Finalmente, el kirchnerismo duro hizo gala de su poder y terminó torciendo el brazo a Alberto Fernández. Y es que, minutos después de la medianoche, el presidente reglamentó la ley sobre el impuesto a la riqueza, por lo que de esta manera ya entró en vigencia. De esta forma, nuevamente quedó al descubierto quién gobierna el país verdaderamente a pesar de no ocupar el puesto más importante que es el Sillón de Rivadavia.
Cabe recordar que en las últimas semanas, diversos personajes caracterizados dentro de lo que se denomina kirchnerismo duro comenzaron a presionar para que se reglamente esta ley. Pasa que comenzaron a olfatear en el aire un rumor que existía hacia el corazón del oficialismo, pero que jamás llegó a confirmarse. Y es que muchos creyeron que Alberto Fernández no estaba de acuerdo con la creación de esta ley.
Y es que en diversas reuniones que mantuvo con diferentes empresarios en los últimos meses, le hicieron abrir los ojos y recapacitar. El sector emprendedor logró hacerle ver que un impuesto de esta característica no haría más que ahuyentar la poca inversión privada que todavía existe en el país. Y lo peor sería que no lograría atraer de ninguna manera inversiones extranjeras, teniendo en cuenta la imperiosa necesidad de contar con dólares.
Todo parece indicar que Alberto Fernández les dio su palabra los empresarios cuando se juntó con ellos antes de fin de año. No es casualidad que después de un mes, esta polémica normativa fuera aprobada. Y es que el presidente venía pateando la reglamentación de la ley para ganar tiempo a pesar de que eso podría despertar sospechas en el kirchnerismo duro, tal y como término sucediendo en los últimos días.
En el kirchnerismo olieron esta actitud del presidente y decidieron tomar cartas en el asunto, ya que comenzaron a sospechar que Fernándezhabía acordado con los empresarios no sacar a la luz esta ley. Pero el presidente no contó con la astucia y la presión del kirchnerismo, siendo que el mentor de esta normativa fue nada más y nada menos que el hijo de Cristina Kirchner y jefe del bloque de diputados del oficialismo, Máximo Kirchner.
El heredero no iba a dejarle pasar de ninguna manera la posibilidad de no reglamentar la ley por más que fue la decisión del mismísimo presidente. Y es que él sabe que quién manda en realidad es su propia madre y, por lo tanto, se comporta como un niño caprichoso que sabe que puede pedir lo que sea que lo obtendrá al final. Sin embargo, esto le saldrá muy caro el país a la hora de querer atraer inversores extranjeros.
Cabe preguntarse entonces ¿qué clase de autonomía posee Fernández si en contra de su voluntad recibe presiones para aprobar una ley con la que supuestamente no estaba de acuerdo? ¿O simplemente se trata de un presidente que le dice a cada uno lo que quiere escuchar, pero al final termina haciendo lo que el sector más radical de la coalición gobernante quiere? Mientras tanto, es la sociedad la que paga las consecuencias de estas medidas.