El populismo en la Argentina, por una cuestión fundamentalmente electoralista, se centra en la intervención del Estado, en forma directa como empresario, o indirecta como garante de la regulación del mercado. De esta forma, el populismo logra convencer a la población de poner la cuestión social por encima de todo. Aun a costa de transitar caminos de irracionalidad. En su discurso, se deleita con las palabras “equidad social”.
Pero permite que la inflación atente contra el tejido social. De esta manera, febrero llegó al 3,6 por ciento de aumento generalizado de precios, una cifra a la que los países desarrollados arriban, como mínimo, en todo un año. Mientras que en Tucumán, aunque fue más baja que el promedio nacional, la inflación de febrero fue del 2,97%, tuvo en los alimentos y bebidas el principal combustible para sostener el incremento de precios.
De esta manera, de acuerdo con los datos difundidos anoche por la Dirección de Estadística, la provincia acumuló un alza del 9,35% transcurridos sólo dos meses del año. Esto significa que en lo que va del año, Tucumán ostenta el triste privilegio de tener una inflación que se ubica por encima de la Nación, ya que, a nivel nacional el Índice de Precios al Consumidor (IPC) acumuló un alza de 7,8% en los dos primeros meses del año.
El intervencionismo estatal, sobre todo en los llamados “sectores estratégicos” se convierte en una suerte de artificio para establecer el control y gestión de ciertas empresas. Se expresa en una urdimbre de permisos y licencias de funcionamiento que agobian a las compañías públicas y privadas; que las hacen ineficientes. El “interés nacional”, conferido discrecionalmente a determinadas empresas, es el pasaporte para que sean gestionadas por el Estado clientelar.
Y es que el populismo es un conjunto de políticas que priorizan el crecimiento y la distribución de ingresos por sobre los riesgos inflacionarios y de financiamiento de déficits, restricciones externas y las reacciones de la gente a políticas anti-mercado o que operan fuera del mercado. A su vez, es evidente que la historia argentina se caracteriza por las permanentes antinomias a la hora de la discusión sobre la conveniencia de implementar determinadas políticas.
Es decir, llevar a cabo ideas “neoliberales” o de una visión más social lleva décadas. Aunque en forma pendular, las políticas económicas suelen estar influidas por el populismo, el cual, conlleva raíces monopolistas. Pero no se focaliza en los crónicos desequilibrios fiscales, que exigen mayor emisión monetaria del Banco Central y en la caída de credibilidad que empuja a la gente a huir de la tenencia de dinero local.
Así las cosas, cabe preguntarse entonces: ¿Quién se anima seriamente a decir que la inflación anual se ubicará por debajo del 45%? Lamentablemente, la inflación es la fuente de inequidad. Y el populismo, mediante ésta, termina guiando a la sociedad por un espinoso sendero de mayor pobreza. La equidad es un valor al que es posible aproximarse si existe racionalidad económica. Algo que desconoce el kirchnerismo.
