Muchos argentinos reconsideran sus actividades laborales al momento del retiro, y otros empiezan antes un proceso de conexión con intereses que habían dejado de lado. La importancia de contar con proyectos.
Violeta llevaba más de 20 años trabajando de contadora. No se había cuestionado su cotidianeidad ni su profesión, hasta que sintió ganas de volver a las aulas. Fue así que empezó a cursar la carrera de coaching y algo se transformó: hubo un renacer, nuevas oportunidades y hasta la reformulación de su día a día. Hoy ejerce como coach, asesora a empresas y tiene una agenda mucho más libre. “Ahora acomodo mi día, mi semana, ya no corro detrás de otros”, dice, aliviada.
¿Qué aprendió Violeta? Que no hay edad para volver a empezar. Lo mismo sucede con muchas personas que se retiran, y entonces conectan con esos gustos o hobbies. Lo hacen de manera más organizada y sostenida. Entonces, eso que hacían “para pasar el tiempo” se vuelve su nuevo trabajo.
“No hay una edad para reinventarse. Hoy más que nunca, el cambio de rumbo en la carrera profesional forma parte del mindset de los trabajadores, y la posibilidad de hacer ‘anclas de carrera’ en distintos momentos de la vida es cada vez más común. Eso sí: reinventarse no es solo una cuestión de deseo, sino también de preparación. Identificar nuestras fortalezas y desarrollar nuevas habilidades es clave para que ese cambio sea sólido y sostenible”, afirma Gustavo Aguilera, director de Talent Solutions y People & Culture de ManpowerGroup Argentina.
En este sentido, este experto invita a dejar de lado el sesgo de “ya es tarde”. “Este muchas veces es más personal que real, y tiene que ver con perder de vista nuestro propósito profesional. Cuando eso está claro, nunca es tarde para dar un nuevo paso. Por eso, la mejor manera de superar ese sesgo es reconectar con lo que nos apasiona, revisar el camino recorrido y alinear nuestros próximos pasos con lo que verdaderamente nos moviliza”, aclara Aguilera.
“Quizá algunas personas que tengan más de cuarenta o cincuenta años piensen que sea tarde para animarse a cambiar el rumbo, pero lo cierto es que hay más oportunidades laborales si se puede romper con cierto mindset y ser parte de un mundo laboral que está en constante movimiento”, detalla Leticia Chajchir, People Director de Endava.
“Es que hoy existen ofertas de formación más cortas que permiten una reconversión más rápida (antes había que estudiar una carrera universitaria nueva) y se valora el recorrido académico y laboral que las personas puedan traer. En nuestra industria tenemos muchos casos, como por ejemplo los perfiles de Data, tan demandados en la actualidad con la irrupción de la inteligencia artificial (IA)”, agrega Chajchir.
Por su parte, la psicóloga Silvana Vattimo (MN: 48082) y directora de SCI COMUNIDAD, explica: “Si bien las representaciones sociales colectivas pueden sesgarnos con una mirada de ‘mecha corta’ o ‘ya es tarde’, al considerar que logros que no alcanzamos más tempranamente no serán posibles de concretar en un estadio posterior de la vida, los testimonios de muchísimas personas, con mayor o menor reconocimiento en su campo, evidencian que esto es un mito instalado de otras épocas, escasamente representativo de la realidad”.

Por solo citar algunos ejemplos famosos, esta especialista señala: “John Pemberton que inventó la Coca Cola a los 57 años; Toyo Shibata escribió su primer libro de poemas a los 99; Winston Churchill logró llegar al poder en el Reino Unido a los 66 años; Giuseppe Verdi estrenó Otelo, su obra más conocida, a los 74, o Alexander Fleming que descubrió la penicilina a los 47 años, llevándolo a obtener el Premio Nobel de Medicina a los 64″.
“Expertos podrían opinar que la edad aporta la experiencia y casuística para consolidar ideas y replantearse objetivos, siendo este un eje estimulador del potencial y desarrollo. Asimismo, por arriba de los 50 muchas personas vuelven a sentir mayor tiempo a su favor, porque ya han organizado su agenda familiar y exigencias de la vida doméstica”, describe Vattimo.
¿Retiro o nuevo comienzo?
