Luego de que finalmente la Justicia determinara que los usurpadores del campo de la familia Etchevehere debían retirarse de esa propiedad, el que sorprendió ayer fue el propio presidente, Alberto Fernández. Y es que el mandatario no tuvo mejor idea que opinar que la idea de Juan Grabois de buscar tierras alejadas de los centros urbanos para que las familias hacinadas las exploten debía ser tenida en cuenta por el gobierno.
Incluso, tuvo la desfachatez de asegurar que no se trataba de una idea descabellada. Es decir, la toma de una propiedad privada podría llegar a ser contemplada por parte del mismo Estado. Esa terminó siendo la respuesta del kirchnerismo en referencia a la actitud de Juan Grabois en el conflicto del campo de los Etchevehere. Las tomas de tierras y la ambigüedad del gobierno en no aclarar su posición sobre la defensa de la propiedad privada quedó despejada.
Y es que de parte del propio presidente se le dio luz verde a la posibilidad de pasar por encima de un derecho constitucional como lo es el de la propiedad privada. Y tal parece que la semana tenía que cerrar así. Después de la aventura adolescente fallida de Juan Grabois usurpando un campo en Entre Ríos el Presidente de la Nación lo respaldó políticamente. La pregunta que cabe es ¿Tanto poder tiene Grabois? ¿Tan fuertes son sus amistades?
Y es que no pareciera que la clase política lograra tomar real dimensión de lo que ocurrió durante el transcurso de la última semana. Para muestra basta un botón, y los dirigidos por Juan Grabois se introdujeron en un terreno ajeno, plantaron perejil, rompieron puertas, quemaron paredes, se comieron un fallo de la Justicia en contra, admitieron la derrota y, aun así, el mismísimo presidente salió a bancarlos.
Lo único que le faltó aclarar a Alberto Fernández es que la idea de los rabanitos era divina pero no se puede hacer en un territorio privado porque es ilegal. Cabe dejar en claro que cuando un Presidente de la Nación omite algo tan importante, en el fondo lo que está haciendo es avalarlo. Con una ilegalidad tan evidente, el que calla otorga. No pudo o no quiso condenar la usurpación, sino que, por el contrario, la avaló indirectamente.
Cabe preguntarse si las declaraciones de Alberto Fernández no responden a la idea de no hacer enojar a Cristina Kirchner. Pero el error del presidente es desconocer las consecuencias de su postura equivocada. Y es que, por un lado, el mensaje puertas adentro del país es que hay libertad para tomar lo ajeno y que no habrá consecuencias. Pero eso no es todo, hay un mensaje hacia el exterior que podría traer consecuencias aún peores.
Y es que los inversores extranjeros observan lo que sucede en el país y contemplando que el propio presidente pone en duda la legitimidad de la propiedad privada, mucho ánimo de traer dólares hacia nuestro país no existe. Sería prudente y saludable que la máxima figura del Poder Ejecutivo argentino procure no avalar hechos delictivos porque las consecuencias sociales y económicas podría colocar a la sociedad al borde del abismo.
