Sergio Massa es el director de una película de terror. Un cine nacional atroz que están sufriendo la inmensa mayoría de los argentinos. Hablamos de una inflación colosal del 120% para arriba que pulveriza los salarios de los que menos tienen y los ingresos de los jubilados. Massa es el responsable máximo de estas calamidades que además de la súper inflación, se expresan en un cepo feroz que espanta empresas e inversores.
Y en las aterradoras reservas negativas del Banco Central que ya no rasca el fondo de la olla porque empeñaron hasta la olla. En tres años huyeron del país 25 empresas multinacionales que daban miles de puestos de trabajo. Escapan de la inseguridad jurídica. Es insólito que el verdugo económico de tantos argentinos sea el “menos peor” candidato a presidente que tiene el kirchnerismo. Ya lo anticipamos. Eso no solamente es massismo, es masoquismo.
Frente a un muy posible fracaso electoral estrepitoso, Massa resolvió protagonizar otra película tragicómica. Es un oportunista muy experimentado en cambiar de camiseta a cada rato y por eso se lo apoda “panqueque” y “ventajita”. Massa se mimetiza con la persona y las circunstancias que tiene a su lado. Massa fue liberal de Alsogaray, peronista de Luis Barrionuevo, de Duhalde, de Néstor, de Cristina y contra Cristina y ahora, de nuevo de Cristina.
No lo mueve la justicia social. Lo mueve la voracidad por lograr el poder y la presidencia a cualquier precio. Hoy es más cristinista que Cristina. Hoy es más camporista que La Cámpora. Hoy dice que construyó una relación de respeto con Cristina y actuó un puchero casi llorón cuando Dady Brieva le mostró los elogios de la reina del Calafate. Le dijo a Jorge Rial la novedad del neo romance político con Cristina.
Y confirmó que tiene un vínculo de afecto con Wado de Pedro y Máximo, forjado con horas de tomar mate. No dijo nada de la fábrica de pastas que armó con su socio Máximo pese a que en el pasado muy cercano había prometido barrer a los ñoquis de La Cámpora a los que definió como “parásitos del estado”. También prometió que iba a meter preso a todos los corruptos. Y ahora los representa en las elecciones.
Sergio Massa casi le había jurado a Rial que nunca más iba a volver al kirchnerismo. Argumentaba que no tenía nada que ver con personajes nefastos y con La Cámpora. Esos archivos transforman en humo a casi todas las declaraciones del candidato del cristicamporismo. Su presunta picardía y su sanata de chanta, hoy sobreactúa izquierdismo berreta porque tiene pánico que Juan Grabois llegue a los dos dígitos en las elecciones PASO.
Hay un sector del cristinismo chavista más dogmático que se quiere lavar las culpas de llevar de candidato a un “vendepatria y cagador” como lo definió el piquetero. Si esa militancia que se auto percibe revolucionaria se cansó de tragarse los sapos de Scioli en el 2015, de Alberto en el 2019 y ahora Massa, tal vez deje tecleando a la fórmula Massa- Rossi. Para no correr ese riesgo, Massa se arrodilla a los pies de Cristina y se ofrece como títere de Máximo.
Y en consecuencia asume esa idea ferozmente antidemocrática de meter miedo a la gente y de decir que, si ellos no ganan, vamos a lamentar asesinatos y sangre corriendo por las calles. Ajuste y represión es lo que dicen que hará la oposición si gana las elecciones. Lo más gracioso y peligroso es que después de las elecciones internas, Massa va a tener que ir a buscar un público más de centro, más duro contra la inseguridad y más amigo del mercado.
Sergio Massa se sacará el disfraz de Néstor Kirchner o de Hugo Chávez y se colocará el de Jair Bolsonaro o del mismísimo Donald Trump. Mostrará a su amigo Rudolph Giuliani, el de la mano ultra dura de Nueva York, a sus aceitadas relaciones carnales con la embajada de los Estados Unidos y con funcionarios del “imperialismo” norteamericano que tanto detesta la base de Cristina Kirchner.
Será el momento de sacar del placard al cártel de amigos empresarios prebendarios que lo financian y que siempre están listos para hacer negocios híper rentables con el estado. Son los mismos empresarios a los que Cristina Kirchner acusó de hacer un concurso para ver quien decía la boludez más grande. Será mágico ver el cambio de camiseta, de discursos y aliados en 24 horas.
Una vez finalizada las PASO, Massa dará un nuevo giro de 180 grados y los más dogmáticos se felicitarán por haber votado a Grabois. Ya no preguntará si Patricia Bullrich fue Montonera. En ese momento tratará de ocultar a jefes montoneros de su gobierno como Jorge Taiana o a jefes informales de la inteligencia de Cristina como Horacio Verbitsky. Cambia, todo cambia. Pero la corrupción no cambia.
Tienen una voracidad por el dinero ajeno y por convocar a delincuentes condenados con condena firme de la Corte Suprema como Amado Boudou. Lo anticipó Leopoldo Moreau y antes de ayer se lo vio entrar a la casa Rosada. Un símbolo de la democracia y la República como ese edificio, ensuciado con la presencia de un ladrón de estado que tiene prohibido de por vida ejercer cargos públicos. Ayer Sergio Masa y su mujer, Malena, le daban duro a Mauricio Macri y trataban de subirlo al ring, igual que Cristina.
El primer día, Massa llamó a Daniel Scioli para sumarlo y el más humillado del cristinismo, aceptó ese abrazo falso y cínico. Ya se sabe: todos unidos triunfaremos. Cristina, el día de la inauguración del gasoducto, elogió a Massa por ir para adelante. Y agregó que eso siempre en bueno. No vaya a creer doctora. Siempre es bueno ir para adelante, menos cuando estamos al borde del precipicio y del abismo que fabricaron ustedes tres: Alberto, Cristina y Sergio Massa.