“La Contraofensiva fue un éxito”. La contundente frase de Fernando Vaca Narvaja, un ingeniero químico de 74 años, ex “comandante” de Montoneros, retumbó esta semana como una muestra más de la creatividad con la cual Vaca Narvaja y tantos otros ex guerrilleros continúan relatándonos qué pasó en la decisiva década de los 70.
Se refería Vaca Narvaja al envío al país en 1979 y 1980 de un centenar de guerrilleros que vivían en Europa y América del Sur, una jugada de la cúpula de Montoneros para deteriorar a la dictadura militar a través de atentados contra algunos funcionarios del área económica y la agitación en las fábricas del conurbano.
En una entrevista a un canal de YouTube, Vaca Narvaja afirmó que esa operación guerrillera fue “un éxito” porque contribuyó decisivamente a la caída de la dictadura. No fue, según él, por la derrota en la guerra de Malvinas, en 1982, sino “que la dictadura se cae por un proceso de Resistencia”, por “los que estuvimos peleando todos esos años”.
Desde una mirada histórica, la frase es una gran mentira. La Contraofensiva fue un fracaso. Sus atentados provocaron la muerte de cinco policías y del presidente de la Banco Central, Francisco Soldati, un empresario. Casi todos los guerrilleros enviados al país murieron o fueron desaparecidos.
La Contraofensiva no deterioró para nada a la dictadura; es más, la favoreció porque con esos y otros atentados volvió a agitar el peligro terrorista.
Tanto fue así que el general Jorge Videla terminó al año siguiente, en 1981, su periodo presidencial de cinco años y pudo incluso elegir a su sucesor, el general Roberto Viola, según los estatutos del denominado Proceso de Reorganización Nacional.
En todo caso fue un éxito para Vaca Narvaja y para los jefes de Montoneros como Mario Firmenich y Roberto Perdía, que convencieron a tantos subordinados de volver al país mientras ellos se quedaban en México, Cuba e Italia, entre otros países.
También habrá sido un éxito para quienes impulsaron el regreso de otros en la primera fase de la Contraofensiva, en 1979, pero rompieron con Montoneros al año siguiente, cuando les tocaba volver a ellos.
En la entrevista en YouTube, Vaca Narvaja nos dice mucho más: que los montoneros son los padres de la nueva democracia ya que la dictadura cayó gracias a ellos.
La conducción de Montoneros en el exilio. De izquierda a derecha: comandantes Horacio Mendizabal, Roberto Cirilo Perdía, Mario Eduardo Firmenich y Raúl Yaguer; y subcomandantes Fernando Vaca Narvaja y Horacio Campiglia (Evita Montonera, N.° 23, enero de 1979)
Y es así cómo los ex jefes guerrilleros se ven; no solo Vaca Narvaja; no solo Firmenich; no solo Perdía. También quienes cumplían roles menores y tanto han contribuido con sus libros y artículos para elaborar todo un relato que ubica a las guerrillas, en especial a Montoneros, como una juventud maravillosa que fue derrotada por las maniobras viles de una serie de “fachos” con Juan Domingo Perón a la cabeza.
Vaca Narvaja lo expresa también muy claro: Perón no los echó de la Plaza de Mayo el 1° de 1974 sino que “el pueblo se fue”. ¿Por qué? Porque el General los había traicionado, justo a ellos que, con su lucha, lo habían traído de vuelta al país. Un traidor, el principal en una larga lista que los tuvo a ellos, a los montoneros, como eternas víctimas.
Y aquí está él, Vaca Narvaja, como tantos, bien dispuesto a seguir cobrando esa factura a toda la sociedad. En el plano simbólico, como una suerte de héroe popular, una reencarnación del Che Guevara que nos cuenta, además, que aquella lucha dio lugar a “esta segunda revolución” en el continente, a la emergencia de estos gobiernos nacionales y populares, como los de Néstor, Cristina y Alberto, a partir seguramente de la Revolución Sandinista, de 1979.
En el plano material, esa factura se traduce en toda una serie de “reconocimientos”, desde indemnizaciones variadas y pensiones graciables hasta cargos para ellos y sus parentelas. La magia del relato logró que ser hijos, sobrinos e incluso primos de ex guerrilleros se haya convertido casi en un título de nobleza que los habilita como legisladores, embajadores, secretarios de Estado e incluso ministros.