La biblioteca del presidente Javier Milei en la quinta de Olivos no tiene eufemismos. Los aparatos estatales nos aplastan, El capitalismo no es el problema, es la solución, El estado: la lógica del poder político, y La fatal ignorancia, son solo algunos de los libros que nutren los estantes que montó en la residencia a pocos días de asumir. En su casa tiene una completa de 1.500 libros mainstream, 500 de la escuela austríaca y más de 6.000 digitales.
La estética libertaria asoma por todos y cada uno de los espacios y se trata no solo de una cuestión de formas, sino de fondo. Un pasillo que cuenta con más de seis cuadros con su esfinge dibujado por sus fans, leones y hasta un cuadro de Conan, su mastín inglés, le dan el marco al living. Quienes habitan allí hace tiempo parecen acostumbrarse a esta nueva lógica de poder. “Ya no hay asesores ni ejércitos de analistas de focus groups, tampoco se reciben multitudes ni rotan personajes tan disímiles como durante la época de Alberto Fernández y su mujer Fabiola”, relata alguien que trabaja hace años en la residencia. Pero eso no implica que allí no habite el poder real. Todo lo contrario. Es el lugar elegido por el Presidente para sus encuentros más íntimos, para su análisis y cálculos matemáticos de la actualidad y hasta para elaborar los diagramas que luego presentará a su mesa chica en Balcarce 50.
Cada mañana repite una rutina a rajatabla. Poco después de las 6 comienza el día saludando a sus “hijos de cuatro patas”, como suele describirlos. Maneja el carro de golf que lo traslada desde su residencia hasta los caniles especialmente preparados y juega con ellos, quienes están cuidadosamente separados tras haber perdido el espíritu de manada. Es su cable a tierra en medio de la actualidad frenética.
Atrás quedaron los días en los que Dylan, la mascota de Alberto Fernández, se había convertido en celebrity y no sólo paseaba libremente sino que tenía su propia cuenta de Instagram que fue abandonada en agosto de 2023 cuando el personaje perdió toda su popularidad al igual que su amo.
En el medio del verde y con el silencio de una Quinta habitada al mínimo, el Presidente traza los que serán sus próximos pasos al frente del Gobierno y es habitual que se reúna uno a uno con economistas a los que respeta. El foco que lo desvela está puesto en tres áreas principales que son espejo de las preocupaciones de los argentinos, según todas las encuestas de opinión pública: la economía, la inseguridad y la contención social. Tal como lo hizo en campaña, no trabaja con un analista propio sino que toma la temperatura de la suma de las mediciones y es el promedio de los últimos datos lo que lo tiene exultante por estos días. “El 70% de los argentinos confía en que la inflación va a bajar y lo hacen sabiendo que su situación económica particular está hoy peor”, le comentó a una persona de confianza la semana pasada. También notó una mejora sustancial en lo que la opinión pública ve de su política de seguridad. Esas compulsas le resultan clave al momento de afirmar quiénes “no la ven” y quiénes sí. Es en la misma línea de lo que su ministro de Economía, Luis Caputo, reflejó en el encuentro del Cicyp: “La gobernabilidad es la gente y no los políticos”.
Al igual que sus diálogos en X adonde tiene dos horarios bien marcados para la interacción y lee la mayor parte de los comentarios de sus 2,7 millones de seguidores. Un momentum para su catarata comunicacional suele ser poco después de las 8 cuando aprovecha su desayuno –café negro y dos barras proteicas de frutilla de Ena Sport, la compañía familiar argentina liderada por Martín Fidani– para contestar mensajes en las redes sociales, retuitear y disparar sus conceptos, también al cerrar el día. “Es donde más cómodo me siento porque hablo sin intermediarios y la gente me entiende, comenta y me escucha. Los políticos sienten profunda envidia porque no saben ni pueden hacerlo ni tienen esa relación porque basaron su track record en mentir”, le afirmó hace pocos días a Fátima Florez, su pareja, mientras desayunaban. Los juegos de probabilidades también están a la orden del día en la toma de decisiones como también lo está un esquema de diagramas de escenarios que él dibuja de puño y letra y donde entran el decreto de necesidad y urgencia, la ley ómnibus y hasta la salida del cepo. El Presidente baraja su propio “por sí o por no” y qué implica cada uno de esos caminos en materia de implementación o de conflicto. De hecho, es justamente con esa lógica que no está apurado por salir del cepo, aunque sí está decidido a hacerlo. “Muchos economistas nos dicen que debería ser ya, que es el momento y demás, pero a nosotros nos da una probabilidad de éxito del 60% y una de no éxito del 40% y no estamos dispuestos a correr ese riesgo. Lo haremos, sin duda, pero cuando ese porcentaje de éxito de ocurrencia sea mayor aún”, le explicó el Presidente a un importante directivo en una reunión que mantuvo a puertas cerradas esta semana. Si bien la convocatoria al Pacto de Mayo continúa vigente, en el gobierno libertario son bastante escépticos sobre la ayuda potencial que pueda darles la política tradicional. Por eso trazan puertas adentro una lógica de viabilidad de cuestiones que dependen directamente del Ejecutivo y las separan de aquellas para las que será necesario tener más fuerza propia en el ámbito legislativo.
