El peor tiro en los pies que se pegó el gobierno fue cuando Alberto Fernández dijo que “prefería tener 10% más de pobreza y no 100 mil muertos”. Porque si hablamos de pobreza y economía, lograron una tormenta perfecta. Una hecatombe social y económica. 3.200.000 nuevos pobres, 1.200.000 nuevos indigentes, 700.000 nuevos desocupados, 20.000 pequeñas empresas se fundieron, 1.500.000 chicos dejaron la escuela, 25 multinacionales huyeron, 50% de inflación.
Y a todas estas cifras que son la radiografía del peor gobierno de la historia democrática, no reflejan situaciones desesperantes que no se pueden explicar en números. Son implosiones silenciosas que suelen ocurrir en el ámbito privado. Algunos ejemplos son la ola de jóvenes que planifican irse a vivir a otro país, de los chicos angustiados porque tienen enfermedades de riesgo y no fueron vacunados.
Pero también constituyen un claro ejemplo la tristeza social que es la más profunda de la historia y de la inseguridad descontrolada con un gobierno y una justicia oficialista que privilegia a los delincuentes de adentro y a los dictadores de afuera y condena a las víctimas. El debate sobre las pistolas Taser fue el ejemplo más claro de cómo la estupidez y la ideologitis pueden matar gente. Solo los presuntos progres del atraso discuten lo que en el mundo no se discute más.
Siempre es mejor para todos que se pueda neutralizar a una persona con sacudón eléctrico que pegarle un balazo criminal. ¿Hay que seguir explicando estas cuestiones tan básicas? Por otro lado, el escándalo de la presencia inexplicable de señoritas en la quinta de Olivos está creciendo y la propia Cristina Kirchner es la primera en despreciar lo que todos imaginan. Y el otro disvalor cultural que estos muchachos han instalado es la impunidad para todos y todas.
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Para los barras bravas violentos del fútbol y para los ladrones de estado como Amado Boudou. Todos fingen ser inocentes y perseguidos porque tienen la camiseta de Cristina Kirchner puesta. Ella es la que apuesta principalmente a lograr la impunidad y la venganza tan buscada. Y lo está logrando con jueces y fiscales adictos o cobardes. Amado Boudou ya busca la nulidad de su causa, el diploma de ciudadano ilustre y volver a ser ministro de Economía. Solo necesita tiempo.
Cristina Kirchner ya hirió de muerte la causa por el pacto tenebroso firmado con los terroristas iraníes que volaron la AMIA. Pero hay mucho más. ¿La sociedad sabe que la causa Hotesur y Los Sauces hace dos años y medio que fue elevada a juicio oral y no pasa nada? Y la llamada “cuadernos de las coimas de Cristina” hace dos años que fue elevada a juicio oral y duerme en un cajón, casi un féretro de la justicia.
Alberto Fernández no es una víctima de Cristina Kirchner. Es un cómplice que no sabe hacer bien ni el mal. Hasta en la burda opereta para vincular a Macri con el golpe en Bolivia, le salió el tiro por la culata. Cayó en su propia trampa. Todavía falta lo peor. Ni siquiera terminó el primer tiempo y Alberto Fernández es un arquero que no ataja una. Solo se le pide que no meta adentro las que van afuera.