En un país que puede jactarse de contar con chantas numerosos y diversos, Massa es el chanta por antonomasia. Ser el mayor chanta de la Argentina es un mérito no menor. Es como ser el mejor jugador de fútbol en un país que ha dado algunos de los mejores jugadores del mundo. La competencia es feroz.
Massa no oculta esa condición. Al contrario, la hace ostensible, la exhibe con legítimo orgullo. Se diría que es un militante de su propia chantada. Puede ser un fervoroso seguidor de Álvaro Alsogaray (fue afiliado a la Ucedé) o de Néstor Kirchner; un cultor de las ideas del ala más dura del Partido Republicano de Estados Unidos y de las del chavismo.
El principio aristotélico de no contradicción le provocaría risa. Es cierto que de muchos dirigentes políticos se podría decir algo parecido, en especial del peronismo. Juan Perón alentó a la extrema derecha y a la extrema izquierda con una plasticidad que a la larga tuvo resultados trágicos. Sin embargo, Massa lo hace de un modo especial, porque no pretende (o no le sale) ocultar el truco.
Un punto a su favor. Es, si esto no fuera a su vez una chantada, un chanta sincero. Ahora va por el mundo manifestándoles su amor incondicional a todos los líderes que visita. Es prochino o pronorteamericano dependiendo de quién sea su interlocutor. Un auténtico Leonard Zelig, el hombre camaleón que creó el genial Woody Allen en un célebre film.
Que eso se sepa inmediatamente no le hace mella. A fin de cuentas, ¿no prometió que pondría presos a los “ñoquis” de La Cámpora y hoy es su candidato a presidente? Mauricio Macri lo bautizó hace algunos años “ventajita”. En un acto reciente, a su lado, Cristina Kirchner fue más allá: lo llamó “fullero”.
Massa sonrió emocionado ante ese reconocimiento público que premiaba así décadas de esforzada trayectoria. Su desafío actual, para el que llega sumamente preparado como ninguno, es hacer creer que es opositor del gobierno del que es la figura principal. “Estamos muy mal, pero ya van a ver cómo cambiarán las cosas cuando Massa sea presidente”, repiten como un mantra en su entorno.
No lo será, pero el solo hecho de que una de las principales fuerzas políticas de la Argentina, la que, tristemente, ha ganado más veces las elecciones desde la restauración democrática, lo lleve de candidato debería hacernos reflexionar. El populismo no crece en el vacío. Necesita una tierra fértil. En estas comarcas la encontró. Massa habla más de nosotros que de sí mismo.