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Las zonceras que dice Cristina cuando habla de economía

Es muy difícil entender por qué una persona inteligente como la Vicepresidenta pifia tanto en un tema central. ¿Pifia o miente? ¿En qué medida cree lo que dice o dice lo que cree que le conviene?

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Opinión:

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El lunes por la tarde, en Avellaneda, Cristina Kirchner intentaba demostrar -con ciertas dificultades- que las ganancias de las grandes empresas son el principal motivo de la inflación. En ese contexto, la Vicepresidente empezó a juguetear con una expresión desconocida para la mayoría de las personas. “Me puse a mirar la edbita de algunas empresas…”, anticipó. “¿Qué es el edbita de algunas empresas?”, se preguntó. “Cuando voy a mirar, por ejemplo, el edbita…”, insistió. “¡224,3 por ciento de edbita!”, destacó. Tanto énfasis en esa palabrita, tenía un costado, a la vez, complicado y gracioso. Porque, en realidad, nadie en el mundo sabe qué es el “edbita”. A juzgar por el contexto, tal vez Kirchner se refería al ebitda, que es el acrónimo de la expresión “Earning before interest, taxes, depreciations and amortizations” (ganancias antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones).

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Se trata de un desliz menor y disculpable, porque el concepto estaba bien explicado en castellano. Además, a mucha gente le sucede que cancherea y queda pagando. El problema se agravaría, en cambio, si ese pequeño error revelara que la ex presidenta presume de saber mucho de Economía, cuando no tiene idea del asunto. Y sería mucho más grave aún si en función de esa ignorancia de base emprende batallas políticas o embate violentamente contra su propio gobierno. En sus últimas intervenciones, Kirchner ha dado señales de que eso es, precisamente, lo que está ocurriendo. Por eso, seguramente, varios economistas y periodistas que la han defendido en las situaciones más difíciles, empezaron tomar distancia y a manifestar cierta perplejidad frente a sus intervenciones.

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He aquí un listado, para nada exhaustivo, de las últimas incongruencias vicepresidenciales:

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1. Durante el discurso del lunes, Kirchner sostuvo que ella defendió las reservas argentinas al imponerle a empresas con balance comercial negativo, que desarrollaran proyectos para exportar. El miércoles insistió con ese tema al citar una nota periodística que destacaba la experiencia supuestamente virtuosa de la empresa Newsan. Más allá de ese caso, que merece un análisis más exhaustivo y sobre el cual hay versiones contrapuestas, tal vez corresponda analizar qué pasó con las exportaciones y las importaciones durante la gestión de CFK: no fijarse en pequeños detalles sino en el cuadro general. Los datos del Banco Central indican que, a un valor 100 para 2004, las exportaciones -en cantidades- apenas treparon a 104 para el 2015. Las importaciones, en cambio, aumentaron –también en cantidades- a 242 en el 2011. Los resultados de su gestión en términos de defensa de las reservas, y por lo tanto de la soberanía nacional, fueron muy malos. Es criterioso entonces que otros funcionarios eviten repetir esa experiencia fallida. Pero CFK sostiene que, como usó la lapicera, tuvo éxito; y arma un escándalo cuando no aplican sus recetas. Hay allí un pequeño problemita para todos y todas.

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2. Pero los problemas apenas comienzan. El lunes pasado, Cristina Kirchner dijo: “En el ranking de países evasores, de países donde la evasión es muy importante, Argentina ocupa el tercer puesto. En nuestro país la recaudación representa el 28 del PBI cuando debería representar el 45 del PBI. El primer país es Guyana. El segundo lugar del podio está ocupado por Malta, que no es una cerveza ni una marca ni nada… Y el tercero Argentina. Sí. Tercer país evasor en el mundo, junto a Zambia, a Pakistán y no me acuerdo a qué otro país más”.

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La historia de cómo CFK llega a esos números es impactante. Unos días antes del acto de Avellaneda, el Instituto Patria difundió un trabajo donde están los datos que nutren a la vice. Ese estudio concluye que, de existir “un eficaz control tributario”, la recaudación aumentaría un 60 por ciento y representaría un 45 por ciento del PBI en lugar del 28 actual. Eso mismo repitió Cristina. Para obtener esas conclusiones, “el Patria” se apoyó en un estudio realizado por la Universidad de las Naciones Unidas, sobre una base de datos del FMI.

Lo que no dicen “el Patria” ni la Vicepresidente es que todos los datos ¡¡¡corresponden al año 2013!!!!. Es decir, que la incapacidad de recaudar como corresponde se debería a su Gobierno y no al actual. El pequeño detalle da sustento a una frase que pronunció esta semana el periodista Alejandro Bercovich: “Se está asesorando con economistas del fondo de la ola”. ¿No lo vieron? ¿Lo ocultan? El cuadro puede verse a continuación: allí, en el encabezado, se lee claramente a qué año pertenecen los datos.

