¿Por qué Mayra Mendoza, intendenta de Quilmes e integrante de la cúpula de La Cámpora, eligió operarse de un tumor benigno en el lujoso Hospital Austral de Pilar y no en el hospital Iriarte de Quilmes, que es un centro público? Que nadie piense mal. Quizás lo hizo para ahorrarle lo que vale un día de internación al sistema de salud pública. Porque en el fondo, a “lo público” les gusta manejarlo pero no usarlo. Dicho de otro modo: ellos no comen la comida de su restaurant.
Un grupo de trabajadores agrupados del hospital Iriarte de Quilmes escribió una carta abierta a la intendenta que dice así:
“Usted se realizará el procedimiento en el lujoso Hospital Austral y no en nuestro Hospital Iriarte de Quilmes; eso también nos apena. Estimada, soñamos con un hospital con la calidad, confort y estética como la del hospital donde le harán el procedimiento quirúrgico, porque los trabajadores de salud del Iriarte y los alrededor de 700 mil habitantes de Quilmes lo merecemos. Durante tres meses, no tuvimos tomógrafo, todo el pabellón de internación (cirugía, pediatría y clínica) está en un edificio agrietado y peligroso, sin agua caliente, sin picaportes, con enchufes rotos, con cables colgando de los techos, con camas rotas y colchones en mal estado, y a veces sin luz; los baños (en su mayoría) no funcionan o están clausurados; hay faltantes de insumos y medicación; el escaso personal técnico hace magia con la anticuada aparatología que poseemos; las especialidades cada vez son menos; el sistema de turnos está colapsado y los equipos de salud están incompletos”.
Vacunados Vip, varados Vip (exministro consigue volver al país sin demoras), y pacientes Vip. ¿Los votantes del Frente de Todos castigarán con el voto estas conductas de doble estándar? Probablemente, no. Una explicación posible se desprende del trabajo del sociólogo Juan Carlos Torre, que distingue dos tipos de votantes: los adherentes y los simpatizantes. Escuchemos a Torre:
“El vínculo de los adherentes con los partidos descansa en una prolongada identificación política y afectiva y esa identificación produce un recurso de vital importancia: la lealtad. Los simpatizantes, en cambio, tienen con el partido una relación más laica porque, teniendo preferencias definidas, no las asocian de manera estable con ninguna fuerza política y su respaldo tendrá un alcance específico. A mi juicio, la mayoría de los electores de Juntos por el Cambio se compone de simpatizantes que a la hora de los comicios deposita un voto de preferencia y no un voto de pertenencia. Si la gestión de JXC no está a la altura de sus expectativas, podrían retirarle el respaldo. El voto peronista, en cambio, es de pertenencia y lealtad”.
Adherir o preferir, he aquí la cuestión, según Torre. Cuando se vota por adherencia, es decir, por la lealtad que otorga en este caso la “identidad peronista”, la toma de decisión obviará las contradicciones de los candidatos. Mayra puede atenderse donde quiera, o un conocido exministro de Educación de Néstor Kichner pudo haber mandado sus hijos -como lo hizo- a conocidos colegios privados.
El costo político de haberlo hecho es bajo o nulo. Por eso, la intendenta difundió una foto en su habitación de la Austral, junto a Cristina Kirchner, que la fue a visitar. A ninguna de las dos les hizo ruido divulgar semejante monumento a la contradicción. Al igual que el afamado periodista que divulgó por radio que había sido vacunado en el Ministerio de Salud después de pedírselo al ministro, sin siquiera reparar en la barbaridad que estaba contando, la intendenta de Quilmes tuiteó la foto con la vice en la habitación privada.
A Carlos Zannini, hay que agradecerle la sinceridad. Él fue el que reveló sin reparos cómo esta casta política se ve a sí misma. Cuando Verbitsky ensayó una autocrítica, Zannini lo corrigió: “Estás equivocado, Horacio, no tenés que actuar con culpa porque vos tenés derecho a eso. Sos una personalidad que necesita ser protegido por la sociedad’.
Por Diego Sehinkman