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UN PAIS SIN RUMBO Y EN MEDIO DEL ABISMO

cristina alberto
Descacharreo

Opinión. “Lo que nos dejó la semana

La dimensión todavía no valorada de los efectos sanitarios y económicos de la pandemia, le impiden a Cristina Kirchner y a Alberto Fernández fijar una posición para establecer objetivos mínimos. Es imposible que lo hagan. El Presidente acaba de renovar la receta del encierro y el cerrojo que se aplica desde el medioevo para combatir los contagios. Nada retrata mejor la impotencia de un país y de su gobierno que no contar con las vacunas suficientes. La herramienta que otros ya están usando para inmunizar a la población contra el Covid.

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A lo urgente se agregó la permanente precariedad de un sistema de salud que no alcanzó a ser suficientemente reforzado para afrontar una exigencia única. El planteo de la limitación de las actividades es la única receta posible en términos sanitarios, pero también la más costosa para los dramáticos registros sociales y económicos de la Argentina.

La prohibición de actividades para evitar contagios es también una encerrona para el destino político del gobierno que toma esa decisión. El país electoral saldrá del invierno diezmado por los indicadores sanitarios o asolado por la recesión, el desempleo, la inflación y el empobrecimiento. Las dos opciones son amargas y no puede descartarse que ambos fenómenos ocurran al mismo tiempo.

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Estos días de casos multiplicados en la zona más poblada del país insinúan ese escenario. Un revés del oficialismo es un presagio posible como lejano es el antecedente de una gestión derrotada en su primera prueba electoral. La historia sirve de poco cuando el presente presenta datos inéditos, a los que se suman los errores no forzados de un gobierno. Frente a esa situación, el peronismo reunificado que lidera el kirchnerismo tiene mucho en contra y poco a favor.

En su mensaje del viernes, Alberto Fernández nombró a la soga en la casa del ahorcado cuando dijo que sus medidas se tomaban sin cálculos electorales previos. El Gobierno ya negoció con la oposición la postergación por un mes del calendario electoral, al amparo de los indicadores del coronavirus. Las dos grandes expectativas del oficialismo tienden a diluirse entre la ocupación de las camas de terapia intensiva y los efectos de la crisis económica.

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fernández
Alberto Fernández

El kirchnerismo y sus aliados esperaban llegar a las PASO con una parte significativa de la población vacunada y bajo los efectos de un rebote de la actividad comparada con el derrumbe de la larga cuarentena del año pasado. A esos dos elementos, esperaba añadir el impacto que tiene en vastos sectores del país los ingresos de dólares de la soja. Dos de esos tres supuestos están atravesando su peor crisis.

Las dosis no terminan de llegar y las que hay están sometidas a un insólito tironeo de sectores ante los que el Gobierno cede al chantaje, cuando no habilita privilegios como los vacunatorios VIP. En ese sentido, cabe preguntarse, ¿Por qué en medio de tantos muertos y contagiados habría que vacunar primero a piqueteros, jueces o cuanto grupo o gremio se presente con credenciales de amistad o poder?

Tampoco la economía se reactiva y ahora volverá a sufrir los efectos de la caída de la circulación y de las restricciones horarias. Los millones de la soja llegarán, pero no hay economista que se atreva a pronosticar el alcance de sus efectos. Al Gobierno le queda, sin embargo, una esperanza razonable, la oposición. En sus propios enredos y en su precipitada discusión sobre el liderazgo, Juntos por el Cambio no termina de definir los términos de su oferta política.

larreta y bullrich
Horacio Rodríguez Larreta – Patricia Bullrich

Duda sobre cómo seleccionar a sus candidatos y apenas sí responde a los estímulos que le propone el oficialismo cuando ataca a sus rivales. Una cosa es la habitual pelea por las candidaturas y otra, muy distinta, es la discusión más o menos abierta sobre la verdadera identidad del espacio, identificado antes que nada como la negación al kirchnerismo. Y está demostrado que con eso no alcanza.

Horacio Rodríguez Larreta debe haber tomado nota de ese criterio. A su proyección presidencial se la están enredando con disputas en su propia casa, la ciudad de Buenos Aires. En esas indefiniciones y peleas se alimenta una de las mejores esperanzas del Gobierno. Cualquier político lo sabe, se puede estar mal siempre que el rival esté peor. Y a esa tímida esperanza se aferra el ineficiente oficialismo.

Además, en medio de la más cruenta etapa del coronavirus, con récord de muertes diarias y de internados en unidades de terapia intensiva, el Gobierno no tuvo mejor idea que festejar los diez millones de vacunas. No es incorrecto imaginar que las vacunas pueden representar votos. Al menos las encuestas de opinión pública reflejan en las últimas semanas que la imagen sobre la gestión gubernamental tiende a ser mejor entre quienes recibieron alguna de las dosis.

Spot oficial: así anunció el Gobierno la llegada de las primeras 10 millones de vacunas a la Argentina. @Aerolineas_AR

Esta cuestión también ha llegado a los mercados y a los agentes económicos. La explicación de ese singular deseo es eminentemente económica. Sin las suficientes vacunas, se prolongarán las restricciones a la actividad económica, caerán las expectativas de recuperación, decrecerá el consumo, se sucederán los quebrantos entre las empresas, disminuirá la recaudación tributaria de un Estado.

El cual, deberá volver a aumentar el gasto público para atender las necesidades de los sectores más castigados, se retrasará aún más la ilusión de una mínima solvencia fiscal y se potenciará la incertidumbre. La conclusión es otro año perdido. Pocas veces ha habido tanto consenso entre unos y otros, la Argentina necesita vacunas. Sin embargo, dista de ser el coronavirus la principal preocupación de los argentinos.

Por lejos, la cuestión sanitaria es superada por las inquietudes de tipo económico, sumadas la inflación, la insuficiencia de los salarios y el desempleo. El presente año se inició con importantes expectativas de crecimiento económico, tras la caída del PBI de casi diez puntos a lo largo de 2020. Pero el rebrote de los contagios por Covid ha comenzado a poner en duda esos pronósticos.

Hoy los interrogantes pasan por cómo se atenderán las necesidades de los sectores más afectados por las políticas domésticas y las restricciones impuestas a la economía frente a la crisis sanitaria, sin comprometer aún más la estabilidad fiscal y monetaria. Hoy prácticamente nadie apuesta a que el gobierno de Alberto Fernández hará algo diferente de lo que viene haciendo.

La actual administración parece insistir por el momento en las mismas recetas del pasado que jamás surtieron el efecto deseado. Sigue imaginando que con precios máximos, congelados o cuidados podrá frenar la inflación; que con la simple presión a las empresas podrá aumentar la producción; que es posible distribuir la riqueza sin haberla creado; que aumentando los impuestos podrá paliar el déficit fiscal.

Y que, en última instancia, siempre estará a la vuelta de la esquina la alternativa de esquilmar aún más a los sectores más dinámicos de la economía, con el campo a la cabeza. En definitiva, con la conducción de un presidente timorato y la aplicación de políticas económicas desastrosas más restricciones a causa de la falta de vacunas por la ineficiencia oficialista, estaba claro que Argentina estuviera en el podio de los países que peor gestionaron la pandemia y la vida.

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