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Todos los años, varios organismos internacionales de primer nivel -el Ciat, la Cepal, el BID y la Ocde- elaboran un trabajo llamado “Estadísticas tributarias en América Latina y el Caribe”. El 27 de abril difundieron el correspondiente al período 2010/2020. Los datos de ese informe son brutalmente distintos a los que presentó la Vicepresidenta. En principio, la Argentina aparece como el tercer país que recauda más impuestos como porcentaje del PBI en la región. La Argentina recauda el 29,3 por ciento del PBI, 8 puntos más que el promedio de los países de América Latina y el Caribe. Ese estudio informa que los países de la OCDE recaudan 33 puntos del PBI, ¡doce menos de los que Cristina cree que podrían recaudar la Argentina! ¿De dónde sacaran en “el Patria” esas conclusiones que ella repite? ¿Del edbita?

O sea que, en base a datos que revelarían cómo recaudaba el gobierno que ella presidía 2013, la Vicepresidenta denunció como inoperantes o cobardes a los actuales ministro de Economía, titular de la AFIP y presidente del Banco Central , y pidió sus remociones. Al mismo tiempo, acaba de colocar al frente de la aduana a Guillermo Mitchell, que era el número 2 de la AFIP cuando, según el estudio en el que se apoya el instituto Patria, se recaudaba tan mal. La casa está en orden.

3. Los problemas se profundizan. Luego de su salida del Ministerio de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas presentó una carta de renuncia muy crítica hacia la política energética del Gobierno, por la que responsabilizaba a la Vicepresidenta. Horas después, la empresa estatal involucrada, Enarsa, le contestó a Kulfas. Esa respuesta fue respaldada por Cristina, quien la subió a sus redes para darle una máxima difusión. Allí aparece una frase que mezcla el surrealismo con la psicodelia: “Es miópico (sic) sostener que la importación de energía debilita a las reservas internacionales del país”. Ningún economista, de la línea teórica que fuere, podrá entender jamás cómo alguien escribió semejante cosa. ¿De dónde supondrá la Vicepresidenta que salen los recursos para pagar las importaciones? Si alguien realmente cree que importar energía no debilita las reservas, tal vez no se preocupe cuando su país pierde la soberanía energética, que fue exactamente lo que ocurrió cuando Kirchner gobernaba.

Matías Kulfas (Maximiliano Luna)Matías Kulfas (Maximiliano Luna)

4. A principios de mayo, Cristina dio el primer discurso en el que desarrolló su teoría sobre cómo se combate la inflación, en base a su propia experiencia. Dijo entonces: “Tuvimos una devaluación en enero de 2014 y la inflación se nos fue a 38. Pero al año siguiente la bajamos a 24 o 25″. Esa frase ofrece varios flancos. El primero es que se trata de un recorte que omite lo central. Lo que en realidad ocurrió con la inflación desde que Cristina asumió en 2007 no fue, precisamente, que “la bajamos”. En 2006, antes de que ella asumiera, los precios en la Argentina habían subido un 9,8 por ciento. Pocos años después, como reconoce Cristina, habían trepado a casi un cuarenta por ciento. La mala praxis produjo el regreso de la inercia inflacionaria, erradicada en los años noventa mediante la convertibilidad. No había vuelto ni siquiera luego de la trágica ruptura de ese régimen. Pero además, la razón por la que en 2015 hubo menos inflación que en el 2014 no tiene nada que ver con la lapicera de Cristina: simplemente, en 2014 el Gobierno devaluó y al año siguiente no. Lo que parece una discusión histórica tiene efectos determinantes sobre el presente. Porque, contra toda evidencia, ella cree que efectivamente triunfó contra la inflación gracias a la administración de la puja distributiva y entonces recomienda medidas similares a las que, en realidad, causaron el problema.

5. En ese mismo giro, Cristina permite recordar tal vez la única medida significativa que tomó durante su mandato contra la inflación. “Tuvimos una devaluación en enero de 2014 y la inflación se nos fue a 38. Pero al año siguiente la bajamos a 24 o 25″, dijo. El problema de ese ejemplo es que en ese año, el 2014, la inflación oficial, que informó su propio Gobierno, había sido del 23 por ciento y no del 38, ¡15 puntos menos de lo que Cristina reconoce ahora! Esa diferencia se explica porque el Gobierno de Cristina Kirchner, durante largos ocho años, mintió sobre la inflación. Eso logró el milagro de bajar la inflación, que ella recuerda con orgullo, mientras, al mismo tiempo, subían los precios, un detalle que ella olvida.

