La droga es un veneno. Está absolutamente comprobado. El Estado no puede ni debe enseñar a consumir más ordenadamente para reducir los daños. Eso tal vez puede funcionar en un círculo reducido de adictos en recuperación. Pero jamás, utilizar ese mensaje entre jóvenes que no hayan caído en esa desgracia. Se creen de avanzada revolucionaria y muy cool porque fomentan semejante hecho criminal.
Pero son reaccionarios que atrasan porque la droga te quita la libertad. La droga te convierte en esclavo. Y las dos preguntas del millón. ¿Cuánto es poquito para los falsos progresistas del cristinismo que gobierna Morón? ¿Cuál es la fuente confiable que recomiendan? ¿Las ambulancias de Mario Ishi, el intendente preferido de Alberto Fernández? ¿Los proveedores de Morón?
Y es que la droga es el padre y la madre de todos los delitos. Los narcos que utilizan a los enfermos que consumen su basura están metidos en todas las instituciones. Y prostituyen a la política, a la policía, a la justicia y a los medios con fortunas de dinero manchado de sangre. El general Martín Balza dice que es difícil combatir a los narcos porque dispara con misiles de un millón de dólares.
Hay que decirlo de la manera más descarnada posible: no hay droga buena porque no hay muerte buena. Y la droga asesina. Todas las drogas matan: más temprano o más tarde. Algunas matan en forma fulminante y otras lo hacen por goteo: primero te esclavizan, te hacen adicto, te dominan hasta que finalmente, cuando menos lo esperas, te clavan un puñal por la espalda. La droga no discrimina.
No hace diferencias ni por edades, ni por condición social, ni por sexo y mucho menos por ideología. Acá no hay grieta. La droga mata a todos por igual. Solo que como el hilo se corta siempre por lo más delgado, impacta más entre los más pobres y entre los más chicos. El consumo, la producción, la exportación y el lavado de dinero proveniente del narcotráfico son los cuatro eslabones que integran esa cadena criminal nefasta.
La droga es el principal enemigo del pueblo. Un patrón del mal que produce una verdadera implosión social. El kirchnerismo siempre tuvo una actitud cómplice y negadora. No solo por los millones de dólares que embolsaron con el contrabando de efedrina y por el triple crimen. También porque personajes fuertes del gobierno como Aníbal Fernández miraban para otro lado y subestimaban el problema.
Minimizaban el drama diciendo que éramos un país de tránsito. Si de tránsito… hacia el precipicio. Hasta los propios compañeros peronistas de Aníbal como los ex ministros de este gobierno, Felipe Solá y Daniel Arroyo, en un spot de campaña le pasaron la factura al actual ministro de este gobierno. No solamente la droga mata. En general, en la mayoría de los casos, mata a pibes.
En definitiva, es un crimen a la vista de todos que liquida a los jóvenes. Es por ello que resulta urgente y nos toca a nosotros levantar esta bandera y llevarla a la victoria. “Ni un pibe menos por la droga” debe ser nuestro objetivo colectivo. Nuestra epopeya nacional. Ni uno menos por la droga. Ni uno menos. No hay otro camino que matar a la droga antes de que la droga nos mate a nosotros.