Desde que empezó julio, el dólar blue no detiene la suba. Ayer, el tipo de cambio paralelo avanzó dos pesos, cerró a $182 y acumuló un alza total de $14 en lo que va del mes. De esta forma, la brecha con el dólar oficial mayorista roza el 90%. El dólar blue siguió rompiendo récords en lo que va del año, ya que se trata del valor más oneroso registrado desde finales de octubre de 2020.
Entre la suba de un peso del lunes, más los dos pesos de ayer, lentamente se acerca a la cotización más alta registrada, si bien todavía le falta un trecho ($195, el 23 de octubre pasado). A pesar de la tranquilidad que presentó en el primer semestre del año, cuando llegó a cotizar a $139 en abril, esta segunda mitad presenta otras características. Este fenómeno se puede explicar a partir de una serie de factores.
Por un lado, las nuevas restricciones sobre el dólar contado con liquidación (CCL) le sumaron presiones al tipo de cambio libre, mientras que, por otro lado, la cercanía de las elecciones llevó a los argentinos a una mayor dolarización. Sin embargo, la razón para que continuamente haya saltos cambiarios es doble: 1) faltan dólares y 2) sobran pesos. A su vez, la falta de dólares se debe a varios factores.
En primer lugar, el Estado se apropia de las divisas de los que exportan y, lo hace a un tipo de cambio artificialmente bajo. Gobiernos populistas como el actual suelen argumentar que se necesitan los dólares de las exportaciones. En rigor, el que vende al exterior un producto es alguien del sector privado que produce a su riesgo. Entrega carne, soja o tornillos a cambio de divisas. Pero cuando recibe esos dólares aparece el Estado y reclama esos dólares como suyos.
Y da a cambio pesos devaluados y, para peor, a una paridad sustancialmente menor a la del mercado libre. Es decir, no solo el Estado le confisca los dólares al que produce y exporta, sino que además se apropia de parte de su esperada ganancia. Esta política termina explicando la suba del tipo de cambio. Pero, además, debe mencionarse a la carga tributaria, las regulaciones absurdas que encarecen la producción.
Sin olvidar una legislación laboral que no beneficia ni al trabajador ni al empresario que lo contrata, más la inseguridad jurídica y vivir con una economía cerrada. Todo esto hace que la economía tenga muy baja competitividad para competir en el mundo y su volumen de exportaciones sea mínimo. La fuga de capitales se debe a varios factores, pero pueden resumirse en la inseguridad jurídica que impera en el país.
Incluida la carga impositiva y las reiteradas confiscaciones de ahorros. Además, la expansión monetaria para financiar el déficit fiscal llevó a que la inflación acumulada entre 1935, cuando se creó el BCRA y 2020, llegue al 398.209 billones por ciento. Un promedio del 52,6% anual. La Argentina destruyó 5 signos monetarios y la gente no quiere el peso como reserva de valor. Eso significa que se refugia en el dólar u otras monedas. De ahí que sobran pesos y faltan dólares.
Lo que hacen que los gobiernos traten de postergar el desenlace de las presiones cambiarias e inflacionarias con controles de cambio, regulaciones de precios, atrasos tarifarios y toda una artillería de restricciones que terminas estallando en algún momento. Como el argentino adoptó como moneda el dólar, al menos como forma de ahorro y refugio de valor, cuando se producen esas presiones cambiarias se acelera la huida de los pesos, con un final prenunciado.