejemplo perfecto de pésima administración estatal, corrupción millonaria y descontrol financiero: en su década y media desde que La Cámpora tomara el control, nunca dejó de perder plata, y cerró 2022 con un rojo de 353 millones de dólares. La explicación la ofrece un informe de la empresa Air Consulting que aporta las tres razones de la falta de equilibrio financiero de la empresa.
Tarifas netas muy bajas, el alto costo de la estructura, que es igual a decir un exceso de empleados, y la muy baja productividad, tres pilares del populismo a la hora de administrar lo público. El gremialista Pablo Biró, que alguna vez dijo “enfrentemos y volteemos a este gobierno” (por el de Macri), es el gran beneficiado del sistema.
Pero lo más importante de cara a lo que viene no son los números, conocidos desde hace tiempo, sino la falta de originalidad en lo escuchado. Otra vez la supuesta soberanía de los cielos, activo débil ante la gravedad de la crisis. El oficialismo no puede construir un nuevo relato y apela a épicas ya fatigadas, recurre a vueltas olímpicas envejecidas. Allí está la novedad más relevante.