Para ellos, fue un día largamente esperado que finalmente llegó tal como lo habían imaginado. A esos hombres, que ya pasaron los 60 años, que detestan que los describan como “los chicos de la guerra”, con ropa de combate y con sus medallas que lucían orgullosos, les habían indicado reunirse sobre avenida del Libertador, al lado del Museo Nacional de Bellas Artes. Lo que se veía era una suerte del festival del reencuentro. Abrazos, sorpresas, risas, bromas y recuerdos de hombres que estuvieron en una guerra, que estaban ahí para contarla y que sienten que ya es tiempo de ponerle un punto final al sufrimiento de una posguerra, signado por el olvido y la indiferencia.
Los pilotos encabezaron el desfile, y fueron los que recibieron los primeros aplausos del público
Para ordenarlos, les indicaron que los primeros en marchar serían los de la Fuerza Aérea, luego la Armada y finalmente el Ejército.
Casi en primera fila estaba Luis Cervera, piloto de A4-B, con ropa de combate cubierta de distintivos y parches. “Es un orgullo y un gran sentimiento desfilar ante el pueblo. Es importante porque lo va a ver el mundo, y quiero que lo vean los ingleses para que vean que seguimos con el mismo sentimiento, que vean que estamos de pie y con espíritu de lucha y que están ocupando algo que no les corresponde”.
Algunos de los tripulantes del Submarino Santa Fe. A la derecha Alberto Macías, que perdió una pierna en la guerra
Los recuerdos que tienen los veteranos de Malvinas de los desfiles militares no son los mejores. En los festejos del bicentenario, el gobierno kirchnerista no les permitió desfilar y un grupo reducidísimo logró romper el cerco policial exhibiendo un cartel “Gloria a los 649 héroes”. Y en los festejos del 9 de julio del 2019, pudieron participar, pero quedaron para el final y los recuerdos recurrentes son dos: uno, que iban pisando la bosta de los animales que iban por delante y dos, cuando pasaron por el palco oficial, el presidente Macri ya se había retirado.
Agustín Ayala, de la primera sección de la compañía C Yapeyú del Regimiento 5 mandó a hacer una bandera para la ocasión. Cerca, Néstor Aguilar, de la Unidad de Salvamento y Rescate, cabo segundo en el Aviso Somellera, remarcó que la invitación al desfile dignifica a los veteranos.
A la cabeza del regimiento 5, la unidad que más sufrió el aislamiento, se vio a Alberto Miñones, a quien debió amputársele una pierna por un proyectil que impactó en su trinchera. A su lado Jorge Taranto y el entonces soldado Víctor Verdún
Cerca había un grupo de veteranos del Regimiento 8 -una unidad histórica al punto que peleó en Chacabuco- y algunos de ellos habían combatido en Bahía Fox y con orgullo contaron que, en los combates de Darwin, la tercera sección de la compañía C rechazó un ataque de los paracaidistas ingleses y que habían peleado hasta último momento. Para Alejandro Caffaro, teniente primero en 1982, “lo que pasa hoy será un recuerdo imborrable; estamos para honrar a los caídos, eternos centinelas de la Patria”.
Beto Altieri, luciendo el casco que le salvó la vida. Estuvo en manos de un inglés y años después logró recuperarlo
Contaron cómo evitaron que la bandera del regimiento cayese en poder de los ingleses. La descosieron y los gajos los ocultaron entre el relleno de las camperas. Ya en el continente, cuando los transportaban en micro a su unidad, el teniente primero Ciglio se encargó de coserla y con la enseña flameando, entraron marchando al cuartel.
Los veteranos interpretan su participación en el desfile como una reconciliación con la gente.
Muchas banderas con consignas. La que más se repetía era la de “prohibido olvidar”, o aquella de que “no fuimos chicos de la guerra; fuimos soldados de la Patria”, o una larguísima con la leyenda “Malvinas volveremos”.
Silvia Barrera, una de las seis instrumentadoras que fue a Malvinas, todas de destacada actuación en la atención de los heridos
José Marcelino Rodríguez no se despega de una bandera argentina atada a un mástil, de esos que se usan en las ceremonias oficiales. Mientras pedía a Infobae que urgase en su mochila en busca de un libro, contó que Malvinas era la razón de su vida y que se siente parte de la historia argentina. Como soldado conscripto, fue con la Compañía de Ingenieros Mecanizados 10 y participó en el sembrado de minas y en diversas tareas de obras públicas.
El estremecimiento del cañón Socma luego de cada disparo lo hacía acordar a su perro cuando se sacudía el agua después de que lo bañaban. Estando prisionero de los ingleses, supo que si alguna vez escribía un libro sobre la guerra, se llamaría “Malvinas. Como un perro mojado”, y su edición, en 2021, para él “fue un volver a vivir”.
José Marcelino Rodríguez, feliz con su bandera y con ser partícipe del desfile
Muy cerca, para los veteranos de GADA 601 de Mar del Plata, el desfile “es una caricia al corazón, un orgullo.”
