Un joven se expresó a través de las redes sociales para contar un hecho de inseguridad que vivió su madre la semana pasada. “Tucumán está colapsada en todos sus rincones”, relató Santiago Moreno en una carta que fue compartida más 150 veces en Facebook:
El jueves a la madrugada nos tocó vivir un caso de extrema violencia, algo tristemente frecuente y casi cotidiano en Tucumán.
Mi mamá fue la víctima. Se encontraba sola en casa cuando fue sorprendida por 3 o 4 delincuentes que ingresaron armados. Ella los encuentra alrededor de las 4 de la madrugada en el pasillo. Uno le dice “tengo un arma y te voy a matar”, mi mamá cierra la puerta, grita que va a llamar a la policía y se va hacia su habitación.
Al ver que el delincuente la seguía al grito de “te voy a matar”, sale por una ventana que da hacia una terraza, se asoma al borde y se tira para que no la agarren, cayendo aproximadamente 6 metros hacia un patio interno.
Logra entrar a la casa, en la cual yo no me encontraba, y se desmaya. Los delincuentes aprovechan para llevarse todo lo que pueden: televisores, computadores, celulares, etc. Mi mamá se despierta luego, y se dirige a la casa de los vecinos donde logra pedir ayuda. Llegamos con mi hermano, y arrancamos una maratón de hospitales, sanatorios, estudios y denuncias.
¿Qué encontramos? Los hospitales de paro, las comisarías sin poder tomar una denuncia, y una impotencia que no para de crecer. Tucumán está colapsado en todos sus rincones. Si como sociedad no lo podemos ver, esto va a seguir creciendo.
Mi mamá terminó con una herida profunda en la cabeza que requirió de muchos puntos, fractura de clavícula y dedo del pie, y muchos, muchos hematomas en su cuerpo. Una persona. En este caso tuvimos la suerte de no perderla, porque lo material a fin de cuentas con esfuerzo se repone.
Sin embargo, pienso que es importante que paremos la pelota y nos detengamos en este episodio, entre tantos otros, ya que pone de resalto cuán precaria es la vida que vivimos. Nos hallamos expuestos a una inseguridad permanente, que no es ninguna sensación, sino el marco concreto en el que se desenvuelve nuestra cotidianidad.
Cuando una vida se pierde en ese contexto de inseguridad y corrupción, es imposible recuperarla. El robo de un celular o un televisor puede terminar con la existencia de una persona. Es algo tan banal y, al mismo tiempo, tan siniestro, que merece una reflexión muy profunda.