El frente judicial, una crisis económica que parece indomable y la interna con Alberto Fernández por la candidatura presidencial de la coalición de Gobierno mantienen a Cristina Kirchner con la atención muy lejos de un Senado que lleva casi cuatro meses de parálisis y donde las señales de actividad legislativa son, por el momento, prácticamente nulas.
“No hay movimiento. Normalmente nadie sabe nada, así que imaginate ahora que todo es confusión”, le confesó a LA NACION un senador oficialista, desconcertado por la ausencia total de señales de la vicepresidenta y, por lo tanto, de la conducción del bloque que encarna el formoseño José Mayans.
La inactividad parece haberse convertido en un mal endémico en la Cámara alta. Tampoco la oposición de Juntos por el Cambio ha mostrado demasiado interés por activar algún tipo de movida en el Senado desde que puso en práctica su política de bloqueo como muestra del rechazo a la embestida oficialista contra la Corte Suprema y el Poder Judicial.
Recién la semana pasada, luego de que estallara en los medios nacionales el conflicto narco en Rosario, los bloques de la UCR y de Pro presentaron una nota para reclamar el debate en comisión de proyectos cuyo tratamiento el oficialismo mantiene bloqueando desde el año pasado.
La última vez que se reunió la Cámara alta fue el 23 de febrero, cuando celebró la sesión preparatoria. Es un acto reglamentario y tradicional en el que el Senado elige a sus autoridades, pero en el que no se tratan proyectos de ningún tipo.
Para encontrar el debate de una iniciativa hay que remontarse al 16 de noviembre pasado, cuando la vicepresidenta ordenó a sus senadores abrir el recinto para sostener un nuevo round en su pelea con la Corte Suprema de Justicia por el Consejo de la Magistratura.
Con Cristina Kirchner ausente, los senadores del interbloque del Frente de Todos volvieron a la carga con la designación de tres de los cuatro representantes del Senado ante el órgano encargado de seleccionar a los jueces, replicando la maniobra que la vicepresidenta había diseñado en abril y que la Corte había declarado nula apenas unas semanas antes.
Después de esa sesión, apenas si se realizaron algunas pocas reuniones de comisión en las que se emitieron dictámenes a un puñado de proyectos que esperan que alguna vez la Cámara alta vuelva a reunirse.
“Dicen que no habría actividad en todo marzo porque a ellos (por el oficialismo) les va a faltar gente”, aseguró una senadora de Pro a LA NACION poco antes de la Asamblea Legislativa que inauguró, el pasado 1 de marzo, un nuevo período de sesiones ordinarias.
El vaticinio parecía exagerado, pero a medida que pasan los días amenaza con convertirse en realidad. Desde entonces, el bloque que conduce Mayans no ha dado señal alguna que apuntale la idea de que pueda volver la actividad. Ni siquiera hay directivas para avanzar con algo tan protocolar como sería la constitución de las comisiones permanentes en el inicio de un nuevo período de sesiones ordinarias.
“La fractura del bloque complicó el panorama”, contó a LA NACION una senadora cristinista, quien reconoce que con la partida de cuatro senadores la vicepresidenta perdió de manera definitiva el control de la Cámara alta. “En este escenario mover el avispero sólo va a servir para dejar expuesto que no tenemos número para manejar nada”, agrega.
Falta de conducción política
El interbloque oficialista se partió hace más de dos semanas, cuando los senadores Guillermo Snopek (Jujuy), Carlos Espínola (Corrientes), María Eugenia Catalfamo (San Luis) y Edgardo Kueider (Entre Ríos) pegaron el portazo, molestos con las políticas erráticas del gobierno de Alberto Fernández.
Si bien aseguran que no habrá más deserciones, lo cierto es que el clima de malestar, desasosiego y de decepción impera en muchos despachos oficialistas. “No me enojo con ellos; es más, los entiendo”, asegura un senador norteño sobre sus ahora excompañeros de bancada, a pesar de que admite que la partida de los cuatro legisladores perjudicó al Frente de Todos.
No obstante, el legislador sostiene que la crisis que atraviesa al oficialismo viene de larga data y que es anterior, y por lo tanto más profunda, a la fractura de la bancada. “Es un problema de fondo, de conducción política; mucho más cuando tenés una conducción que amaga y recula”, agrega el legislador, haciendo suya la frase que usó Cristina Kirchner para criticar el manejo de la disputa de Alberto Fernández con la Corte por el fallo de la cautelar que favoreció a la Ciudad de Buenos Aires en la puja judicial por la coparticipación.
Pero no todas las quejas apuntan a la Casa Rosada. Los reclamos también alcanzan a Cristina Kirchner y su agenda política, centrada en su enfrentamiento con la Justicia. Para algunos senadores oficialistas, se trata de una cuestión que “política y electoralmente no garpa para nada”.
Por el momento, la vicepresidenta sigue sin tomar nota de la situación y deja en claro, como lo hizo en cada aparición pública de los últimos tres meses, que su prioridad no pasa por el Senado.