Opinión. “Lo que nos dejó la semana“
La semana que pasó concluyó con una lamentable actuación de la clase política en Tucumán, luego de que, tanto en el oficialismo como en la oposición, una serie de hechos dejó al descubierto las miserias que la lucha por el poder puede esconder. Pero que cada dos año, vuelve a la superficie como si de una cloaca putrefacta se tratara a causa de las elecciones, sean legislativas nacionales, provinciales o presidenciales.
En lo que hace al oficialismo, la guerra en el peronismo local ha tomado un color particular. Si se observa cuidadosamente, puede advertirse que Tucumán se encuentra gobernado por dos mandatarios. Y es que tanto Juan Manzur desde el Poder Ejecutivo, como Osvaldo Jaldo desde la Legislatura, semana a semana se muestran en todo tipo de actividades políticas en las que donde uno está, el otro no asiste.
No importa si se trata de entregas de boletos gratuitos o de inauguración de calles pavimentadas. Tampoco si se trata de un nuevo laboratorio oncológico o de la ayuda económica a algún club de barrio. El caso es que tanto el gobernador como el titular de la Cámara legislativa se muestran activos, pero absolutamente descoordinados, por lo que millones de pesos en recursos son gastados mientras los problemas de fondo siguen sin resolver.
Como si se trata de un hijo de padres separados, la sociedad tucumana ha quedado en el medio del fuego cruzado entre Manzur y Jaldo mientras observa impávido cómo sus problemas cotidianos, lejos de resolverse, empeoran. En ese sentido, si para muestra basta un botón, el recorte se recursos denunciado por parte del intendente de Banda del Río Salí, Darío Monteros, es una muestra de las consecuencias de la pelea entre el gobernador y su vice.
Y es que la construcción de la alcaldía en Banda del Río Salí, ante la crisis carcelaria y la fuga de presos que afecta a Tucumán, era una buena noticia y claramente un beneficio para los vecinos que tienen que convivir con el temor de vivir cerca de una comisaría en la que en cualquier momento un preso puede ir con una facilidad inusitada y que hasta hace pensar en algún tipo de complicidad.
Sin embargo, el proyecto no avanza cuando es imperioso trabajar con el proyecto de la alcaldía para la detención de imputados, ante la crisis carcelaria que vivimos en Tucumán. En ese sentido, en el Este, las comisarías también están colapsadas y la obra de la alcaldía ya tiene ley y hasta cuenta con los fondos de la Nación para la ejecución. Pero entonces, ¿Por qué no se avanza con esta obra?
Porque sería beneficiar supuestamente a la administración de un intendente que ve en Osvaldo Jaldo al heredero natural del peronismo y entonces es castigado por el gobernador Juan Manzur. Lo que debiera entender el oficialismo tucumano es que nada tiene que ver la interna partidaria entre quienes conducen el peronismo, con los beneficios que hoy se les niega a los vecinos de Banda del Río Salí.
Y es que esos $93 millones que está reclamando el intendente, no son para él, sino para cumplir con los servicios básicos de seguridad, salud, recolección de residuos, mantenimiento de espacios públicos y el mantenimiento de obras. Quienes conducen la Provincia, tanto en el Poder Ejecutivo, Juan Manzur, como en el Legislativo, Osvaldo Jaldo, tienen que dejar de lado situaciones particulares y empezar a buscar las soluciones posibles para todos los tucumanos.
JUNTOS POR EL CAMBIO – UCR
Pero si hablamos de brindarles una solución a los tucumanos, quienes están muy lejos de ello son cuatro representantes del radicalismo local. Dos de ellos, son legisladores nacionales y los otros dos son mandatarios municipales, pero comparten dos aspectos en común, que están lejísimos de poder convertirse en gobernadores de Tucumán. Y que su egoísmo y ceguera política le colocaron la tapa al cajón en el que yace la oportunidad de vender al peronismo.
Se trata de la senadora Silvia Elías de Pérez y del diputado José Cano y de los intendentes Mariano Campero y Roberto Sánchez. Ni los cuatro juntos pueden contemplar el hecho de que la sociedad clama a grito pelado por la unión de la coalición de Juntos por el Cambio en la provincia para derrotar al peronismo de una buena vez en un momento en el que existe una posibilidad verdaderamente histórica a causa de la grieta en el oficialismo.
Sin embargo, lamentablemente el personalismo de cada uno de los dirigentes radicales mencionados, sumado al hecho de que el egoísmo característico con el que los cuatro se condujeron en sus carreras políticas, los conducirá a ellos y a la oposición a una nueva derrota. Justamente de derrotas sabe mucho el radicalismo en el último tiempo a causa de su impericia para dejar de lado los espurios intereses personales de sus candidatos.