“El momento que uno podría denominar como el de la culminación de la carrera, que es cuando, por una cuestión cronológica, se acerca a la edad jubilatoria, es probable que ahí sea una buena oportunidad para replantearnos: ‘¿Lo que me trajo hasta acá fue realmente lo que me hizo absolutamente feliz? ¿Qué me haría feliz?’ A partir de esa pregunta, es probable que haga algo totalmente diferente a lo que hice hasta ahora. Y eso no significa que yo pierda mi ser activo a nivel profesional”, invita así a reflexionar Aguilera.
“Hay que saber escucharse, y para eso hay que detener el ritmo frenético. Muchas personas conectan con vocaciones, deseos y pasiones cuando, por algún motivo (enfermedad, dificultades personales, jubilación, retiros) pueden detener los automatismos o la velocidad de la rutina, para replantearse la pregunta de ¿estoy donde quiero estar? Y ¿dónde quiero estar?”, advierte Vattimo.
Matiana Behrends, socia para Advisory Services y directora de Capital Humano de Grant Thornton, explica: “La vocación es algo muy dinámico, y más en esta época. Uno va cambiando, va experimentando nuevas cosas y es posible que se le abran nuevos escenarios. No hay que pensar en la vocación como algo fijo e inamovible. No es realista pensar que una decisión que tomamos a los 18 años se va a mantener intacta toda la vida, sino que va a tener vueltas y se va a ir enriqueciendo con las experiencias que vivimos”.
La psicóloga Beatriz Goldberg, autora del libro ¿Cómo voy a hacer esto a la edad que tengo?, quiso explorar cómo le afectan a las personas los prejuicios, a los que define como “inhibidores de proyectos”.
“La gente tiene mensajes internos que cada uno tiene que seleccionar, y tratar de modificar. Es lo que uno fue introyectando, y que son mensajes frenadores: no es el momento, si hubiera hecho esto, no está el país para esto. Son frases que uno siempre escuchó. Ahora estamos viviendo una nueva longevidad, y hasta cualquiera edad se puede volver a empezar. Uno puede ir cambiando y tener proyectos, que son los combustibles necesarios para seguir adelante”, asegura Goldberg.

Reconocer la necesidad
Quizá el punto más importante esté en poder dar el primer paso. Se trata de reconocer que existen ganas de un cambio. Ya quedó claro que la edad es una excusa, pero muchas personas evalúan más variables, como las posibilidades laborales, el porqué lo harían, cómo impacta en su calidad de vida y más.
¿Cuándo vale la pena plantearse volver a empezar? “Quizá cuando ciertas tareas ya comienzan a automatizarse, cuando parte de lo que uno hace se va digitalizando, se empieza a usar más la IA en tareas transaccionales. Creo que son todas tendencias que llevan a repensar tanto nuestras prácticas como profesiones”, dice Chajchir.
Y complementa: “También es bueno indagar sobre los propósitos personales y los intereses que con el tiempo también pueden mutar. En Endava intentamos justamente que la gente pueda conectar con ese aspecto y contamos con programas de mentoreo como el Career Coaching Programme. Hemos acompañado a personas que ocupaban lugares más técnicos a transicionar hacia roles de liderazgo o más soft y viceversa”.
“Es cierto que nuestra actividad no siempre presenta aroma de rosas y puede evidenciar gratificaciones y dificultades. La pregunta se instala cuando a lo largo del tiempo, se vive una disconformidad crónica, un sentimiento de querer algo distinto e, incluso, una atracción por un campo descubierto, que nos lleva con mayor fluidez, sin tanto costo energético o que gatilla una gran curiosidad e interés. Permitirse los tiempos para explorar, para preguntarse a uno mismo y escucharse resulta importante en estos casos”, aconseja Vattimo.
Goldberg resalta que es necesario aprender que “no es un fracaso el cambio, barajar y dar de vuelta”. “Nosotros tenemos cartas en la mesa, a veces no la supimos usar bien, quizá nos queda un comodín que podemos utilizar. También es relevante dejar los miedos. A cualquier edad podemos hacerlo, tenemos más inteligencia, hemos guardado lo que aprendimos.”
“Hay que reprogramarnos, recalcular como el GPS, pero teniendo en cuenta nuestra personalidad. Una persona feliz es aquella que es proactiva, que enfrenta los problemas de su vida”, concluye Goldberg.