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Tras la simulación, el Gobierno toma nota de la derrota

Apagado el cotillón electoral y político, los problemas del país siguen empeorando y exigen respuestas cada vez más urgentes. Buscarían acelerar la negociación con el FMIApagado el cotillón electoral y político, los problemas del país siguen empeorando y exigen respuestas cada vez más urgentes. Buscarían acelerar la negociación con el FMI

juan manzur jefe de gabinete
Descacharreo

Terminaron los festejos de todos por el resultado electoral. De los que ganaron con cierta holgura y de los que perdieron pero han decidido simular que ganaron. Apagado el cotillón electoral y político, los problemas del país siguen empeorando y exigen respuestas cada vez más urgentes. Las elecciones han marcado aun más esa agenda postergada que debe ser atendida por un gobierno que, al contrario de lo que se percibe a sí mismo, ha emergido más débil por los resultados decididamente adversos.

El Presidente ha llamado a un  acuerdo con la oposición, en discursos en los que no se priva de criticarla. Es otra de las contradicciones que se expresan en las acciones de Fernández. La más flagrante es que está convocando a un hipotético consenso sobre temas cruciales sin haber logrado, todavía, un pacto sólido dentro de sus propias fuerzas lo que le resta credibilidad a la oferta.

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Juan Manzur, el jefe de gabinete que recomendó Cristina Kirchner marcando su giro hacia el peronismo clásico luego del golpazo de las PASO, daría este jueves un paso adelante exponiendo ante empresarios una posición favorable a crear condiciones para la creación de empleo, inversión y fuerte estímulo a las exportaciones. La piedra de toque de ese programa sería acelerar a fondo la negociación con el FMI para que el acuerdo se concrete lo antes posible.

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Se espera que en diciembre se firme el Memorándum de Entendimiento. En el gobierno se asegura que la Casa Blanca y el Tesoro de EE.UU. están cooperando. Sugestivamente, Argentina decidió apoyar en la Organización de Estados Americanos una resolución contra el dictador Daniel Ortega y su parodia de elecciones, desmarcándose en esa cuestión de la alianza con Cuba y Venezuela. Tras cartón, el canciller Santiago Cafiero decidió reemplazar al embajador argentino ante la OEA, Carlos Raimundi, quien será destinado a otro país centroamericano. Raimundi, un radical devenido en ultrakirchnerista, es acusado de fijar posiciones más acordes con su postura personal que con las instrucciones que recibe. Ese juego debía terminar, dijo una fuente que está al tanto de la remoción de Raimundi. Además Fernández repondrá al embajador en Managua que había sido retirado porque Ortega no le atendía sus llamados telefónicos.

Guzmán a dicho que Cristina apoya el acuerdo con el FMI pero hasta ahora la Vicepresidenta se mantiene callada, en un juego táctico en el que ella pareciera comprender que se necesita cerrar esa negociación pero al mismo tiempo quiere conservar su poder de veto para no comprometerse en las consecuencias que tendría el entendimiento con el Fondo. En este y otros temas, Cristina está como atrapada en el artefacto que ella armó: está incómoda y disgustada con este gobierno pero no tiene más alternativas que sostenerlo. Mientras esa duda persista, continuará la incógnita sobre el futuro del oficialismo que tiene que seguir gobernando en medio esas tensiones internas cada vez más agudas entre el kirchnerismo y el peronismo más clásico.

El ingreso deliberadamente tardío de La Cámpora al acto de Plaza de Mayo donde Fernández celebraba el “triunfo” ha sido un recurso ya gastado para demostrar que “los pibes para la liberación” estaban allí con disgusto, solo por disciplina. Están tan dispuestos a repetir la retórica y la gestualidad de otro tiempo, que solo les faltó entonar canciones contra algunos ministros del gobierno, como en 1974 cuando los echaron de la Plaza y del peronismo. El desenfoque histórico es que en el atril no estaba Perón sino un atribulado Fernández, que en su discurso solo mencionó a Cristina por su cargo institucional.

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El debate interno está abierto porque los malos resultados electorales tienen consecuencias evidentes: 1) El peronismo unido es vulnerable en las elecciones y necesita de alianzas con otros sectores; 2) Está retrocediendo claramente en las provincias más dinámicas y productoras, reduciendo su poder electoral a las provincias y distritos más pobres. El voto del trabajador formal le está siendo esquivo porque su esfuerzo no tiene relación con los aportes oficiales a sectores sociales no productivos. 3) La hegemonía interna del kirchnerismo está cuestionada: el anuncio de elecciones internas que hizo Fernández es también el final del dedo de Cristina para elegir candidatos, el método que entronizó a Alberto; 4) Existen divergencias sobre qué políticas se deben aplicar en el país y si las posiciones del kirchnerismo o del peronismo clásico no están desenfocadas de la realidad actual; 5) Alberto aparece como el candidato más posicionado para intentar la reelección. Este dato exhibe el yermo panorama interno, con los gobernadores que tampoco no han salido bien parados de este pulso electoral. También su postulación -Aníbal Fernández fue el último en proponerla- intenta fortalecer al Presidente para estos últimos dos años de su gobierno.

Si se trata de candidatos presidenciales, en la oposición abundan: Larreta, Bullrich, Macri, Morales, Cornejo, Manes, Lousteau. Parece demasiada oferta. Luego habrá una decantación y combinaciones en posibles fórmulas. Sobresalen dos sectores: Larreta y los radicales buscan representar el centro político, mientras que Macri y Bullrich despiertan simpatías en la derecha y centro derecha. El ex presidente sorprendió a un prominente empresario argentino al blanquearle sus intenciones de volver a la Casa Rosada. Antes que las primarias diriman quién los representará, los opositores deben adecuar sus opiniones ante la oferta de acuerdo que lanzó Fernández, de la que inopinadamente excluyó a Macri y a Milei. No tienen mucho apuro para decidir y están en una posición mejor para poner condiciones.

Primero, el gobierno deberá mostrar las cartas y demostrar que éstas no están marcadas.

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