El abogado Manuel García Fernández se declaró culpable y fue condenado a 16 años de cárcel por abusar sexualmente de su hijastra y una amiga de ella. Fue durante años asesor de Beatriz Rojkés, esposa de José Alperovich, hoy preso en el pabellón de delincuentes sexuales de la cárcel de Ezeiza.
Semanas atrás, la Justicia de Tucumán condenó a 16 años de cárcel a Manuel García Fernández, exasesor de Beatriz Rojkés de Alperovich por los delitos abuso sexual gravemente ultrajante y con acceso carnal en concurso real con corrupción de menores más agravantes. Una de las víctimas, Luján (nombre ficticio que eligió), contó el infierno que vivió durante más de 10 años y en los que el violador que confesó ser culpable culpable y está detenido en Villa Urquiza se escudaba en “falsos mantras espirituales” para cometer las vejaciones: “Tuve que escaparme, no soportaba aguantar loa abusos”, admitió la víctima.
La joven víctima del asesor de Rojkés rompió el silencio en Cámara del Crimen (Todo Noticias) donde relató el calvario que vivió desde los 5 a los 20 años, período en el que fue golpeada, ultrajada y abusada por García Fernández, quien confesó los delitos para evitar el juicio oral y no tener que afrontar un proceso como el que afrontó José Alperovich, hoy preso en el pabellón de delincuentes sexuales de la cárcel de Ezeiza.
García Fernández tiene hoy 50 años, es abogado y es descendiente de los propietarios del emblemático Ingenio Bella Vista, y es su linaje familiar el que da nombre a la localidad de Manuel García Fernández, en el este tucumano. TN indicó que los abusos comenzaron cuando la hijastra del abogado tenía 11 años, y que “era manipulada psicológicamente desde muy temprana edad“. En 2023 pudo denunciarlo.
“Tuve que escaparme de mi casa a los 20 años porque ya no soportaba vivir aguantando los abusos, temía que me mate y se mate el también“, repasó Luján en TN, y detalló: “Él entraba a mi habitación y decía que tenía atracción por las personas dormidas. Mi progenitora sabía que cuando se decía “vamos a meditar los dos solos” refería a una situación de abuso. Ella sabía todo y no hizo nada”.
Por eso, apuntó también contra su progenitora: “A pesar de que yo era abusada y luego de que saliera a la luz esta situación, mi progenitora no se separó de García Fernández y actualmente está imputada por haber sido cómplice necesaria de lo que me pasó. Mis hermanos también sufrieron graves consecuencias por toda esta situación“.
El citado medio subrayó que García Fernández utilizaba un esquema de manipulación psicológica y falsos mantras espirituales, haciéndoles creer que estaba poseído por espíritus que le pedían mantener relaciones sexuales para “terminar con el hambre en el mundo y las guerras”.
Luján contó que una amiga la ayudó a escapar y su entorno la ayudó para que pudiera radicar la denuncia en diciembre del 2023 que terminó con la condena del exasesor. García Fernández estuvo prófugo durante unos meses y a principios del 2024 fue capturado por la INTERPOL.
En juicio abreviado, García Fernández fue condenado a 16 años de prisión por abuso sexual gravemente ultrajante y con acceso carnal en concurso real con corrupción de menores. El acusado confesó los delitos, evitando un juicio oral.
Los abusos, la denuncia y la confesión de García Fernández
De acuerdo a la denuncia que presentó la joven en 2023, García Fernández se hacía pasar por “guía espiritual” y decía estar “poseído” por espíritus: uno llamado “Kum” y el otro “Laganor”. Así, perpetraba los abusos y se excusaba con que no era él quien la violaba, sino los fenómenos sobrenaturales que estaban dentro suyo, según remarcó TN tras la condena.
La Fiscalía explicó que mientras abusaba de ella, le decía que se quedara tranquila, que debía realizar actos sexuales para poder “complacer a estos maestros para que los protegieran y ayudaran a sus seres queridos”. A través de fundamentos místicos y espiritistas, “la atemorizó y entrampó en un sinfín de imposiciones planteadas como certeras para la víctima, logrando dominarla en sus pensamientos y emociones”.
El acusado también le mentía diciéndole que con prácticas como el “sexo tántrico” podían sanar enfermedades, o incluso ayudar a resolver problemas graves, como la contaminación ambiental o la guerra, aprovechándose de sus preocupaciones y sus vulnerabilidades.
A su hijastra, incluso, le dijo que podía curar al padre de su amiga, que padecía cáncer, o a su hermano con autismo para que pudiera hablar, entre otras cosas. También le aseguraba a la chica que “todo lo que conocía estaba mal” y que “lo que se le planteara en este plano era falso”, y que a través del “Tantra” ella lograría “iluminarse”.
De la denuncia se desprende que García Fernández ejercía un control psicológico profundo, lo que extendió los abusos por varios años. Estos episodios empezaron cuando la víctima tenía apenas ocho años, y, dado el vínculo de sometimiento que el hombre estableció, no pudo denunciar hasta ser mayor de edad, cuando sacó fuerzas para relatar ante la Justicia todo el calvario.
“Durante estos años en los que la nena era agredida sexualmente por su padre, sintió sufrimiento, desesperación y ganas de morirse. La víctima tenía etapas en las que dejaba de comer, se deprimía profundamente y tenía un peso que no estaba acorde a su edad, ocasionándole un grave daño a su salud”, expresa el fallo que lo condenó.
En 2019, García Fernández empezó a invitar a sus meditaciones a la amiga de su hijastra, de entonces 17 años, diciéndole que era médium y que podía hablar con espíritus. Con esta maniobra, la violó al menos dos veces. Estos hechos se volvieron a repetir varios meses después, cuando la chica cumplió los 18.
En su denuncia, la joven contó que el acusado “personificó a un maestro espiritual de nombre Aarón” y le dijo que harían una meditación para “cumplir sus deseos”. Le pidió que se acostara en la cama de su dormitorio y la abusó.
Después de dos años de radicada la denuncia, la defensa presentó un pedido de acuerdo para declararse culpable y recibir una condena en un juicio abreviado, que fue respaldado por el Ministerio Público Fiscal y aprobado con el consentimiento de las víctimas, aunque una de ellas expresó su disconformidad con la pena, por considerarla insuficiente.