Luego del escándalo en torno a la renuncia de Ginés González García y al arribo de la ahora flamante ministra mimada por Cristina Kirchner, Carla Vizzotti, cabe preguntarse: ¿Qué puede ser más desigual que un vacunatorio exclusivo para inmunizar a funcionarios, amigos y allegados en un país con más de 51.000 muertos por la peste más devastadora que hayan conocido los argentinos vivos?
¿Dónde y cuándo hubo más privilegios que los que se pudieron constatar en la distribución de la vacuna que significa la diferencia entre la vida y la muerte? ¿Quién tiene más poder concentrado que los que cuentan con la amplia facultad de decidir quién podría vivir y quién podría morir? El derrumbe de un relato apócrifo necesita a veces solo de un hecho fortuito o sorpresivo como el que ocurrió el viernes.
Y es que es necesario hacer hincapié en el hecho de que cada vacuna suministrada a una persona equivocada puede significar una muerte. La muerte de una persona que, por su condición o por su edad, realmente la necesitaba. Cuando son vacunados diputados, concejales, sindicalistas o amigos del oficialismo, que son personas jóvenes y no tienen enfermedades prevalentes, condenan a una potencial muerte a muchas personas que están en riesgo.
Y los que tienen edad para ser vacunados, o están cerca de cumplirla, deberían seguir los protocolos de turnos. Es el principio básico de igualdad, sobre todo en un país con tantas limitaciones para conseguir las vacunas necesarias. En la Argentina, se vacunó solo al 60 por ciento del personal sanitario, que es el que está en el frente de batalla contra la pandemia, a pesar del relato épico kirchnerista.
La cantidad de dosis con que cuenta el país, poco menos de 2 millones, es apenas el 15 por ciento del total que se necesita para cubrir al personal sanitario y a los mayores de 60 años. El total de esa comunidad, que incluye también a maestros y fuerzas de seguridad, es de 13 millones de argentinos. El vacunatorio vip terminó con la carrera política de Ginés González García. Es lo de menos. También arruinó un discurso mentiroso y cínico, un mito.
Y es que el ex ministro González García debió irse del Ministerio de Salud hace mucho tiempo. Después de su famosa frase, en los comienzos de la pandemia, cuando dijo que no le temía al nuevo virus porque “China está lejos”, su misión como ministro se agotó. Ignoró que las pandemias se desparraman por el mundo tarde o temprano desde hace más de 100 años y que ahora es peor, porque la globalización significa un intenso tránsito de bienes y personas.
La otra pregunta que debe hacerse es si realmente el Presidente desconocía la existencia del método en el que solo se admitía a los privilegiados. O en realidad, como lo expresamos desde este medio, no se trató más que de una maniobra para que Cristina Kirchner ocupe más espacio de poder dentro del Gobierno nacional. Sea como fuere, está claro que el kirchnerismo sigue jugando con la salud de todos los argentinos.