6. El discurso del lunes tuvo otro gran momento. La Vicepresidenta dijo que todo proceso inflacionario fue precedido por un gran endeudamiento. Para defender esa idea apeló a dos ejemplos: la inflación de la década del 80 que sucedió al endeudamiento producido durante la dictadura, y la actual, que es posterior al endeudamiento de la gestión macrista. La historia ofrece dos contraejemplos muy recientes. El primero es el de la década del 90, cuando la deuda crecía a paso rápido mientras había deflación. El segundo es autobiográfico. Antes de la asunción de CFK, Nestor Kirchner no había endeudado a la Argentina sino, todo lo contrario, la había desendeudado. Entonces: ¿por qué entonces con ella volvió la inflación? Esa pregunta es el elefante del que nunca se habla en los discursos de la Vicepresidenta, pero que puede ver cualquiera que no sea un believer: con ella volvieron la inflación, la restricción externa, la pérdida de la soberanía energética, los déficits gemelos. ¿No debería explicar algo de eso en lugar de presentar como una serie de triunfos lo que, en realidad, fue una cadena de derrotas?

Cristina Kirchner y Alberto Fernandez (Franco Fafasuli)Cristina Kirchner y Alberto Fernandez (Franco Fafasuli)

7. Durante sus últimos discursos, la Vicepresidenta elogió al capitalismo chino, en comparación con el norteamericano, porque incluyó muchas más personas en el mercado, y las sacó de la pobreza. Al mismo tiempo, reclamó aumentos de salarios en la Argentina. Cualquier conocedor superficial del proceso de desarrollo chino, sabe que ese proceso tan espectacular tuvo entre sus rasgos centrales a los salarios bajos. Empresas de todo el mundo se radicaron, entonces, en China para aprovechar esa ventaja. CFK admira la manera en que se desarrolló China pero recomienda lo contrario para la Argentina. ¿Cómo se juntarán las dos ideas? Misterio.

8. En septiembre del año pasado, luego de la debacle oficialista en las primarias, la Vicepresidenta difundió una carta en la que adjudicaba el resultado electoral a un supuesto plan de ajuste del Gobierno. Un ajuste implica que el Estado gaste menos que un año antes. En agosto de 2021, sin embargo, se gastó 66 por ciento más que el mismo mes del año anterior, una diferencia que superaba con creces a la inflación. “Tiene razón Guzmán. No hubo ajuste”, explicó por entonces Alfredo Zaiat, tal vez el periodista más elogiado por CFK en sus discursos.

9. En la misma carta, la ex presidenta había dicho que este Gobierno tiene más reservas que el suyo para enfrentar la presión cambiaria. Su ex viceministro de Economía, Emmanuel Álvarez Agis, explicó que en 2009 Cristina disponía de 45 mil millones de dólares de reservas. En el momento en que Cristina escribió su carta había solo 9 mil millones. ¡Cinco veces menos! De esa magnitud suelen ser los errores de la Vicepresidenta. No se trata solo de confundir ebidta con edbita.

10. La relación de Cristina Kirchner con los números, en realidad, siempre fue complicada. El ejemplo que mejor permite entenderlo es lo que ocurrió con la resolución 125. Esa medida reestructuró el esquema de relaciones políticas y humanas en la Argentina. Muchas familias y amistades se rompieron en ese momento. El peronismo se dividió. Durante siete años, ella agredió a quienes señalaron que aquella medida era un error político y, sobre todo, técnico, de la misma manera que agrede ahora a quienes no acuerdan con su mirada. En el año 2015, durante la campaña electoral por la jefatura de Gobierno porteño, Cristina admitió que la resolución 125 tenía, efectivamente, un problema de cálculos. Por entonces, Martín Lousteau encabezaba una lista opositora. “Ahí está el que nos hacía mal los números de la 125″, dijo Cristina. Finalmente, había llegado el reconocimiento del error. Tardísimo. El daño ya se había producido.

Es muy difícil entender por qué una persona tan inteligente como Cristina Kirchner pifia tanto en un tema central. ¿Pifia o miente? ¿En qué medida cree lo que dice o dice lo que cree que le conviene? Nadie puede responder esas preguntas. Lo cierto es que tantos errores de diagnóstico, y de tanta magnitud, explican muchos de los pesares que viven los argentinos. Gobernar no es solo una cuestión de números, pero los números importan mucho. Si son incorrectos, o si se los interpreta mal, se puede hacer mucho daño.

Claro, se trata de un punto de vista. Como todo. Máximo, el hijo de la vice, hace un tiempo defendió una visión alternativa con una reflexión deslumbrante: “Una cosa son los números y otra el bolsillo de la gente”.

Eso dijo.

Y tiene razón.

Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

Por: Ernesto Tenembaum

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