A pesar de que Alberto Fernández es la cara visible de una nueva confiscación de propiedad privada por parte del Estado, la realidad es que apenas es un peón en el ajedrez de Cristina Kirchner. Fue ella quien se reveló como la ideóloga del proyecto de expropiación de Vicentin, la sexta mayor agroexportadora de la campaña agrícola 2018/2019. Sin embargo, todo fue oportunamente camuflado para no levantar sospechas.
A todos les llamó la atención la sorpresiva participación de la senadora nacional por Mendoza, Anabel Fernández Sagasti. Fue ella la que apareció como la autora de la expropiación de la empresa cerealera. Incluso, le dijo a Alberto Fernández “muchas gracias por la participación y por haber escuchado la idea”. Sin embargo, la iniciativa no le pertenece, en realidad es obra de Cristina Kirchner, quien venía trabajando esta idea desde hacía un par de meses.
Esto es el resultado de un envalentamiento por parte de la vicepresidenta en el último tiempo a causa del parate en la Justicia que dejó de avanzar en la investigación y enjuiciamiento de los casos de corrupción en los que está involucrada. En este marco, Alberto Fernández reconoce que las tensiones son cada vez más indisimulables, razón por la cual, la coalición gobernante se inclina cada vez más hacia Cristina Kirchner.
Al punto de que son varios los dirigentes que estaban alejados de su figura pero que ahora vuelven a buscar las mieles del poder. Este fue el caso de Amado Boudou, quien adelantó antes que nadie lo que se venía respecto de Vicentin. Pero, sobre todo, es el caso de Ricardo Echegaray, quien le dio forma jurídica a la propuesta de expropiación de Cristina. Todos quieren quedar bien con “La Jefa” y le hacen favores hasta cuando no los pide.
El rencor es una de los sentimientos que mueven a la ex presidenta a apoderarse de una empresa cuyo CEO, Sergio Nardelli, es un empresario cercano a Mauricio Macri. Entonces, la venganza contra la principal compañía aportante a la campaña presidencial de Juntos por el cambio en 2019, es un movilizador para Cristina y los chicos grandes de la agrupación La Cámpora, cuyo líder es Máximo Kirchner, devenido diputado nacional. De esta manera, como una especia de monje negro, Cristina trabaja en las sombras y es Alberto el que paga políticamente la pésima idea de quedarse con lo ajeno, aunque revista los ropajes de la aprobación legislativa. El “vamos por todo” en su máxima expresión queda materializado con la expropiación de Vicentin mientras la sociedad contempla atónita la retirada de la oposición de la arena política.
