Cuando el presidente o sus ministros se muestran en Ezeiza recibiendo embarques, simulan estar combatiendo la pandemia. Para hacerlo, deberían estar negociando la compra de vacunas con proveedores confiables y legisladores honestos. Cuando el presidente o sus ministros inauguran orgullosos unas pocas viviendas, simulan preocuparse por solucionar el déficit habitacional.
Su incompetencia no les permite ver que solo recreando las condiciones legales y económicas para que millones de argentinos nos pongamos a construir casas, será posible resolver el problema. Cuando el presidente o sus ministros prometen reducir algún impuesto, simulan cuidar nuestros bolsillos. Saben que gastando más de lo que recaudan, lo que no nos quiten por impuestos lo harán engañosamente con la inflación.
Cuando el presidente o sus ministros imponen un precio máximo, simulan preocuparse por nuestro poder adquisitivo, aun cuando la experiencia revela que más pronto que tarde ello derivará en desabastecimiento, escasez y mayores costos. Cuando el presidente o sus ministros, la vicepresidenta o sus asistentes, se empeñan en estatizar una actividad, simulan luchar por la soberanía.
En realidad, solamente procuran hacerse del “control” de otra caja y no de conducción de un mejor y más eficiente servicio. Cuando la vicepresidenta o sus ministros propugnan la reforma de la justicia, simulan hacerlo en pos de la democratización de la misma, cuando bien saben que la verdadera democracia requiere una justicia independiente de la presión de mayorías circunstanciales.
Cuando el presidente, sus ministros o sus sindicatos se resisten a medir el aprendizaje en las escuelas, simulan preocuparse por la discriminación de los alumnos, cuando en realidad están tratando desesperadamente de ocultar las deficiencias de las escuelas y los docentes. Cuando la vicepresidenta o sus ministros alardean de no pagar la deuda con el hambre del pueblo, simulan proteger a los pobres.
Cuando procediendo de ese modo no solo los multiplican, sino que además hipotecan su futuro. Cuando el presidente y sus ministros encienden una vela para homenajear a los muertos por el Covid-19 simulan dolor por aquellos que ya no están, lo cual desmienten insistiendo con una gestión sanitaria que, a la luz de sus resultados, ya a esta altura no se sabe si calificarla de errada o criminal.
Como hace tiempo dijo un expresidente: Los Argentinos estamos condenados al éxito… Lamentablemente un éxito simulado. De esta forma, queda claro que este Gobierno está conformado por verdaderos simuladores de no hacen, sino que aparentan hacer. Mientras tanto, el que sufre es el pueblo al que el kirchnerismo dice defender pero que no hace otra cosa más que perjudicar.