FUERZA REPUBLICANA
Pero, para ser justos, la derrota opositora no podría producirse nuevamente si le faltara el otro ingrediente clásico de las votaciones tucumanas, Ricardo Bussi y la especialidad de la casa, es decir, ser funcional al oficialismo de turno. A esta altura, se debería considerar al hijo del genocida Domingo Bussi como una especie de candidato peronista indirecto ya que su participación en los comicios siempre le sirve al oficialismo.
Y es que la historia de las votaciones deja en claro que luego de la derrota dura que sufrió a manos de Julio Miranda en el año 1999 en la elección para gobernador, Ricardo Bussi encontró más rédito político presentándose como un supuesto candidato que enfrenta al peronismo, pero que en realidad no hace otra cosa que dividir a la oposición. De hecho, cuando todavía restan discusiones internas en Juntos por el Cambio, el bussismo ya comenzó a hacer campaña solo.
Y es que se adelantó a cualquier posibilidad de acuerdo, por lejano que parezca, a causa de su necesidad de cortarse solo y serle funcional al peronismo. El supuesto adalid de la seguridad y la mano dura, no sólo no consiguió el objetivo de dividir al radicalismo en dos partes, sino que también consiguió erosionar y desgastar las figuras políticas de Mariano Campero y de Roberto Sánchez, quienes quedaron marcados como separatistas hacia el interior de la UCR.
GERMAN ALFARO Y BEATRIZ ÁVILA (PJS)
Pero si de oportunistas y funcionales en la oposición hablamos, el intendente de San Miguel de Tucumán, Germán Alfaro, se lleva el primer lugar. Algo que quedó más que en evidencia durante la semana que pasó cuando le fue imposible reprimir su verborragia y realizó declaraciones políticas en las que cuestionó a dirigentes que, según señaló, hace dos décadas se presentan como alternativas para los tucumanos.
Y es que claramente el mandatario municipal apuntó a desacreditar a sus supuestos colegas de la oposición con el fin de posicionarse como el único candidato de ese sector. Al mismo tiempo que apuntó a convertirse en el centro de las miradas del peronismo al que criticó en la figura de sus máximos representantes hoy por hoy, como son Osvaldo Jaldo y Juan Manzur. Todo esto bajo el argumento de que “la gente está cansada”.
Evidentemente, Alfaro se agrandó en el marco de la cercanía de las elecciones legislativas que se avecinas y comenzó a repartir bombas para todos los sectores con la única intención de ser el único político bien parado. Ahora bien, evidentemente, Germán Alfaro debe tener la cara de piedra a la hora de decir esas cosas porque parece haber adquirido una memoria selectiva en la que la amnesia política le hizo olvidar su más que funcional pasado para con el oficialismo.
Y es que resultan increíbles las declaraciones del intendente. Su soberbia no tiene límites. Lo demuestra cuando manifiesta que la gente está cansada de muchos políticos que están hace más de 20 años como opciones electorales, y no se incluye. Cabe recordar que Alfaro se alejó del PJ para aliarse al macrismo, siendo cómplice de las políticas implementadas durante ese tiempo.
Además, recibió una cuantiosa cantidad de dinero de las arcas nacionales, mientras Macri estuvo en el poder, para luego desconocer a Juntos por el Cambio haciendo que su esposa, Beatriz Ávila, abandone ese espacio opositor para formar un bloque autónomo. Germán Alfaro bien supo usufructuar por más de 20 años el lugar que ocupó dentro del peronismo, es decir, demasiado tiempo para obviarlo.
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Y es que Alfaro siempre fue funcional al oficialismo ya que, entre otras cosas, su propia esposa cuando fue legisladora también incurrió en la misma acción cuando aportó en el 2015 junto al entonces legislador provincial y actual Secretario de Obras Públicas capitalino, Alfredo Toscano. De hecho, sus nombres figuran en los registros de la Cámara Nacional Electoral como aportantes a la campaña del Frente para la Victoria-PJ en los comicios para cargos nacionales de 2015.
Esto significa que mientras usaba a Cambiemos jugaba para el kirchnerismo. Pero ahora Germán Alfaro también hace lo mismo cuando se muestra en reuniones con los dirigentes de Juntos por el Cambio, pero sale de recorrido con Juan Manzur por los vacunatorios capitalinos. Pero lo que ignora el intendente de San Miguel de Tucumán, es el hecho de que el engaño sí es algo que merece un castigo, al menos social.
Y es que pretende engañar a los ciudadanos que votan creyendo en un candidato que miente. Es como si Germán Alfaro y su esposa Beatriz Ávila creyeran que la ciudadanía come vidrio y que no está perfectamente anoticiada de que ambos también forman parte de la casta política que gobierna Tucumán los últimos 20 años. Esta pareja política pronto comprenderá que cuando escuche expresarse a la gente, lo que creerán aclamaciones serán en realidad abucheos.