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Cuando el fuego comenzó a extenderse por el sur de Argentina, la bombera tucumana Andrea Cangiani no dudó un segundo y viajó desde Córdoba, donde reside en la actualidad, para combatir los incendios forestales de la Patagonia. Las llamas comenzaron a expandirse en diciembre, pero en los últimos días ardieron en múltiples focos de Neuquén, Río Negro y Chubut, donde está ahora. Entre el calor abrasante del campo y las noches sin señal, Andrea comparte su vivencia con una mirada crítica sobre un problema que va más allá del incendio en sí.
Hasta el lunes, los incendios abarcaban una superficie de más de 40.000 hectáreas, extensión equivalente a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El fuego dejó un muerto, casi 1.000 evacuados y un centenar de viviendas quemadas. Es posible imaginar lo que debe ser estar en esa situación, pero no se dimensiona el sacrificio, la impotencia y la esperanza de quienes luchan en la primera línea para que no se queme todo.
UNA IMAGEN FUERTE. Un panorama desolador acompañó a los bomberos en los últimos días. / ANDREA CANGIANI.
“La decisión de venir para acá fue muy sencilla: fui la primera en pasar mis datos sin pensarlo porque las ganas de hacer algo eran tremendas”, contó Andrea. Su vocación por ser bombera le permitió actuar con rapidez, siempre con el apoyo de su familia. La tucumana de 39 años se formó para apagar incendios en Traslasierra (Córdoba). En las últimas semanas, se decidió junto a sus compañeros a dedicar 15 días de su vida para combatir la crisis en el sur.
Los bomberos de Córdoba llegaron el viernes 7 de febrero a Chubut, específicamente a una zona muy afectada en las cercanías de la comuna rural de Atilio Viglione. Allí comenzaron su tarea, pero no fue sencillo. Los incendios arrasaron miles de hectáreas en Chubut. “Cuando me enteré de la magnitud del incendio sentí impotencia, que es lo que sigo sintiendo. Si bien estamos haciendo algo, es terrible saber que en realidad esto escapa de nuestras manos. Más allá del trabajo de campo que podemos hacer, es mucho más grande que esto”, expresó Andrea mientras describía las dificultades que enfrentaron al intentar apagar el fuego en zonas tan extensas y de difícil acceso.
REFUERZOS DESDE CÓRDOBA. Fueron 47 los bomberos que viajaron al sur para dar una mano. / ANDREA CANGIANI.
Además, destacó las complicaciones adicionales que enfrentan. “A veces el fuego se reinicia, vuelve a encenderse en algunos puntos, y tenemos que volver a trabajar desde cero. Hay que dejar todo bien frío, sin posibilidades de reinicios. Es un trabajo que no termina nunca”, comentó. Ella y sus compañeros se están hospedando en una escuela en Río Pico, Chubut, donde tienen baños, colchones y comida.
“No es tan simple como decir ‘allá vamos'”
Andrea contó que ya están terminando de extinguir el fuego en la zona, y que están viendo si pueden ir a El Bolsón y a Villa La Angostura. “Hay muchas cosas de fondo, no es tan simple como ‘listo, necesitan bomberos allá y vamos’. No es para nada así, si no, ya estaríamos allá”, explicó. La realidad es que deben conseguir diversos permisos y ser enviados con el aval de ciertos organismos. “Nosotros somos como peoncitos que se van moviendo en función de lo que decidan los de arriba. Es una decisión política: si no, ya estaríamos trabajando en los lugares donde realmente el fuego está descontroladísimo”, manifestó.
DÍAS DE ESFUERZO. Los voluntarios trabajaron incansablemente para frenar el fuego en la zona y lo lograron. / ANDREA CANGIANI.
Ella, junto a sus compañeros, están a la espera de ser enviados a un nuevo lugar para poder dar una mano. Contó que la situación no la afecta emocionalmente pero lo que sí siente es enojo ante el panorama. “Me da bronca porque siento que falla el sistema muchísimo. Pero bueno, estamos tratando de dar lo mejor desde donde podemos”, argumentó.
Mientras se dedicaba a su tarea, Andrea no pudo dejar de pensar en el impacto ambiental de los incendios, que afecta no solo el presente, sino el futuro de la región. “Hoy no estamos dimensionando lo grave que es. Lo que vemos con el fuego y las casas quemadas es solo una pequeña parte. El impacto ambiental será mucho más grande y probablemente no lo dimensionemos”, explicó.
ZONA DEVASTADA. La mayor parte de la fauna fue devorada por las llamas. / ANDREA CANGIANI.
Vivir como bombera
A pesar de ciertos gajes del oficio, Andrea aseguró que ser bombera es una vocación que siempre tuvo, aunque nunca se había animado a comentarlo. “Era algo que daba vueltas en mi cabeza, pero no me había animado a decirlo. Con mi hija ya más grande, pude dedicarme a lo que siempre quise hacer: ser bombera”, afirmó.
Hoy forma parte de las cinco bomberas del equipo cordobés, conformado por 47 voluntarios. Como parte de una reflexión final, envió un mensaje de aliento a otras mujeres que desean ingresar al cuerpo de bomberos, pero no se atreven. “No hay forma de que una mujer no pueda ser bombera. Hay muchas áreas dentro de la labor de los bomberos, no solo el fuego, sino también rescates y atención de accidentes. Hace falta mucho apoyo, especialmente de la familia, porque es un trabajo demandante”, dijo con firmeza.
EN ACCIÓN. La tucumana participó del combate a los incendios en la zona de Río Pico. / ANDREA CANGIANI.
Una larga espera y un futuro incierto
Hasta este martes, Andrea y su equipo seguían en Río Pico trabajando incansablemente para extinguir el fuego, comunicándose con sus allegados como podían. En este momento también hay importantes focos en el Parque Nacional Lanín (Neuquén), el Parque Nacional Nahuel Huapí (Río Negro), Epuyén y Atilio Viglione (Chubut). La situación no se limita al sur del país: existen incendios activos en Corrientes, lo que agrava la crisis ambiental, y obliga a movilizar a brigadistas y bomberos de la zona.
Andrea es sólo una de las muchas mujeres y hombres que, como bomberos voluntarios, arriesgan su vida para combatir los incendios forestales. En su testimonio se refleja la dedicación, la valentía y el compromiso de quienes luchan sin descanso por apagar el fuego que amenaza con devorar todo a su paso.