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Una familia de Lomas de Tafí corrió a golpes a una banda de ladrones

SECUELAS: Raúl y Leonor recuerdan lo vivido, mientras Pablo muestra la herida que sufrió cuando juntos repelieron a tres ladrones armados. /Foto lagaceta.com.ar
Descacharreo

Con sus 63 años, Raúl García tiene la experiencia suficiente para conocer de sobra ese sabio consejo que cada vez se escucha con más frecuencia en Tucumán: si te asaltan no te resistas, entrega todo porque los “choros” están jugados, dispuestos a todo.

Pero nada de eso impidió que reaccionara como lo hizo cuando el lunes a la siesta vio a tres ladrones golpeando brutalmente a su esposa, a quien sorprendieron con el portón de acceso a su casa abierto luego de que la familia regresara de una salida.

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El hombre recuerda con claridad los gritos de “Dame la plata, donde está la plata” que proferían dos de los sujetos mientras atacaban a su mujer Leonor Ibarrarán, tendida en el piso. Y fue esa imagen la que lo hizo dejar de lado lo que le mandaba la voz de la prudencia.

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García se avalanzó sobre uno de los delincuentes, mientras su hijo Pablo se encargaba del segundo que había entrado a la vivienda. El jefe de familia logró sacar a la calle al primero. Pablo la tenía más difícil. En eso apareció en escena el tercer hombre, más grande y fornido que los anteriores, aparentemente el líder de la banda.

En cuanto lo vió, García atinó a empujarlo, el sujeto trastabilló y se fue de espaldas contra el marco de una puerta con tanta violencia que se quedó sin aire. Eso convenció al que ya había sido repelido y al que aún luchaba con el hijo, a abortar el asalto.

Los vecinos, alertados por los gritos, salieron cuando ya los asaltantes derrotados escapaban. Algunos les arrojaron piedras. Otros intentaron seguirlos, pero todo fue en vano. Por estas horas son buscados por la Policía, según publicó La Gaceta.

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Según contó Emilse, hija del matrimonio, quien había participado de la pelea arrojando algunos objetos contra los malvivientes, cuando estos se alejaban gatillaron varias veces antes de subir al VolksWagen Gol Trend en el que huyeron.

“Tuvimos suerte”, reconoció luego Raúl, quien a primra vista, con su cuerpo delgado, cabello encanecido y gruesos anteojos, no parece alguien capaz de amedrentar a tres ladrones armados.

Como suele suceder, el episodio recorrió rapidamente el barrio, que se llenó de conjeturas sobre la forma en que se defendieron. Raúl desmiente saber artes marciales y explica: lo que sabe lo aprendió de chico, en esas peleas callejeras que, con códigos ya desaparecidos, abundaban en las tardes del pasaje Atlético, donde se crió.

El hombre asegura que reaccionó porque no pudo soportar ver la violencia con la que se manejaron. “Jamás vi algo así” dice, mientras Pablo muestra el enorme vendaje que cubre su cabeza. Tuvieron que hacerle varios puntos de sutura.

El vecino, convertido por unas horas en héroe, cierra el relato advirtiendo que seguramente todo nació de un error de los ladrones. “creo que buscaban a otra familia, porque llegaron convencidos de que iban a encontrar dinero”, asegura.

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