No alcanza el cepo, los 900 tipos de dólares imposibles de memorizar por la diversidad. Ahora es inadmisible viajar y pagarlo en cuotas. Las reservas netas del BCRA siguen reduciéndose para contener a un tipo de cambio que sale a los prados a corretear como Heidi. Eso sí, porque nada es sin promiscuidad en la Argentina: usted no puede pagar sus vacaciones en cuotas, mientras ellos usan los aviones oficiales a su antojo.
Como Manzur que hace poco viajó a Estados Unidos con un avión sanitario de la provincia de Tucumán. Todo muy normal en medio de una pandemia. La asimetría entre la vida que llevan los gobernantes y la que lleva la población es cada vez más elocuente. Se ve que el lema de campaña del oficialismo que rezaba “el futuro que queremos” hacía referencia al futuro que querían ellos para ellos. Seamos sinceros, el futuro nuestro no lo quiere ni el perro.
Mientras tanto, los espejitos de colores los siguen vendiendo. El viernes Gabriela Cerruti, la portavoz del gobierno dijo: “Todo el mundo viaja y va a poder viajar por placer, por ocio, por cuestiones médicas o por lo que fuera. Obviamente, cuando no puedan pagar ese pasaje en una cuota, lo podrán pagar financiándolo con los diferentes planes que tienen las tarjetas de crédito, que tienen una tasa bastante baja, o con créditos personales”.
Es grandioso, porque ellos te encadenan y chocan la calesita mientras no paran de hacerse los que saben en el camino. Son capitanes en la derrota, tirapostas de telgopor. Comentadores de la propia goleada en contra. No pueden gestionar ni un tren fantasma, pero te hablan como si fueran graduados de Harvard. Tienen la meritocracia de un Todo por 2 pesos. Te decían que no íbamos a ser Venezuela jamás pero de a poquito van avanzando.
Y es que cada vez tenés menos habitaciones en las cuales moverte, llega un momento en el que te das cuenta que sos libre: libre de quedarte en tu habitación. Libre en tu metrito cuadrado. Sin poder moverte más allá. Argentina es un país que se achica y te achica. Ahora, no podés viajar en cuotas. Dólares había en la Rosadita, se acuerda, dólares había en las cuentas de Hotesur, dólares tenía Lázaro, el que se hizo rico de la noche a la mañana.
Ahora, usted no tiene acceso a esos dólares. La culpa es suya: le tocó estar del lado de los honestos. El deterioro es gradual, pero cualquiera puede ver que la precarización económica da pasitos pero no parece tener límites. Entretanto, en un mundo paralelo, el abogado de Fabiola por la festichola en Olivos, expresó, escuché, que: “El Presidente confía en una pronta resolución del conflicto”.
Hermosa expresión, ¿no cierto? Sutiles presiones hacia la justicia. Imagine, si la justicia pudo morfarse como un pacman las causas a la Presidenta, imagine que la fiesta en Olivos es un canapé que se lo comen en un bocado. En el paisaje lunar inerte que presenta nuestro país, la CGT le dijo al Gobierno que pedirá nuevos reajustes salariales. Ya ni siquiera los sindicatos alineadísimos pueden contener que el desmadre es gigantesco y que el dinero se evapora cada vez más rápido.
Las alternativas ya casi son inexistentes, entonces se cierran todas las canillas, mientras se nos dice que nada de lo que sucede es por culpa de las decisiones tomadas. Vigilar y castigar parece ser la única medida con veedores mirando los precios y Felettis apretando a lo matón. Como no tienen ideas se ponen a hacerse los patovicas de precios. Sería simpático sino fuera que eso jamás funcionó.
El kircherismo repite sus errores con una insistencia majestuosa, parece que encontraran placer en la terquedad de intentar una y otra vez las fórmulas del fracaso. No es ni siquiera la profecía autocumplida, es la derrota autogestionada. La pregunta es si el Gobierno consigue avizorar cuál es la salida frente a esta incapacidad estructural para tejer soluciones. Porque no parece siquiera estar atento ni a sus propias derrotas electorales. Danzan en la cubierta del Titanic sin el menor pudor.