Opinión:
Debería ser una elección más de las de medio término. En las que el peronismo está, en lo que va de este siglo, casi acostumbrado a perder. Y más aun si se tiene en cuenta la pandemia y la posterior recesión mundial. Pero no lo es.
El nivel de dramatismo que cobró en las últimas horas en las máximas esferas del oficialismo el 15N, es decir el famoso día después de la elección, abre una encrucijada y una expectativa que, insólitamente, no está relacionada con el resultado de las urnas, sino con el rumbo y la dinámica de funcionamiento de la coalición gobernante en los 25 meses que quedan de mandato.
Los 60 días que mediaron entre las PASO y las legislativas fueron eternos para el gobierno. Después de la carta-bomba de CFK y los cambios a medias del Gabinete, se entró en un virtual statu quo en el que nadie terminó de estar cómodo. La cristalización de esa percepción fue el acto de cierre. Una Cristina presente a pesar de estar convaleciente y un Alberto reiterando su vocación y mandato de unidad. Pero una organización que dejó expuestas las diferencias. Público que casi no escuchaba, desborde y cánticos pro Cristina que interrumpieron tantas veces el discurso de Victoria Tolosa Paz que la candidata terminó con un incómodo: “Así es difícil”. Y sí, Vicky, para ellos también fue difícil.Victoria Tolosa Paz saluda a Cristina Kirchner en el acto de cierre de campaña del Frente de Todos en Merlo (REUTERS/Matias Baglietto)
“Mi análisis y aporte terminaron el día que se decidieron los candidatos. Después solo me dediqué a acompañar”, la frase es de uno de los cinco integrantes, hasta ahora, de la mesa del poder. Y delata el pase de facturas internos que aún persiste.
Hoy los sectores en puja están más expectantes que nunca. Con lecturas contrapuestas del cómo llegaron hasta acá y, sobre todo, el cómo seguir, pero con una certeza que los unifica: que volverán a perder. Lo más pesimistas dicen que lo mejor que les puede pasar es repetir los guarismos de las PASO. Los más optimistas creen que podrán acercar el bochín en la provincia de Buenos Aires, en La Pampa y hasta en Santa Fe.
Que dieran vuelta algún distrito sería realmente un milagro. Entre la inflación a 3,5, el dólar tocando los 207 pesos y el estallido social de Ramos Mejía (por enumerar sólo los hechos de esta última semana), el oficialismo sólo pudo contabilizar en su haber de campaña la reaparición estelar de Mauricio Macri. Eso siempre y cuando la memoria emotiva del electorado que alguna vez votó para echarlo no se haya adormecido en estos dos años.
Así como la derrota está clarísima para todos, también tienen claro que el Frente de Todos no cumplió con las expectativas generadas en el 19. El peronismo llegó al poder esperando poder repartir hacia abajo lo que Macri acumulaba hacia arriba. Pero se encontró teniendo que jugar a un juego que no acostumbraban: administrar la escasez.
Se trataba claramente de que la gente recuperara el poder de consumo. En los primeros tres meses se logró: el salario creció 6 puntos. Después llegó la pandemia y las restricciones. El logro se pulverizó primero por la recesión y después por la inflación.
Un contexto difícil que fue potenciado por un sistema de toma de decisiones absolutamente inoperante. Y con el que Sigmund Freud se hubiera hecho un picnic de tener la oportunidad de llevarlo al diván.Alberto Fernández y Cristina Kirchner en el acto de cierre de campaña del Frente de Todos en Merlo
Hasta aquí las coincidencias entre los sectores del gobierno. Que no son pocas. Pero el gran tema son las diferencias. Sin un mea culpa generalizado y adulto a la hora de explicar el porqué de la derrota anunciada, cada uno hace una lectura llevando agua para su molino.
Para los hombres que crecen cercanos a Alberto (imposible definirlo como albertismo porque en rigor no los une el amor a Alberto sino el espanto ante la Cámpora y el Instituto Patria) el gran error de estos primeros dos años fue que el Presidente escuchó de más a la Vicepresidenta, que cuando tuvo la oportunidad no se independizó y que todo se hizo a medias.
Para el Instituto Patria y los seguidores de Máximo Kirchner la explicación está en las antípodas. No sienten el gobierno como propio, acusan a la gestión de tibia, de haberse olvidado de los de más abajo y de moverse al ritmo de las dudas del Presidente. El error de Cristina habría sido tener “demasiada paciencia y gritar (o escribir) demasiado tarde”.
