Cristina Kirchner, como los líderes del justicialismo que la antecedieron creyó hablar, una vez más, desde su inalcanzable pedestal, el lunes último durante el plenario de la CTA. Al dueño máximo de la manija peronista no se lo discute. Mucho menos en voz alta y públicamente. Por ser un movimiento de concepción férreamente verticalista, lo que diga el caudillo de turno es palabra santa y, por lo tanto, investida de una suerte de “infalibilidad”.
Al apuntar contra su propia “materia prima” (los movimientos sociales que el kirchnerismo prohijó e hizo crecer durante tantos años, no solo para controlar la calle sino también para disminuir el poder del movimiento obrero organizado, expresado en la CGT), Cristina Kirchner no se dio cuenta de que accionaba su propia implosión. También reclama el manejo de esas cajas para sus aliados.
Se escudó en Eva Perón para atacar a los gerentes de la pobreza, funcionarios de su compañero de fórmula, algunos de ellos. Llovido sobre mojado: ya venía chamuscada por la marcada degradación electoral de su fuerza (perdió en 2015, 2017 y 2021) y es -será difícil olvidarlo- la “doctora Frankenstein” que parió a “Alberto Presidente”, aunque ahora reniegue de su voluble criatura.
La tradición, respetada a rajatabla, de no discutir a quien detenta el liderazgo justicialista está rota y no es un dato menor. Sus imprevisibles consecuencias se verán más temprano que tarde. Montoneros cuestionó a Perón, en 1974, y esa interna fue resuelta sangrientamente a tiros luego de la muerte natural del fundador del PJ. Ahora, por primera vez, le contestaron fiero “los compañeros” a la “papisa” de la iglesia cristinista.
En las antípodas del viejo axioma de antaño sobre que “Los mejores días siempre fueron peronistas” de la comunicación idealizada, paternalista y monolítica del viejo justicialismo, se pasó en esta etapa a una atomización de voces muy divergentes y en estado deliberativo que viene multiplicando Cristina Kirchner en sus últimas tres “clases magistrales” (en Chaco, en YPF y en la CTA).
Cada nueva aparición pública y verborrágica de la vicepresidenta ahonda el conflicto, sin ofrecer ninguna solución práctica. Solo retórica picante con aroma a naftalina. Quedó muy averiada Cristina Kirchner y, si no se nota más, es porque ni siquiera en el horizonte, se vislumbra quién podría reemplazarla en su comando supremo. Esto ya era así en diciembre de 2015, cuando salió de la Casa Rosada después de ejercer el poder ocho años seguidos.
Pero ni siquiera en sus peores momentos durante el macrismo, ningún dirigente se atrevió a disputarle su liderazgo. En ese sentido, cabe mencionar que tiene suerte la vicepresidenta porque la cumbre de gobernadores nac & pop solo consistió en una coreografía tristona y poco ejecutiva. Sigue sin asomar la persona inspirada que pueda “enamorar” al peronismo y liderar lo que viene.