Como si se tratara de un último ruego de los hijos que pretenden evitar el divorcio de sus padres, varios dirigentes del oficialismo pidieron en las últimas horas que Alberto Fernández y Cristina Kirchner se reúnan para recomponer su relación. En ese pedido se enredaron Agustín Rossi, Aníbal Fernández y Luis D’Elía, entre otros dirigentes que llevan décadas girando por cargos públicos o sitios en los que la información política fluye de manera continua.
En rigor, salvo una descarga de reproches personales cruzados, el Presidente y la vicepresidenta no deben tener muchas cosas para decirse. Los dos dejaron bastante claras sus posiciones: Fernández apuesta a que el nuevo préstamo del FMI le permita transitar lo que queda hasta el final de su mandato y Cristina igual que todos los diputados y senadores que votaron en contra del proyecto que pidió el Gobierno, espera que el acuerdo con el Fondo fracase.
La vicepresidenta lleva varios años diciendo lo mismo con respecto al FMI y actuó en consecuencia. Nunca dio indicios de que trabajaría para posibilitar el acceso de Fernández a un nuevo préstamo del organismo internacional. A diferencia de lo que ansían los entusiastas de la recomposición, la vicepresidenta sólo se dispondrá a reconstruir el Frente de Todos cuando esa jugada le convenga a su proyecto político.
El Presidente también se anotó en el grupo de acuerdistas ayer lunes, cuando llamó al periodista Roberto Navarro, dueño del portal El Destape, para decir que “es imprescindible la unidad del Frente de Todos para enfrentar los problemas de la Argentina y evitar que vuelva la derecha”. Con ese razonamiento, el Presidente recoge el argumento original que llevó a Cristina a imaginar el Frente de Todos.
Pero a la vicepresidenta -y a los dirigentes que la consideran como jefa- hace rato que esa explicación le resulta insuficiente. Desde hace al menos un año, el kirchnerismo responde con una segunda pregunta a esa respuesta: “¿Para qué?” ¿Para qué quiere Alberto Fernández seguir gobernando y evitar que vuelva la derecha? ¿Qué sentido tiene seguir apoyando a esta gestión? ¿Qué características destacables tiene este Gobierno?
Son todas preguntas que, desde hace varios meses, se hacen en voz baja los dirigentes de La Cámpora y que, desde hace algunos días, comenzaron a escucharse a volumen más alto. Uno de los que dejó de disimular es el propio jefe de los senadores oficialistas. Sin llegar al extremo de renunciar a su puesto y votar en contra del proyecto que impulsó el Presidente, como hizo su par en diputados Máximo Kirchner, José Mayans dijo lo suyo la semana pasada.
“Nosotros dijimos que íbamos a volver para ser mejores y hasta ahora no lo logramos”, avisó el congresista formoseño para cerrar el debate de la ley del Fondo Monetario Internacional, conocedor de que todos los políticos lo estaban siguiendo por televisión. De más está decir que la frase fue celebrada con risas por los senadores: tanto los que votaron igual que él y aquellos que no.