Las lecturas son tan disímiles que mientras para unos Cristina eligió y ungió a Alberto como candidato (¿habrá capacidad de autocrítica a la luz del resultado?), para los otros Alberto tuvo la inteligencia de fogonear a terceros para, en el fondo, hacer que Cristina lo eligiera. Si esto fuera así cabría preguntarse qué pasó después con esa capacidad de manipulación que, evidentemente, quedó anulada en el sillón de Rivadavia.
Tan antagónica es la lectura del pasado como del porvenir. Quienes esperan que Alberto reaccione o despierte, creen que esta vez ya no hay lugar para más “berrinches” de Cristina, que ese fue el techo de la relación y que hay que empoderar al Presidente.(Foto archivo) Alberto Fernández en el acto de apertura de sesiones del Congreso, 1° de marzo de 2020 (REUTERS/Agustin Marcarian)
—Vienen intentándolo desde el primer día. ¿No es momento de reconocer que no hay pasta para, no hay uñas de guitarrero o simplemente que él mismo no quiere empoderarse?, preguntó Infobae.
— Lo mismo decían de Messi en el seleccionado. Que era pecho frío que no tenía alma de líder y miralo ahora…, contestó uno de los que diariamente trabaja para la “independencia” del Presidente.
El planteo es literal. De adentro y de afuera hay muchos esperando que Alberto se empodere. Seguir esperándolo después de dos años es, de mínima, voluntarismo. Alberto es un Presidente peronista que ejerce el poder como si fuera radical, apelando a reduccionismos históricos.
Y hete aquí la gran incógnita para los días que vienen. ¿El peronismo se dobla o se rompe?
Doblarse está directamente relacionado con el tiroteo de poder. Con un sector (llámese CGT, algunos gobernadores, el Movimiento Evita, entre otros) que por distintos motivos pretenden una salida rápida de esta crisis sin condicionamientos de Cristina y con empoderamiento de Alberto. Con otro sector, el Instituto Patria o la Cámpora, que pretende que de una vez por todas el acepte su rol de “designado por”, reconozca sus limitaciones y se deje. O deje que ella organice el destino inmediato.
Los primeros estuvieron activos en los últimos días. Tanto que este martes anunciaron un acto para el próximo miércoles, Día del Militante, que pareció —de mínima— una apertura de paraguas por si perdían las elecciones. Y de máxima un intento de que Alberto no se achique una vez más ante Cristina después de la derrota.
Los organizadores (CGT y movimientos sociales) dicen que aún no hay nada decidido y que todos los sectores internos están invitados. Pero lo cierto es que el pasado jueves en Merlo antes de subir al escenario el propio Alberto tuvo que dar explicaciones. La Cámpora había quedado afuera. Y la movida era publicitada claramente como anti Cristina. “Me invitaron y que querés que les dijera. Me pareció un buen gesto”, se excusó el Presidente. Esa costumbre de no hacerse cargo o de victimizarse es la que eyecta a un sector de la coalición.
Durante la campaña hubo un acto masivo protagonizado por todos. Fue el 27 de octubre en homenaje a Néstor Kirchner. Habló Alberto y llegó al estadio acompañado por Máximo. Un mundo de diferencias con esta movida. Ponerse a pensar en una movilización post elecciones, cuando propios y extraños están esperando cambios o definiciones de rumbo, es — al menos— discutible.Acto de homenaje a Néstor Kirchner en Morón (Foto: Luciano González)
De todas maneras, hasta la concreción de la movilización anunciada quedó para definirse mañana. La sensibilidad de todas las partes está a flor de piel.
El radicalismo histórico tiene un lema. Que se rompa pero que no se doble. El peronismo en el ritmo radical que le impuso el estilo Alberto está hoy en ese mismo debate.
O un sector cede ante el otro o se da por perdedor, al menos en el plano de las ideas, o la coalición se rompe. En el medio queda solo una alternativa. Que los próximos dos años siga esta agonía donde nada se define. O que, como proponen algunos amigos del Presidente, la coalición acepte las diferencias internas y defina todo, hasta el último concejal de pueblo, midiéndose en las urnas.
Las opciones para el día después son múltiples. Se trata de administrar el poder por 25 meses más. En un escenario en el que el poder permanente presiona por otra devaluación, coquetea con el helicóptero peronista con una Asamblea Legislativa y la sociedad toda siente los años de pauperización con un nivel de pasividad que sorprende.
Y ahí está la clave de este fin de año. Hace unos días fue un asesinato en Ramos Mejía el que hizo estallar a un pueblo. Cristina esta atenta a Diciembre. Sabe que la paciencia tiene un límite.
Por Nancy Pazos