Ninguna novedad: con el año nuevo, las viejas costumbres políticas no aflojan. Peor, se vigorizan. Alberto Fernández con una cohorte minoritaria de gobernadores, disminuida respecto de días atrás, va por el juicio político a los cuatro integrantes de la Corte. Se trata de otra operación de marketing que es carta marcada y es de suponer que, si ya la es para una mayoría notable, también lo será para gran parte de la población.
Es decir: hacer todo el ruido que se pueda con el asunto y ver si pueden empardar el ruido contrario: que es el de las causas judiciales contra Cristina Kirchner, ya condenada. Tampoco es nuevo que, de pronto, surja un gobernador que guapea toreándolo al presidente y, de paso, imprimiendo tarjeta anticipada de eventual candidato. Tal es el caso del santiagueño Zamora, radical de origen, ultracristinista con el aumento de edad.
Y es que consiguió que un juez federal de su provincia suspendiera la feria para pedir la incautación del teléfono de Silvio Robles, secretario de Rosatti, presidente de la Corte. Ya eso es muy raro, pero hay más: actuó sobre datos ilegales y fuera de jurisdicción. Nada imposible para Zamora, que vive y funciona como un gran señor feudal: el juez es Guillermo Molinari, pariente de su mujer, la senadora kirchnerista Ledesma Abdala.
Dependencia de poderes: esas son las palabras que mejor describen lo que pasa. Obvio, Molinari fue designado por Kirchner y el propio Zamora. Antes había sido concejal y diputado provincial del radicalismo. En Santiago, y no sólo en Santiago, aquello de hacete amigo del juez se aconseja al revés: hacete amigo del gobernador. ¿Qué posibilidades tienen de avanzar con el juicio? Las mismas que tiene el país de ganarle una grande a la corrupción: pocas o ninguna.
Lo sabemos todos. No pareciera que la jefa que se percibe proscripta, Cristina, le hubiera pedido tanto a Fernández, que hizo lo que pudo y lo que pudo fue poco: juntó menos de la mitad de los gobernadores. Al final, se le cayeron tres propios: el sanjuanino Uñac, Bordet, de Entre Ríos y Rodríguez Saá, de San Luis. Otro dato: Arcioni, de Chubut, no fue, pero apoyó. Que apoye Arcioni la pelea contra la Corte es igual a decir que Massa, su jefe, también la apoya.
Fue un show. Golpe de efecto, como la lluvia de filtraciones telefónicas que produjo el gobierno para producir otra lluvia, la de denuncias ante la Justicia contra jueces y funcionarios judiciales, justamente con esos hackeos, que son ilegales. Nadie sabe aún quién y cómo se espió. Sí se sabe y bien quién difunde y usa el espionaje para bombardear denuncias: los múltiples voceros del kirchnerismo.