Mientras el presidente Alberto Fernández se autodesluce y su gobierno se desdibuja, otras facetas del mismo espacio emergen en beneficio propio y al rescate del todo, no sin tensiones. Y es que a los evidentes avances de Cristina Kirchner en muchas más áreas de las que hasta hace poco se admitían y la consolidación del poder de La Cámpora, acaba de sumarse la fulgurante emergencia de Sergio Massa. Por voluntad propia y concesión del Presidente.
Con su proyecto de rebaja del impuesto a las ganancias, el jefe de la Cámara de Diputados, encontró la oportunidad de capitalizar su cuota parte de la sociedad gobernante y sacar ventaja. El guiño a la clase media, el sector menos atendido por el Gobierno, lo habilitó para salir a maximizar el rédito de la autoría y subrayar la imagen de regulador ideológico-práctico de la coalición gobernante.
No hay ámbito que haya quedado virgen en el proceso de reinstalación pública del ex enemigo mayor de Cristina, como demuestran su omnipresencia mediática y su aparición ante factores de poder. Por eso, ante el ataque que sufrió el sábado Fernández en Chubut, el entorno massista descolgó los trajes antiflama y activó los protocolos de despegue de lo sucedido en la Patagonia.
El gobernador Mariano Arcioni llegó hasta los máximos cargos provinciales sin títulos previos, solo por su amistad estudiantil con Sergio Tomás Massa. El desquicio en el que se ha transformado Chubut, cuyas consecuencias sufrió en carne propia el Presidente, no fue una buena noticia para el inventor del Frente Renovador. Justo cuando empezaba a acunar de nuevo sus interrumpidos, pero nunca descartados, sueños de grandeza política.
La inexplicable e injustificable falta de previsión y eficacia por parte de los organismos de seguridad que rodean al Presidente compiten ahora en la búsqueda de culpables con el enojo y el desprecio por Arcioni. Massa prefiere hablar de la rebaja impositiva que él promueve desde hace 8 años y anunciar que esta semana podría tener dictamen de comisión para ser tratada en Diputados dentro de 10 días.
Los demás sectores del oficialismo navegan preocupados a merced de las zigzagueantes derivas de su referente. Las justificaciones, las explicaciones, la resignación, el malestar y el desconcierto marcan los distintos enrolamientos y estados de ánimo del Frente de Todos cada vez que miran hacia la Casa Rosada. Pero, sobre todo, les preocupa el año electoral en curso. La ausencia de un rumbo claro es un tema de otros o de otra dimensión. Mientras nada colapse.
Así cualquier iniciativa que tienda a contener a la multiplicidad de intereses, expectativas, enrolamientos y creencias de su amplio universo de dirigentes, militantes, adherentes y votantes suele encontrar terreno fértil para avanzar. Nada nuevo en los partidos multitarget y ninguno más experimentado en esas lides que el peronismo. Con ese recurso, Alberto Fernández busca hacer de su debilidad alguna fortaleza.