Para Marcirio De los Santos (influencia de su abuelo brasileño en la elección de su nombre), cabo segundo timonel del Guardacostas “Islas Malvinas”, recordó que su buque combatió con un helicóptero inglés a las cuatro de la tarde del 1 de mayo en la Bahía Anunciación. “Es una emoción inmensa poder desfilar con mis camaradas, unidos por un solo sentimiento, que es el de nuestra Patria”.
Había centros de veteranos de distintos puntos del país, como Río Grande, Mendoza, Jujuy, Salta y varios del conurbano. En uno de ellos el entonces sargento Humberto Suárez, quien estuvo en Darwin con el Regimiento 25 “estamos para honrar a los caídos y a la Patria en su día”.
Parte de la Compañía de Ingenieros Mecanizados 10, cuando aún faltaba para el inicio del desfile
En impecable uniforme estaban los tripulantes del Submarino Santa Fe, quienes acotaron que la nave participó de la Operación Rosario y en las Georgias, donde falleció el suboficial maquinista Félix Artuso. A los gritos lo llamaron al entonces cabo camarero Alberto Macías –”es el chico que está ahí”, señalaron sus compañeros- quien se acercó ayudado por un bastón porque un misil, en pleno combate con los británicos, cuando atravesó la vela del submarino, le había arrancado su pierna derecha. Dijo tener sensaciones encontradas y que estaba feliz por el reencuentro con camaradas que hacía mucho que no veía.
Los del Regimiento 7 no paraban de tomarse fotos grupales con su bandera en la que se leía la fecha 11-12 de junio de 1982, la batalla de Monte Longdon, donde esa unidad tuvo 31 caídos. “Estamos acá para agradecer a la gente que hace más de cuarenta años que nos banca”. Mientras Víctor Verón acotaba que desfilaban para el pueblo y no para una persona, Jorge “Beto” Altieri -que fue con su casco abierto como una naranja producto de un proyectil que estuvo cerca de matarlo- quiso subrayar que “venimos para recordar lo que han hecho nuestros próceres para que seamos independientes. Estamos por el pueblo y por nuestros compañeros caídos”.
Los del 7 casi se confundían con los del Regimiento 3, un numeroso grupo que rescató “la hermandad”, que no estaban ahí “por política” y que era la primera vez que eran especialmente invitados. “Venimos por nosotros, los políticos pasan pero nosotros permanecemos”.
“Prohibido olvidar” es la consigna que más está presente en los actos en los que participan los veteranos
Cuando los del Regimiento 6 se estaban acomodando para iniciar el desfile Alberto Puglieli -alma mater de la tradicional vigilia que hace casi treinta años que organiza la noche del 1 de abril en San Andrés de Giles- “esto es como volver a tener veinte años; nos encontramos con gente de todo el país”. Subrayó que “ni a Malvinas fuimos por Galtieri ni acá estamos por Milei”.
Los jujeños estaban cansados por las 22 horas de micro que los trajo desde Palpalá. Aún así, se los venía muy contentos. Eran una docena de veteranos “orgullosos a pesar de los que tiraron mala onda”, como dijo Oscar Chilinguay, de la Compañía de Ingenieros Anfibios, para quien fue una jornada realmente inolvidable: se reencontró con su compañero de trinchera, a quien no veía desde la guerra. Confesó que demoraron en reconocerse pero que cuando lo hicieron no lo podían creer, y lo primero que hicieron fue la de presentarse a sus familias, que aguardaban mezclados con el público.
Juan Oliveras, que como soldado combatió en el BIM 3 en la Isla Borbón, vino con otros veteranos desde Mendoza. “Esto es algo que estábamos esperando, el reconocimiento del pueblo”.
Hubo gente de otras unidades, como la dotación de buques que participaron en el conflicto, y también se la vio desfilar a Silvia Barrera, una de las mujeres que se desempeñó como instrumentadora cuando el Bahía Paraíso estaba anclado frente a Puerto Argentino en los últimos días de la guerra.
Eran recurrentes los gritos de “¡Gracias veteranos!” del público, acompañados por aplausos y por los agradecimientos correspondientes.
A la hora de iniciar el desfile, se separaron por arma y por unidad, y a pesar de que la locutora oficial a veces les sugería apurar el paso, ellos se tomaron su tiempo. Es que era su día.
Las consignas de “volvermos” y son nuestras se repetían en banderas y en la vestimenta
Contestaban los “vivas la Patria” que nacía de las gargantas de los que habían ido a presenciar el desfile y cada tanto ellos mismos les decían “gracias”. Por un momento esos hombres de más de sesenta años -algunos auxiliados por bastones o movilizándose en sillas de ruedas- volvieron a ser esos jóvenes que durante tantos años soñaron con esa bienvenida por haber ido a Malvinas a defender a la Patria.