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UN PRESIDENTE DEVALUADO

Fue Alberto Fernández quien prometió que el peronismo volvía para ser mejor, diferente de lo que fue la experiencia kirchnerista. Sin embargo, ayer confirmó que mintió al respecto.

Descacharreo

Es conocida la mala praxis del Gobierno en materia económica y sanitaria cuando a la vista están los malos resultados de cada una de sus intervenciones durante el transcurso de los últimos 200 días. Pero, además, en materia de comunicación tampoco desentona, lo cual quedó evidenciado cuando ayer el presidente Alberto Fernández dijo que se equivocan los argentinos si piensan que romperá vínculos políticos con Cristina Kirchner.

La frase popular indica que el pez por la boca muere y eso le ocurrió una vez más al mandatario nacional. Y es que de sus dichos se desprenden, en principio, dos posibilidades, una peor que la otra. La primera da cuenta sobre la falta de voluntad política y de carácter personal para detener una situación en la que es claro que es Cristina Kirchner quien decide la orientación ideológica de la administración gubernamental, cuando ese papel le corresponde a Alberto Fernández.

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La gravedad de esta primera posibilidad radica en el hecho de las graves consecuencias en materia institucional que implica saber que no es el Presidente quien lleva las riendas de un país. Justamente, es a raíz de esta decisión que Cristina Kirchner arremete contra la Justicia en lo que es una agenda que no habla de las necesidades de la gente, sino más bien, del propio objetivo de la vicepresidenta de asegurarse la impunidad con el fin de las causas judiciales en su contra.

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Con esas afirmaciones, Alberto Fernández desconoce que también las consecuencias se registran en el ámbito económico, donde la desconfianza que despierta Cristina Kirchner no sólo hace inviable cualquier tipo de inversión. También genera un caos en materia cambiaria haciendo que la mega devaluación se transforme en un fantasma que gana cuerpo a medida que se implementan las medidas que quiere la vicepresidenta.

Pero la otra posibilidad es la de que Alberto Fernández haya engañado vilmente a los votantes que confiaron en que sería él quien condujera los destinos de una nación hundida en casi una década de recesión económica, pauperización social y creciente empobrecimiento. Fue él quien prometió que el peronismo volvía para ser mejor, diferente de lo que fue la experiencia kirchnerista. Sin embargo, ayer confirmó que mintió al respecto.

Al decir que no se desvinculará de la hoja de ruta trazada por Cristina Kirchner, no hace más que confirmar que, en realidad, el peronismo volvió para terminar el trabajo inconcluso que interrumpió la vicepresidenta cuando Daniel Scioli perdió las elecciones del 2015. De esta forma, Alberto Fernández no sería más que una especie de Jefe de Gabinete de su compañera de fórmula, quien comandaría al país desde la presidencia del Senado. Tal vez sea tan grande la impunidad que sienta el Gobierno que Alberto Fernández haya blanqueado con sus dichos que seguirá junto con Cristina Kirchner. Sin embargo, puede que ayer haya generado un mayor empuje a la gente que se manifestará, la cual se encuentra hastiada por la orientación que tiene el oficialismo y observa cómo el Presidente baila firme sobre la cubierta del Titánic que encarna hoy la Argentina.

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