Los más optimistas, dentro y fuera del Gobierno, creen que el acuerdo con el FMI se concretará más temprano que tarde y que el Congreso no será un obstáculo invulnerable. Incluso cerca del presidente Alberto Fernández, se piensa que la resistencia del kirchnerismo al entendimiento con el organismo financiero internacional, si bien se hará sentir, no se materializará en una obstrucción a la iniciativa.
Desde un principio, la lógica que ha imperado en el cristinismo, con Máximo Kirchner como más representativo vocero, es que, si el gobierno nacional accede a bajar el déficit fiscal de la manera que lo pide el Fondo Monetario, la coalición oficialista estará condenada a perder las elecciones presidenciales de 2023. Los más extremistas dirigentes cristinistas vinculados al Instituto Patria imaginaron que un apoyo financiero de China y Rusia podría suplir al FMI.
La geopolítica siempre puede impactar, de una forma u otra, en una renegociación de deuda como la que mantiene el gobierno argentino con el FMI. Pero el problema de la Argentina es otro: de lo que se trata es de presentar un programa económico creíble y coherente, que proporcione al mundo y a los inversores la necesaria confianza acerca de la voluntad del país de honrar sus compromisos y sobre su real capacidad de pago.
De allí que hoy el mayor problema probablemente no sea llegar al acuerdo para renegociar la deuda, sino lo que ocurra a partir del día después. Es probable que la oposición al acuerdo desde el cristinismo tenga mucho más de simbólico y de testimonial que de material. No significa que sus representantes en el Congreso vayan necesariamente a apoyar con su voto el entendimiento.
Pero sí que podrían ingeniárselas para restarle respaldos sin poner en peligro su aprobación final. Durante enero, una encuesta de Analogías, una de las consultoras preferidas de los dirigentes del kirchnerismo, no trajo buenas noticias para los adláteres de Cristina Kirchner. Sus datos demostraron que una porción no menor de la población apoyaba la necesidad de un acuerdo con el FMI.
Y que el discurso oficialista responsabilizando por el crecimiento de la deuda pública a Mauricio Macri no había prendido como esperaban en la opinión pública. Según ese sondeo, el 45% de los encuestados dijo creer que la deuda aumentó más durante el gobierno de Alberto Fernández que a lo largo de la gestión de Macri (38%). Otro 38% coincidió en que el eventual acuerdo con el FMI sería beneficioso para el país, en tanto el 45,6% sostuvo que sería poco o nada beneficioso.
Se trata de cifras que demuestran que el organismo financiero internacional dista de generar el nivel de espanto en la ciudadanía que algunos dirigentes pretenden mostrar. La conclusión es que ni siquiera en el electorado que apoyó a la coalición oficialista hay tanta oposición a pactar con el FMI como pretendieron hacer creer las primeras espadas del cristinismo. No solo entre los especialistas en economía impera la creencia de que un default con el organismo financiero implicaría un salto al vacío, con gravísimas consecuencias para el futuro inmediato del país.
También ese criterio parece prevalecer en buena parte de la ciudadanía. ¿Obrará esto para ablandar al kirchnerismo en el Congreso a la hora de tratar el entendimiento con el FMI? No es improbable. Ya en la principal fuerza opositora, Juntos por el Cambio, hay un consenso básico en que sus legisladores no deberían trabar la aprobación. Tal vez sea lo que termine pasando finalmente.