El miércoles próximo, el presidente, Alberto Fernandez, se reunirá con su par de los Estados Unidos, Joe Biden. Más allá del encuentro protocolar, el mandatario argentino irá en búsqueda deoxígeno para llegar hasta diciembre y terminar su gestión. Es decir, acompañamiento político y, si fuera posible, acceso a fondos frescos.
Alberto Fernández llegará al cónclave en el Salón Oval de la Casa Blanca luego de más de tres años de mandato y con un sinfín de problemas irresueltos, lo cual dificultará la transmisión de un mensaje de optimismo a Biden sobre el futuro de la Argentina.
Caída de reservas, desaceleración de la economía, desplome de la recaudación por efecto de la sequía y la escalada permanente de la inflación son algunos de los varios inconvenientes de la actualidad económica que castiga al país.
En paralelo y en el plano político local, cada vez son más los funcionarios y gobernadores que coinciden en que la debilidad de la figura presidencial y de liderazgo de Alberto Fernández llegó a uno de sus peores momentos.
Inclusive, las encuestas que encargaron algunos mandatarios provinciales comenzaron a dar cuenta de un deterioro en sus imágenes. Tal sería el caso de Jorge Capitanich en Chaco. En ese contexto, estaría exceptuado el exjefe de Gabinete, Juan Manzur (Tucumán).
Eso explica la decisión de que dieciséis provincias hayan optado por adelantar su calendario electoral para garantizar el triunfo en sus distritos alejados de la elección presidencial. Mejor asegurarse una victoria anticipada que acompañar a Alberto o a algún candidato bendecido por el dedo de Cristina Kirchner, calculan.
Sin embargo, chocan con una realidad: la inflación aún sigue siendo muy alta y les resta competitividad, coinciden dos mandatarios. Por eso, tampoco ninguno de ellos está levantando el perfil, salvo el cordobés Juan Schiaretti, que no tiene reelección.
Mejor esperar. El peronismo necesita crear un candidato. Pero hasta mayo nadie mostrará sus ambiciones. En otras palabras, Biden sabe que recibe a un presidente peronista que no será reelecto y, además, puede intuir que el próximo turno presidencial será de la oposición.
En ese contexto, ¿qué sentido puede tener la reunión bilateral? Argentina necesita dinero y también que el FMI, donde el voto de los EE.UU. es decisivo, siga acompañando a la actual gestión.
Biden ya postergó en dos oportunidades el encuentro con Alberto. Se trató de reuniones que en rigor nunca estuvieron completamente incorporadas a la agenda del presidente de los Estados Unidos.
Ahora, sobre el final del mandato de Alberto y sin ninguna negociación comercial profunda entre los dos países en materia comercial, el apretón de manos de Alberto y Biden no significará en absoluto un salto en la relación bilateral. Algo distinto a lo que acaba de ocurrir con Brasil: Lula asumió en enero y Biden ya lo recibió.
En suma, Alberto y el ministro de Economía, Sergio Massa, que también estará en el encuentro, intentarán ganar oxígeno, es decir, una eventual asistencia del Tesoro norteamericano, alguna línea de crédito que signifique un desahogo para las reservas del BCRA o la continuidad del apoyo del FMI, que deberá ser más flexible con la Argentina ante las crecientes dificultades para cumplir con las metas trimestrales.
La sequía, la caída de la recaudación y el impacto de la guerra de Rusia contra Ucrania son argumentos recurrentes en los pedidos de ayuda de nuestro país. En Santo Domingo, Alberto incorporó el impacto de la nueva crisis bancaria. Massa intentará negociar algún mecanismo de trabajo para compensar esas perdidas.