“Las estadísticas dicen que cerca del 80% este tipo de lesiones o de violencia se da generalmente en el entorno. Es una estadística, un número frío extraído de la matemática“. Quien dice esas palabras es Rubén Castro, el médico forense que intervino en la autopsia a la adolescente asesinada en diciembre de 2014 en Uruguay, Lola Chomnalez.
Oportunamente, el mismo especialista dio otra pista en el mismo sentido: “El cuerpo fue hallado a unos 150 metros de la costa; no hay signos de arrastre ni de violencia en el camino ni nada que nos haga pensar que la llevaron desde otro lado“, reveló.
¿Conocía Lola a su agresor? ¿Fue convocada a una cita que terminó siendo una trampa? ¿Pudo haber sido alguien de su entorno el que la asesinó?
La justicia uruguaya tiene sospechas, muchas, pero pocas certezas aún.
Para justificarlo, explicó que la denuncia de Lola “se hizo al día siguiente de su desaparición; cuando una chica se va a las dos de la tarde, a un lugar como ese, solitario, y son ya las ocho, nueve, diez de la noche que está obscuro, la preocupación de los familiares debe ser mayúscula“.
Para Locles, el móvil del robo hay que descartarlo, ya que, según él, “nadie mata por un bolso que pueda tener mil quinientos o dos mil pesos argentinos”.
E insiste el perito: “Yo pienso que no fue una persona extraña y que llegaron ahí posiblemente porque la chica lo conocía”.
Los únicos datos que incriminan hasta ahora a la familia, son sus propias inconsistencias. La madrina de Lola, Claudia Fernández, su marido y el hijo de este, han mostrado un cúmulo de declaraciones erráticas y contradictorias. Por caso, ninguno de ellos pudo explicar con claridad qué estaba haciendo mientras la joven había desaparecido de la faz de la Tierra.
Ello encendió las alarmas de los investigadores, por lo cual en esos mismos días demoraron a cada uno de ellos. Pronto fueron liberados, pero no porque los funcionarios creyeran en su inocencia, sino porque el sistema uruguayo exige que un sospechoso sea imputados -o liberado– dentro de las 48 horas.
En este caso, la Justicia aún no logró dar con ningún elemento concluyente para la imputación, pero los peritajes sobre el cuerpo de Lola, sumado al cruce de llamados telefónicos y la denominada “pericia psicológica”, dan esperanzas a los sabuesos de que en algún momento lograrán avanzar finalmente sobre el clan.
A los investigadores también les hizo ruido el comentario al pasar del padre de Lola (ver al pie) respecto del marido de su madrina: “Hace rato que no confío en Hernán Tuzinkevich”. ¿Por qué dijo eso? ¿Qué es lo que no cuenta el hombre?
Pero hay más aún: los forenses que analizaron el cuerpo de la joven, hallaron heridas cortantes en distintas partes del mismo. Esas heridas no fueron mortales por lo que no habrían sido producidas por armas blancas.
Los sabuesos descubrieron que un hijo de Tuzinkevich, practica arquería -se lo puede ver en las redes sociales- y los elementos que usa para despuntar su hobby son compatibles con el “arma” que pudo haberle causado heridas a Lola.
En ese contexto, podría ser de utilidad el hecho de encontrar posible ADN debajo de las uñas de la joven, algo que fue descartado por uno de los abogados de la madrina de la joven.
Dicho sea de paso: la discusión genética es toda una batalla que se supo librarse, en silencio, entre los letrados.
Dudo, luego existo
Las dudas sobre la madrina y su esposo son gruesas y alcanzan al ex viceministro del Interior de Uruguay, Jorge Vázquez, quien supo desconfiar de los motivos por los cuales uno y otro se negaron a ser filmados durante los interrogatorios.
“Lamentablemente hubo un elemento que no pudimos hacer funcionar que fue la filmación de las personas interrogadas y la participación de un experto en semiología“, dijo Vázquez entonces, quien deseaba analizar la conducta gestual de la pareja.
Pero no es el único que desconfió: el jefe de la Policía de Rocha, Óscar Miraballes, afirmó oportunamente, en conferencia de prensa, que “la línea de investigación abarca a todo el núcleo familiar y todos los allegados; es amplia”.
A ese respecto, el uniformado agregó que había “menores involucrados”. La aclaración no fue azarosa, el único menor que aparecía dentro de los sospechados era el hijo de Tuzinkevich.
Mientras tanto, la madrina y su marido insisten desviar la investigación judicial y poner un manto de duda sobre diversos “perejiles”, desde changarines de Valizas hasta improbables “Conejos”, o “Cachilas”, detenido en las últimas horas.
Lo hicieron desde el comienzo de la pesquisa, cuando aseguraron que había “un canoso” que podía ser culpable del crimen de la joven. Pronto se demostró que solo se trataba de alguien inocente y fue puesto en libertad.
A más de 7 años de ocurrido el crimen, la Justicia sigue dando vueltas sobre sus propias contradicciones y circulares ineficacias.
Está claro que, a esta altura, nadie ha dado importancia a la célebre cita del criminalista Edmond Locard: “Tiempo que pasa, verdad que huye”.