Cristina Kirchner pinta las acciones propias con el barniz de la victimización manipulando viejas imágenes. Y vincula cada vez que puede a sus adversarios, o a quienes ubica como supuestos aliados de sus adversarios, en el lado oscuro de los intereses de la dictadura militar. El más reciente de sus hallazgos lingüísticos fue calificar al inminente veredicto de la Justicia en la causa de los escandalosos contratos de Vialidad como “un pelotón de fusilamiento”.
La decisión del Tribunal Oral Federal 2, que se va a conocer el martes 6 de diciembre, no será entonces una condena (o una absolución) por la adjudicación de las obras públicas que hicieron millonario a Lázaro Báez y que terminaron consolidando el patrimonio del matrimonio Kirchner. Será el fusilamiento virtual de una líder revolucionaria, a la que buscan impedir su regreso al poder.
Como si el gobierno que lidera, con el acompañamiento probadamente ineficaz de Alberto Fernández, fuera un emprendimiento ajeno a la vicepresidenta. Casi, casi, otro engendro de la dictadura militar. Conclusión a la que no llegó todavía, quizás porque sería demasiado llevar el disparate a su máxima expresión, pero que tampoco hay que descartar si las circunstancias así lo exigen.
Cuando, a comienzos de este año, Cristina Kirchner advirtió que el trámite de la causa Vialidad comenzaba a tomar velocidad y podía terminar con un fallo adverso en su contra, diseñó una maniobra de contraofensiva en sus términos preferidos. Utilizando la elección de Lula en Brasil como un efecto espejo, comenzó a dar indicios de que estaba preparando su propia candidatura presidencial.
El brasileño había ido preso por corrupción y volvía al poder. A ella la iban a querer meter presa para que no volviera a la Casa Rosada. Cambiaba así la figura de la eventual condena por corrupción por la de la proscripción. La misma que había sufrido Juan Domingo Perón en los ‘70, solo que aquella proscripción había sido verdadera. Otro homenaje oportuno a la regresión de la historia.
Claro que la fecha del 6 de diciembre, que el Tribunal Oral dio a conocer apenas terminadas las últimas palabras de Cristina Kirchner en su defensa, es un impactante retorno a la realidad. Descubrir lo que pueda suceder con la suerte de Cristina en la causa Vialidad es el tema excluyente de estos días entre los expertos en la justicia penal. Todos han estudiado a fondo los detalles de la acusación de los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola.
Y han repasado cada argumento de los defensores de la Vicepresidenta y de los otros doce acusados: entre ellos los del emprendedor afortunado, Lázaro Báez, y los del campeón argentino de lanzamiento de bolsos con dólares, José López. Entre los abogados de Cristina (aunque jamás lo admitirán en público), entre los juristas que conocen a los jueces del TOF 2 y aquellos expertos que nada tienen que ver con la causa Vialidad, impera el mismo diagnóstico.
Ninguno de ellos cree que el veredicto de los jueces Rodrigo Giménez Uriburu, Andrés Basso y Jorge Gorini termine en absolución para la Vicepresidenta. La mayoría de esos expertos coincide en que Cristina tendrá una condena de aproximadamente la mitad del pedido de doce años que hicieron los fiscales Luciani y Mola. Es decir, prevén una condena para la Vicepresidenta de entre cinco y siete años.
Lo que también se mantendría firme de la acusación es la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, porque toda condena a funcionarios públicos cometidos durante el ejercicio del poder de turno implica la inhabilitación como pena accesoria. En términos políticos, Cristina Kirchner evalúa junto a sus dirigentes más cercanos cuáles serán los pasos a seguir si se confirma la condena para la Vicepresidenta.
Los tres principales referentes del kirchnerismo, hoy su hijo Máximo, Wado de Pedro, Axel Kicillof y Andrés Larroque son partidarios de que vaya por una nueva candidatura presidencial. Ellos tres creen que Cristina candidata a presidenta es el único proyecto que puede quedarse con la centralidad del peronismo, y obligar a los gobernadores y a sus principales dirigentes (que jamás se atrevieron a enfrentarla) a mantener esa pasividad de Síndrome de Estocolmo.
Los días que vienen podrían ser quizás los más duros de su trayectoria en términos estrictamente políticos. Si hay una instancia que Cristina Kirchner no quiere atravesar, es la de cumplir en febrero próximo sus 70 años con una condena judicial sobre su espalda. Una noticia que seguramente recorrería el mundo y que la pondría en igualdad de condiciones con Carlos Menem, el otro presidente que tuvo una condena en tribunales democráticos.