Si había alguna duda acerca de lo parecidos que son estos días de la Argentina a aquel país incendiado de finales de 2001 y las semanas siguientes de 2002, la cuestión se terminó de aclarar esta semana. El 8.4% con el que explotó el índice de inflación de abril no solo puso en terapia intensiva al Gobierno kirchnerista, sino que marcó la peor cifra en veintiún años.
Por eso, el ministro de Economía Sergio Massa debió lanzar una batería de medidas económicas y acudir a la misma receta que Mario Blejer utilizó a hace dos décadas para frenar la erupción del dólar y la inflación. “Que la codicia le gane al miedo”, es la frase célebre que Blejer agitó en aquellos días para justificar una suba de tasas desde el Banco Central que llegó al 140% anual.
Massa, y el presidente del Central, Miguel Pesce, llevarán esta semana las tasas del 91% al 97%. Es cierto que la codicia es el combustible de los mercados y el de los inversores. Como también es cierto que el miedo es mucho y que se necesita demasiada codicia para vencerlo. Massa pronunció el miércoles una de las frases que va a quedar en la historia de esta crisis económica y social.
“¿No les parece que ya tenemos demasiados quilombos como para andar enquilombándole la vida a la gente con las peleas de la política?”, preguntó el ministro en una tribuna de la localidad bonaerense de Navarro. Y no esperó ninguna respuesta. El mismo la ensayó. “No nos entra un quilombo más; orden político para que haya orden económico”, gritó Massa, como para darle más énfasis a una idea que es mucho más fácil de decir que de concretar en la Argentina.
Dos días después, el viernes a media tarde y cuando los argentinos empezaban a desconectarse de sus propios quilombos para tratar de disfrutar el fin de semana, el Indec les clavó una estaca en el corazón con las cifras de la inflación. Massa se refería, obviamente, a los quilombos dentro del Gobierno y del Frente de Todos, la coalición que integra junto a Alberto Fernández y a Cristina Kirchner para tratar de reencausar (sin éxito) el rumbo del país colapsado y sin futuro a la vista.
El problema para Massa sigue siendo la realidad. Acaba de atravesar su primera corrida cambiaria en nueve meses de gestión y el descalabro proyectó la inflación anual al 108%. La mayoría de los analistas financieros, y hasta sus colaboradores más estrechos, admiten que no tendría chances de resistir una segunda corrida. Por eso, es que necesita desesperadamente que el FMI le adelante el dinero para llegar como sea al 13 de agosto.
Cuando decía que no le entraba un quilombo más, Sergio Massa se refería a ese frente peronista que el kirchnerismo ha convertido en una maquinaria avejentada. Sin embargo, el ministro de Economía cuenta con la ventaja adicional de que los quilombos no son propiedad exclusiva del Frente de Todos. El fenómeno descripto con esa argentinidad alcanza a toda la política de nuestro país.