En mayo de 2019, Cristina Kirchner presentaba su libro “Sinceramente” en la Feria de Palermo. A la sala Jorge Luis Borges, colmada, llegó un invitado especial que se sentó en un sitio de privilegio. La fila cuatro, justo delante de Pino Solanas, María Victoria Donda y Leopoldo Moreau. Tras el acto, el invitado anduvo a los abrazos con varios dirigentes de primera línea del kirchnerismo y se sacó selfies con algunos de ellos, como Aníbal Fernández, como si fuesen viejos amigos.
El invitado especial era el Sheij Mohsen Alí -religioso de la mezquita At-Tahuid de Floresta-, quien había sido señalado por el fiscal Nisman como uno de los nexos entre el gobierno de Cristina y el gobierno de Irán en la época en que se urdió el pacto con ese país por el ataque a la AMIA (1994, 85 muertos) que luego denunciaría el mismo fiscal, cuatro días antes de ser hallado con un tiro en la cabeza en su departamento de Puerto Madero.
Además de enarbolar habituales consignas antisemitas, Mohsen Alí le pidió a la Justicia argentina que investigara la posibilidad de un autoatentado. Es decir, si la AMIA fue volada por la comunidad judía. Se lo planteó al juez federal Rodolfo Canicoba Corral a quien, cuando se comenzó a investigar la “pista iraní”, acusó de “haber cedido al lobby sionista”. Nisman lo menciona como “uno de los principales facilitadores de las comunicaciones entre grupos fundamentalistas iraníes y Buenos Aires”, aunque no lo imputó. No hubo escuchas directas que lo involucraran.
Las vinculaciones que le atribuyen a Alí con Hezbollah lo sitúan cerca del ex agregado cultural de Irán Mohsen Rabbani, imputado por el atentado a la AMIA. Alí lideró movilizaciones en Buenos Aires en favor de Hezbollah y cultivó buenos vínculos con el viejo Quebracho de Fernando Esteche -siempre al amparo de las “fuerzas de choque” que proveía Luis D’Elía-, en su afán por derribar la pista iraní y ayudar a lubricar el pacto que el fiscal Nisman investigó como una negociación para que el atentado quedase impune.
La misma denuncia de Nisman sostenía que Quebracho se financiaba con fondos iraníes. Nisman menciona a Mohsen Alí junto a Jorge “Yussuf” Khalil, también de la mezquita de Floresta. Khalil sí fue procesado e irá a juicio junto a Cristina y demás imputados -Parrilli, Zannini y Mena, entre otros-, si la Corte rechaza el último recurso que presentó la ex presidenta para evitar el juicio oral. Rabbani se fue a Irán y es uno de los líderes que debía interrogar la Justicia argentina tras el pacto. Fue el fundador de la mezquita que luego fue base de operaciones de Mohsen Alí.
Según Nisman, en esa mezquita Rabbani “adoctrinó en sus posturas extremas a seguidores locales”. En esa platea estaba Alí. Igual que en la fila 4 el día que Cristina presentó su libro y dejó entrar únicamente a invitados especiales. En el Instituto Patria negaron luego que el Sheij tuviera allí un empleo estable, aunque Alí nunca perdió espacio para hacer oír sus consignas antisemitas en los medios públicos que gestionaba el kirchnerismo.
Hace seis meses reapareció en Radio Nacional -filial Córdoba- defendiendo con fervor a Hamás en la guerra contra los israelíes, a quienes llamó “asesinos”. Un tiempo antes de sentarse en la fila 4 de la sala Borges, Mohsen Alí había opinado que Nisman se suicidó. Lo hizo -igual que casi todo el arco kirchnerista- sin conocer el expediente judicial y con la convicción militante de quienes creen que si el fiscal fue asesinado, como asegura la justicia, su crimen salpica al gobierno de Cristina.
El nuevo fallo de Casación, que confirma que Irán fue el responsable de los atentados a la Embajada de Israel (1992, 22 muertos) y a la AMIA, deja al desnudo todos los gestos del kirchnerismo durante los últimos años para encubrir a los dirigentes sospechados y esconder, enfriar o cajonear cualquier nueva vinculación con los acusados iraníes o sus allegados. Es una paradoja poderosa: la confirmación absoluta sobre los autores del atentado -que Casación califica ahora como Crimen de Lesa Humanidad- significa un giro al punto de vista oficial sobre Irán y la AMIA que preponderó durante las gestiones de Cristina Kirchner y Alberto Fernández.
El último gesto político a los iraníes fue cuando se incautó un avión con tripulación iraní y venezolana y se verificaron vínculos del piloto con la fuerza de élite Al Quds de Irán, uno de cuyos directores aún es buscado como autor del atentado a la AMIA. El kirchnerismo salió en pleno a absolver a los sospechosos antes de que la investigación comenzara. Lo hicieron Aníbal Fernández -el de la selfie con Alí y quien encabezó la campaña para ensuciar a Nisman luego de su asesinato- y Agustín Rossi, luego candidato a vicepresidente de Massa en las elecciones que terminó ganando Milei.
Antes de eso, en enero de 2022, un iraní prófugo por la AMIA había ido a un acto oficial a Nicaragua y el embajador argentino presente allí mismo se quedó en silencio. El embajador era el hermano del entonces gobernador del Chaco (y en ese momento aspirante a ser candidato por el kirchnerismo) Jorge Capitanich. El 18 de julio de ese mismo año, cuando se cumplía otro aniversario por el atentado a la AMIA, Cristina Kirchner lanzó un video incendiario contra la Corte y los jueces que avanzaban sobre sus causas.
Pero ignoró por completo el acto de los familiares de la AMIA, que volvían a llorar a sus muertos sobre la calle Pasteur. Con este fallo de Casación, la Justicia termina de tomar posición sobre tres causas clave que cierran un círculo que el kirchnerismo buscó evitar a toda costa. Aunque con distintos grados de avance, diferentes instancias judiciales dicen ahora que a la AMIA la volaron terroristas vinculados al gobierno de Irán; que el gobierno de Cristina Kirchner hizo un pacto con ese país para encubrir a los responsables del atentado, y que el fiscal Nisman fue asesinado cuatro días después de denunciar eso.