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La corrupción K. Víctor Manzanares, el arrepentido más temido por Cristina Kirchner

El contador de los Kirchner conoce los detalles de las finanzas de varios de los negocios de la familia.

El contador Víctor Manzanares, que llevaba los números de los Kirchner, durante una entrevista con América TV.
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La causa de los “Cuadernos K” preocupa como ningún otro proceso penal a la familia Kirchner, a sus ex funcionarios de mayor confianza y a parte de los empresarios que hicieron su fortuna gracias al Estado durante la gestión presidencial de los patagónicos.

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El primer objetivo para intentar frenar a ese expediente monumental, con más de treinta confesos pagadores de sobornos y cobradores de los mismos, es lograr desacreditar en los tribunales a ese caso monumental.

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El juez federal de Dolores Alejo Ramos Padilla instruye el caso “D’Alessio” y mantiene bajo investigación al fiscal de esa causa, Carlos Stornelli, a quien acusa de haber sido partícipe de lo que él llama una red de espionaje paraestatal que usaba métodos delictuales para diferentes misiones y contra distintas personas vinculadas a los poderes del Estado.

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Más allá del tema de esa pesquisa bonaerense, los Kirchner buscan hoy salpicar de sospechas al caso “Cuadernos” vinculándola con la historia del falso abogado Marcelo D’Alessio. El último jefe de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) durante el kirchnerismo, Oscar Parrilli, lo dijo de modo explícito: “Ni Menem ni De la Rúa llegaron a la degradación de la Justicia y de los servicios de inteligencia que vemos hoy”, alarmó en declaraciones a la web del militante Roberto Navarro. Y fue más allá: “Había un plan de armado de causas e inteligencia, persecución y espionaje político”, afirmó, sin presentar pruebas al respecto. Parrilli también aseguró que los responsables de esos supuestos graves delitos eran “Mauricio Macri, el ministro Garavano, los titulares de la AFI, las diputadas Elisa Carrió, Paula Oliveto, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y la titular de la oficina anticorrupción, Laura Alonso.

Un grupo de abogados afines a la dirigencia K comprometida judicialmente en el caso “Cuadernos” pidió explicaciones al Poder Judicial sobre cómo se habían realizado las declaraciones de los arrepentidos de “Cuadernos”. En Dolores se puso bajo sospecha a algunos de ellos. El domingo, impactó en televisión, sin embargo, el hombre que con sus declaraciones judiciales como “imputado colaborador” es un ejemplo de lo difícil del éxito de esa estrategia. Se trata de Víctor Manzanares. Alias “Polo”.

Fue, nada más, ni nada menos, que el contador de la familia Kirchner, el hombre que, según confesó, armó las Declaraciones Juradas de los Kirchner sabiendo que el matrimonio no podía justificar sus ingresos en blanco porque provenían de los alquileres con precio excesivo de hoteles y propiedades que cobraban de quienes habían sido beneficiados con concesiones públicas.

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El contador conoce el detalle de los manejos financieros de los hoteles de los Kirchner y admitió, además, que trabajó por orden de Néstor Kirchner junto al ex juez Norberto Oyarbide para que pudiera cerrar la investigación por enriquecimiento ilícito que tenía en su juzgado.

Manzanares se había presentado como arrepentido en la causa “Cuadernos” y fue rotundo en sus dichos, confirmaciones, especificaciones de datos cruciales para la investigación. Es un hombre de una memoria fuera de lo común. En la Justicia, complicó casi como ningún otro “colaborador” judicial a la familia Kirchner. No solo porque narró cómo manejó parte de una fortuna multimillonaria de Daniel Muñoz, el ex secretario privado de más confianza del jefe del clan, Néstor. “Polo” también reveló detalles de cómo debía armar las declaraciones juradas de Cristina Kirchner cuando era presidenta. Estaban bien hechas, dijo. Lo que la hoy senadora jamás podría justificar es de dónde provenía el dinero que ganaba “en blanco”: alquileres de sus hoteles a precios extraordinarios para el mercado que le abonaban contratistas de obra pública, como el socio familiar en los papeles, el hoy preso Lázaro Báez. O por qué fue que otro gran ganador de una fortuna obtenida gracias a resoluciones gubernamentales, el líder del Grupo Indalo, Cristóbal López, tenía la manía de rentar propiedades de los Kirchner también a un precio de difícil explicación.

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Manzanares además apuntó a Máximo, el primogénito del matrimonio ex presidencial, a quien definió como la persona que tomó el mando de las finanzas familiares tras la muerte de su padre.

Estas declaraciones, dichas frente a Stornelli, ahondadas por el juez Claudio Bonadio, que luego las homologó de modo oficial, son solo algunas de la revelaciones del ex contador K que podrían sumarse ahora a otros juicios que se llevarán adelante contra Cristina. “Polo”era su contador y “cantó”, como se dice en la jerga jurídica. En una entrevista en TV con Luis Majul, esas palabras tomaron otra magnitud. Manzanares se enfrentó a las cámaras y se lo pudo ver hablando sobre sus ex jefes.

Es de cumplimiento casi imposible buscarle una debilidad judicial a un protagonista central de las trapisondas multimillonarias de los Kirchner y su entorno.

Manzanares, dicen en su entorno, habló porque “siente que debe dar un ejemplo a su familia” y hasta “a su ciudad natal, Río Gallegos”. Sus modos rompen los esquemas de los operadores de los Kirchner en la Justicia. Manzanares está preso por el caso de la inmobiliaria de los K llamada “Los Sauces”. Igualmente decidió “arrepentirse” frente al fiscal Stornelli y luego frente al juez Bonadio. “Polo” entendió que el abogado que le habían puesto los Kirchner, Carlos Beraldi, no parecía estar defendiéndolo demasiado. Sus nuevos letrados, Alejandro Bladini y Roberto Herrera, acompañaron la decisión de declarar.

Manzanares se presentó como “imputado colaborador” en un proceso en el que todavía no había sido investigado. A eso se suma otra singularidad. Explicó en sede judicial que no buscaba con esa acción conseguir una salida de la prisión. Quiere pagar por lo que hizo, dice a sus amigos y su familia. Y no con plata. Con su libertad, aunque tal vez consiga mejorar su lugar de detención. Por ahora, no saldrá a la calle. Conoce a los Kirchner como nadie. Tiene miedo, dijo. Su familia puede correr riesgos, asustó. Su moral pudo romper el temor.

Manzanares es capaz de recitar de memoria los números de CUIT no solo de los Kirchner, sino también de colaboradores de ellos que manejan hoy parte de la plata K que quedó dando vuelta en el sur. Por ejemplo, repite que entre el DNI de Néstor Kirchner y el de uno de sus apoderados contables, Osvaldo Sanfelice, hay exactos 300 números de diferencia. Esa memoria era su debilidad mientras era considerado un supuesto cómplice inofensivo y leal. Ahora que rompió con ese lastre, sus recuerdos son su fortaleza. En la cárcel, y fuera de ella, Manzanares lee y leía la Biblia. Uno de sus versículos dice así: “El que habla verdad, declara Justicia”.

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