En los últimos días se sucedieron noticias que parecerían estar desconectadas, pero que, en una segunda lectura, es claro que no lo están. El vacunatorio VIP que vacunaba a los amigos del Gobierno, a los militantes de La Cámpora y hasta a ministros treintañeros con vacunas denunciadas como robadas; un presidente que niega que eso sea delito; la Corte Suprema que intima a un gobernador por estar avasallando los derechos humanos.
También, el fallo que condenó a Lázaro Báez, entre otros, por lavado de dinero proveniente de la corrupción y, finalmente, un intento más de reformar la Justicia para, a la manera del vacunatorio VIP, cuidarse entre ellos a expensas de todos. Una semana habitual, pero no por eso menos agobiante, en nuestra querida Argentina y una lista de hechos que se relacionan en dos puntos.
Por un lado, el Presidente no se refirió a ninguno de ellos en el discurso del 1ro de marzo. Por otro, todos tienen el mismo origen: entender la democracia como algo que pasa cada 4 años y que, cuando ganan, les da carta blanca para manejarse como dueños de circo. Es obvio que el Presidente sabía del vacunatorio. Pensar lo contrario es pensar que no sabe lo que pasa con las figuras máximas de su gobierno.
¿Cómo puede no saber que funcionarios suyos se están apropiando de vacunas ajenas cuando él dijo una y mil veces que la vida era lo más importante en esta pandemia? Quizás quepa preguntarse la vida de quién. También sabe el Presidente que, por la impericia de su equipo, estamos corriendo de atrás esta pandemia, incluyendo la gestión de las vacunas. Pero lo más preocupante es su razonamiento de que en el vacunatorio vip no hay delito.
Su definición de que investigar el tema es “una payasada”. Es considerable el nivel de familiaridad con los privilegios que se necesita tener para saltarse la fila de vacunación de la pandemia más dramática de la que tenemos memoria viva, que nos tiene encerrados hace un año y que destruyó nuestra economía a niveles nunca vistos. ¿Creerá también que la historia le dará la razón?
Lamentablemente, esto no es nada más un error del Presidente, ni del gobernador de mi provincia o de los funcionarios que se vacunaron sin respetar las prioridades. Es la manifestación de una cultura del poder que hace años y años entiende que los funcionarios son ciudadanos de primera y el resto, de segunda. No entender esto y no hacer un correcto diagnóstico puede llevar a que no lo solucionemos.
Nada es casual y las noticias se seguirán sucediendo. La justicia debe ser el valor que ordene este lío cultural. No solamente porque con el vacunatorio se puso en riesgo la vida de cientos de argentinos, sino que además se pretendió minimizar el hecho, por si a alguien le quedaban dudas del desprecio con el que se manejan. No es una payasada. Salvo que, bueno, el presidente crea que lo que maneja es un circo. En principio, no estaríamos en desacuerdo.