La novedad la contó Juan Grabois ayer. “Estamos yendo a los barrios con la consigna ‘escuchar y cambiar el rumbo’. Hacemos una asamblea, vienen 400, 500 vecinos y alguien se pone la careta de Alberto Fernández. Entonces la asamblea habla y Alberto Fernández tiene que escuchar. Es como un ejercicio de psicodrama”, sorprendió. Y enseguida explicó, muy serio: “La gente saca sus problemas.
Sale mucho el tema de la inseguridad, hay una situación de aumento del narcotráfico que es grave, sale el problema del trabajo. Pero también gestos de agradecimiento por la vacunación, críticas a Larreta, a Vidal. Lo que está en el seno del pueblo. Un descontento general con la política”, concluyó sin ponerse colorado. El relato sería pintoresco, incluso divertido, si se tratara de otro país que no fuera la Argentina.
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Con 50% de pobreza, 50% de inflación anual, dólar en alza y un Gobierno dividido que no logra encontrar un horizonte, lo gracioso se transforma en patético y bordea lo trágico. Por lo que se advierte en los dichos del piquetero, además, el resultado de la catarsis colectiva no arroja resultados muy originales. No hace falta ponerse ninguna careta para saber que la inseguridad, el narcotráfico y la falta de trabajo son temas urgentes desde hace años.
Si es para eso, Grabois y sus acompañantes podrían ahorrarse, y ahorrarles a los vecinos, el tiempo y el ridículo. Al mismo tiempo el relato remite de modo inevitable al propio Alberto Fernández en el esforzado y efímero ejercicio de arremangarse los pantalones y tomar nota de los reclamos vecinales en el conurbano. Fue un intento rápidamente abortado durante la campaña.
Pero la realidad, el Alberto de verdad, y la ficción, la careta de Alberto, se combinan así en una escena surrealista, y el oficialismo consigue la hazaña de corporizar su propio meme. Demasiado parecido a un delirio. Grabois no es el único que sorprende con sus dichos. Victoria Tolosa Paz, la candidata a diputada, también corrió el arco de lo previsible al afirmar que la oposición busca un golpe blando.
“Arruinar al Gobierno tiene que ver con pensar y generar condiciones muy adversas para… debilitar y hacer un golpe blando”, aventuró. “Un golpe blando en materia económico, comunicacional y en cada una de las que puedan. Está claro que están dispuestos a todo”. Resulta singular que la candidata recurra a la idea de “dispuestos a todo”, tan cercana, por ejemplo, a la decisión de regalar viajes de fin de curso a los estudiantes.
¿Quién está dispuesto a todo?, sería una pregunta posible. Sin embargo, no hay inocencia en la definición de Tolosa Paz. En la Casa Rosada advierten cada día menos probable la posibilidad de dar vuelta el resultado de las PASO -según muestran las encuestas-, y sin gestión para lucir, el Gobierno enfoca su estrategia en buscar a quién o quiénes culpar por una crisis económica que se agudiza y a la que no le encuentra solución.
Para Tolosa Paz la culpa es de los responsables del “golpe económico comunicacional”. Para La Cámpora son “cuatro vivos” que quieren enriquecerse, y para Máximo Kirchner la explicación hay que adjudicarla “cuatro años a la gestión anterior” y “dos años a la pandemia”, la autocrítica no sería el fuerte del diputado. Para Roberto Feletti, al fin, son los empresarios y los “monopolios formadores de precios”. Un desesperado “tiro al muñeco” que está lejos de resultar original.