Próximos pasos
“La salida del cepo será un minuto antes de la competencia de monedas. Pero para eso todavía falta. La baja de impuestos también está en el norte pero no para el cortísimo plazo”, agregó a su gabinete. La lógica de las reuniones con su equipo también son distintas respecto de otras presidencias: se trata de encuentros sin los tradicionales carteles de protocolo y en los que casual o causalmente nadie tiene la silla asegurada. La confidencialidad de lo conversado es para los libertarios una obligación. Quien no la cumpla podrá recibir el tradicional “afuera” en tiempo real y sin preaviso. Milei también mantiene una lógica de comunicación uno a uno. Varias veces por día habla con Caputo, a quien define como “un genio de las finanzas”, con Patricia Bullrich, “con quien nos entendemos perfectamente”, y con Sandra Pettovello, quien además de ser amiga personal del Presidente lidera una de las áreas más sensibles y la que tiene “billetera” en un país “sin plata”. Con el resto del equipo hay encuentros de gabinete y reuniones pero no varias comunicaciones diarias como con esta tríada que es el core de la primera etapa de gobierno. La lectura de hecho es política. Si la economía va bien, mejora la seguridad y la contención social se vuelve realidad, la elección de 2025 le dará marco a una mayor fortaleza en el Congreso en la que ya está trabajando “el jefe”, su hermana y Secretaria General de la Presidencia, Karina Milei.
Las prioridades de Caputo, en tanto, están claras. Después de celebrar salir indemne de lo que describen como “la peor herencia de la historia”, destacó en Cicyp que en el primer bimestre tuvo superávit financiero, el primero desde 2011, y la tendencia a la baja de la inflación tras el pico de diciembre. La otra cuestión por la que festeja es la estabilidad cambiaria, aunque miran de reojo el devenir de la actividad y la recaudación. El Presidente no cree que sea necesaria una nueva devaluación y se enoja con aquellos que se la piden. “¿Por qué habría de hacerlo con la brecha que hoy tenemos y con los más de US$10.500 millones que ya recompró el Banco Central?”, se le escuchó hace pocos días en un tono más vehemente que lo habitual. Es que varios de los bancos y analistas habían vaticinado un dólar a $2000, $4000 u $8000 e incluso algunos de sus asesores que recuerdan la convertibilidad se lo recomiendan. Pero está convencido de que eso no será necesario. Además, dijo en una reunión esta semana que tal como afirmó Caputo, la base monetaria se redujo un 38% gracias a una tasa real muy negativa y planea seguir por el mismo rumbo.
Respecto de la inflación son optimistas en Olivos. Aseguran que va camino a un dígito y en baja genuina, pero que marzo es todavía un mes complejo para pronósticos dada su estacionalidad. De ahí la demora en los incrementos de la tarifa de gas, que pasaron a abril.
Los próximos pasos no suponen momentos de mayor calma. Tiene listo un paquete con otras 3000 medidas que se incorporarán a las 1000 ya enviadas. No parece importar demasiado que de las primeras hubo tantas marchas y contramarchas porque en lo profundo del Gobierno buscan librar una doble batalla. La primera, más visible, es la de su aprobación –muy compleja con su nivel de representación en el legislativo– y la segunda, que está debajo de las napas, es la de instalar socialmente nuevos ejes de debate sobre cuestiones que parecían innombrables. Ese punto es central para descubrir la nueva lógica de liderazgo. “Todo lo que pueda privatizar lo vamos a privatizar y todo aquello que no sea una reforma estructural en la que el Congreso siempre es imprescindible lo haremos sin prisa pero sin pausa”, agregó el Presidente a una persona de su confianza mientras recorría el verde de Olivos, donde crecen las ovejas Malevo y Argentina que llegaron de la mano de Alberto Fernández, los conejos que están desde la gestión de Mauricio Macri y la por ahora deshabitada cancha de fútbol en la que los cambiemitas dirimían postpartido el devenir nacional. El silencio aparece como su aliado principal también para las noches de ópera.
Belgrano y Alberdi
Mientras los hábitos empiezan a acentuarse, también lo hacen las decisiones. Si bien no está apurado por salir del cepo sabe que eso será imprescindible para la recuperación económica más fuerte. El Banco Central, en tanto, continúa contrarreloj con la impresión de los dos nuevos billetes de $10.000 y de $20.000 que llegarán en junio. El primero tendrá la efigie del general Manuel Belgrano, abogado de profesión, vocal de la Primera Junta de gobierno y militar a cargo del Ejército del Norte junto a María Remedios del Valle, que fue nombrada capitana por el creador de la bandera. En tanto, para el de mayor denominación el elegido es Juan Bautista Alberdi. El abogado, pensador e intelectual asociado a la Confederación Argentina posterior a la batalla de Caseros, fue una de las inspiraciones para la Constitución de 1853 que el actual presidente suele citar como referencia y que, no por casualidad, fue el primer libro en acomodar en su nueva biblioteca. Justo al lado de un armario lleno de gorras con inscripciones que supone de época: una dice “las fuerzas del cielo” y la otra, que regala a sus detractores, “no la ven”.