Tucumán será testigo el próximo domingo del Día de la Madre más triste que se recuerde. Y es que a la pandemia de coronavirus se le sumará la endemia de la inutilidad de los funcionarios públicos, cuya mediocridad es proporcional a las medidas adoptadas para esa fecha para intentar disimular el fracaso de las medidas sanitarias implementadas. En este marco, el gobierno prohibió las reuniones familiares durante esta celebración.
Pero además, la medida raya en lo ridículo, cuando de parte del secretario de Seguridad de la Provincia, José Ardiles, se justificó diciendo que las madres que tienen dos o más hijos deberán organizarse por turnos para verlos. Sólo es posible sostener un argumento así desde la más absoluta insensibilidad pensando que se puede burocratizar los sentimientos como así también los encuentros de los hijos con sus madres.
Y es que, según las autoridades sanitarias, la culpa de los contagios es de la gente que mantiene reuniones sociales debido a que en las mismas es que se producen las infecciones. Cabe preguntarse por qué entonces no se prohíben las reuniones en los bares que explotan de gente, lo mismo que en los supermercados, donde muchas veces ni siquiera se respeta el distanciamiento social. Pero no sólo ocurre en estos lugares.
Los bancos jamás dejaron de trabajar llenos de personas, los ciclistas se amontonan a lo largo de la avenida Perón, los locales de fútbol 5 continúan funcionando, al tiempo que desde la Nación se habilita la vuelta de los aviones y los ómnibus de larga distancia. Qué decir de los shoppings y demás centros de compras, pero, sin embargo, el castigo recae sobre las personas, en especial, sobre las madres y sus hijos justo el día en el que se las agasaja.
Las autoridades gubernamentales y sanitarias ni siquiera reparan en el hecho de que son ellos mismos quienes hace casi siete meses vienen separando a las familias. Para ello, se valieron de todo tipo de prohibiciones estúpidas y ridículas valiéndose de echarle la culpa a la gente de sus propias fallas y fracasos que desembocaron en la crisis que atraviesa Tucumán en materia de salud. Mientras tanto, las calles explotan de gente y jamás dejaron de hacerlo.
En esa línea, intensificarán el Estado policíaco para intensificar los controles durante el domingo para que nadie se reúna. Cabe preguntarse por qué no mejor aumentar la vigilancia contra los delincuentes para que dejen de matarnos dentro de la ola de inseguridad que crece a diario en las calles?. Sin embargo, para esa tarea no existe la misma motivación que, por ejemplo, actuar en contra de los derechos consagrados en la mismísima Constitución Nacional.
Y es que es vergonzoso contemplar por parte de la ciudadanía cómo más de medio año después de la implementación de la cuarentena más larga e ineficiente del mundo, se siga culpando a la gente por la crisis sanitaria que padece Tucumán. Lo peor de todo es que, además de la culpa, las autoridades le hacen pagar a la sociedad en su conjunto la serie de errores y fracasos que cometieron desde el Estado, encima, donde más duele: en el encuentro con los seres queridos.